¿Qué historias contarían los árboles si pudieran hablar? habrían visto pasar muchas generaciones humanas. Los que viven en los bosques contarían historias buenas y malas. Unos hablarían de cazadores, incendios y depredación; otros con mejor suerte, contarían historias de un bosque protegido, visitantes que los veneran y guardabosques que los cuidan. Los árboles de ciudad contarían historias también buenas y malas. Unos hablarían de la contaminación, del cambio en las ciudades y cómo están perdiendo la batalla por la supervivencia. Otros, parte de una ciudad que los respeta.
Esta pudiera ser la historia de un árbol cualquiera, que un día fue arrancado de sus raíces y de su bosque para ir a vivir a San Salvador. Este conacaste nació en abril, con las primeras lluvias del año 1960. Hijo de buen padre y madre, de los más distinguidos árboles de la cordillera del bálsamo. Ahí, un buen día de abril, esa particular semilla que había logrado sobrevivir ya unas cuantas semanas en el suelo, logró germinar con las primeras lluvias, a la sombra de su majestuosa madre. Ahí creció, le salieron sus primeras hojas, muy orgulloso las alzó al sol, aprendió a hacer fotosíntesis, a utilizar dióxido de carbono para construir glucosa, y a expulsar el oxígeno sobrante.
Al año, cuando él ya pensaba que lo sabía todo en el mundo, cuando ya sabía que había una época del año donde dejaba de llover y que había que competir con todos los árboles para poder tener un poco de sol, de ahí lo arrancaron y trasladaron a San Salvador. Después de días en un vivero, por fin lo sembraron, a la orilla del paseo general escalón. Creció por años sin mayores problemas, vio como la ciudad crecía, como aumentaban los carros y como las modas al final de cuentas siempre pasan.
Al final de crecer tanto se topó con su primer problema, el paseo escalón era de asfalto, sus raíces ya no podían crecer todo lo que debían, la gente lo comenzó a mirar mal por lo que el inconsciente árbol le hacia a la calle, la abultaba e impedía la circulación vehicular. Los vecinos de San Salvador protestaron, pero al final se acostumbraron a la nueva forma de la calle, no pasó más. Luego creció y sus ramas toparon con los cables del tendido eléctrico, la gente protesto nuevamente y lo podaron, pero ya no era suficiente, ya el conacaste era un peligro para el progreso y el desarrollo de San Salvador. Tenían que acabar con él, la amenaza tenia que ser exterminada. Así en un abril del año 2007 el conacaste, que tanto había contribuido al bienestar de sus vecinos -lo había hecho sin ningún reparo, sin ninguna posibilidad de decir a donde iría, ahí lo sembraron y ahí tenía que estar- lo cortaron y vendieron sus partes.
Así deben de ser las historias que contarían los árboles de San Salvador, donde cada vez más pierden la batalla por existir. Esa historia también se repite en la mayoría de ciudades del gran San Salvador, por los cables, por las calles, porque no vaya ser que la próxima lluvia se caiga. Y son motivos validos, pero será que hay maneras de planificar la ciudad para que las historias de los árboles sean distintas. Yo creo que si, solo necesitamos orden, planificación, un poco de conocimiento de las especies que se siembran y sobre todo cables subterráneos en todos los lugares que se pueda.