“Estimados colegas:
respetuoso de los asuntos internos de los países hermanos, y confiando en su capacidad de llegar a soluciones pacíficas, no pensaba intervenir en este conflicto entre Ecuador y Colombia. En asuntos tan serios, para los terceros es irresponsable tomar medidas o hacer gestos “de solidaridad”. En vez de aportar a la solución y la paz, sudar calenturas ajenas sólo aumenta el peligro que los conflictos se compliquen y regionalicen. Por esta razón, no íbamos a intervenir en este debate.
Sin embargo, me siento obligado a tomar la palabra, no para apoyar o censurar a ninguno de los gobiernos involucrados, sino para aclarar unos conceptos aquí aplicados de manera errónea. Se ha mencionado el proceso de paz en Centroamérica y, en particular, el proceso de negociación en mi país, como modelo de un mecanismo que algunos aquí quieren proponer –a veces me ha dado la impresión que es más bien imponer- al presidente Álvaro Uribe para facilitar una salida pacífica en Colombia.
El grupo de Río nació del grupo Contadora y se consolidó como grupo de amigos del Secretario General de las Naciones Unidas en su rol de mediador en las negociaciones que condujeron a la paz en mi país. Los salvadoreños reconocemos con profundo agradecimiento el rol que en este momento histórico jugaron los gobiernos de México, Venezuela, Panamá y Colombia.
Pero es importante mantenernos fiel al espíritu de estas iniciativas que dieron pauta a este organismo regional que nos tiene reunidos hoy en esta cumbre de Santo Domingo. Es imposible, como lo ha hecho el distinguido presidente de Venezuela, comparar la situación que vivió Centroamérica cuando se formó en grupo Contadora, con la situación que hoy vive Colombia. Es aun menos admisible comparar la situación de Colombia con la situación que vivió El Salvador, cuando se formó el grupo de países amigos del Secretario General de Naciones Unidas para facilitar las negociaciones entre el gobierno de Alfredo Cristiani y el FMLN.
La más importante de las diferencias y la que no permite proyectar el proceso de paz en El Salvador como modelo para Colombia, es que estamos hablando de fuerzas irregulares que no son comparables. Tal vez les parezca extraño que un presidente de derecha les diga lo siguiente, pero no tan extraño, ya que el mismo presidente Cristiani ya lo reconoció en público: La insurgencia salvadoreña era una fuerza representativa con causas legítimas. Era una izquierda excluida de la vida política por gobiernos militares, a la cual había que incluirla para construir la democracia.
Lo mismo no se puede afirmar de las FARC en Colombia. Las FARC están prolongando una guerra contra un gobierno democrático. No están excluidos por un régimen autoritario, como fue el caso en El Salvador.
No podemos proponer o tratar de imponer a Colombia una especie de grupo Contadora para facilitar negociaciones con una fuerza irregular que no tiene legitimidad ni representatividad, sino que se sostiene por sus actividades criminales, como el narcotráfico y los secuestros.
En El Salvador, primero se articuló la voluntad sincera de las partes internas para buscar la paz, y en base de esto comenzaron a actuar los gobiernos de la región. No veo esta situación en Colombia. No podemos imponer a Colombia un modelo histórico que no aplica. No podemos dar, por la puerta trasera, a las FARC un reconocimiento que no han podido ganarse en Colombia.
Dejemos que Ecuador y Colombia resuelvan su conflicto actuando ambos respetando las normas de convivencia entre las naciones. Este es el tema aquí. No aprovechar este conflicto para intrometernos en la manera cómo Colombia resuelve sus conflictos internos.
Los países de Centroamérica, que hemos tenido el privilegio de poder resolver nuestros conflictos internos con el apoyo respetuoso de los países aquí reunidos, no tenemos derecho de olvidarnos de esta lección histórica, mi querido colega Daniel Ortega, y aplicar diplomacia guiada por afinidad ideológica o comercial. Gracias.”
Hasta aquí el discurso que Tony Saca decidió no dar en Santo Domingo. Se entiende porqué. No había ninguna posibilidad de sostener esta posición madura sin decir en público que la insurgencia salvadoreña, a diferencia de las FARC, no era terrorista y sí tenía legitimidad. Lástima que una posición que figuras de la derecha salvadoreña como Alfredo Cristiani y David Escobar Galindo ya han asumido en público, hoy el presidente de la República no se atreve a defender, sólo porque estamos cerca de la primera contienda electoral donde la derecha no lleva la ventaje sobre el FMLN. Lástima que por esta razón, Tony Saca optara por dejar sólo al presidente Uribe.
respetuoso de los asuntos internos de los países hermanos, y confiando en su capacidad de llegar a soluciones pacíficas, no pensaba intervenir en este conflicto entre Ecuador y Colombia. En asuntos tan serios, para los terceros es irresponsable tomar medidas o hacer gestos “de solidaridad”. En vez de aportar a la solución y la paz, sudar calenturas ajenas sólo aumenta el peligro que los conflictos se compliquen y regionalicen. Por esta razón, no íbamos a intervenir en este debate.
Sin embargo, me siento obligado a tomar la palabra, no para apoyar o censurar a ninguno de los gobiernos involucrados, sino para aclarar unos conceptos aquí aplicados de manera errónea. Se ha mencionado el proceso de paz en Centroamérica y, en particular, el proceso de negociación en mi país, como modelo de un mecanismo que algunos aquí quieren proponer –a veces me ha dado la impresión que es más bien imponer- al presidente Álvaro Uribe para facilitar una salida pacífica en Colombia.
El grupo de Río nació del grupo Contadora y se consolidó como grupo de amigos del Secretario General de las Naciones Unidas en su rol de mediador en las negociaciones que condujeron a la paz en mi país. Los salvadoreños reconocemos con profundo agradecimiento el rol que en este momento histórico jugaron los gobiernos de México, Venezuela, Panamá y Colombia.
Pero es importante mantenernos fiel al espíritu de estas iniciativas que dieron pauta a este organismo regional que nos tiene reunidos hoy en esta cumbre de Santo Domingo. Es imposible, como lo ha hecho el distinguido presidente de Venezuela, comparar la situación que vivió Centroamérica cuando se formó en grupo Contadora, con la situación que hoy vive Colombia. Es aun menos admisible comparar la situación de Colombia con la situación que vivió El Salvador, cuando se formó el grupo de países amigos del Secretario General de Naciones Unidas para facilitar las negociaciones entre el gobierno de Alfredo Cristiani y el FMLN.
La más importante de las diferencias y la que no permite proyectar el proceso de paz en El Salvador como modelo para Colombia, es que estamos hablando de fuerzas irregulares que no son comparables. Tal vez les parezca extraño que un presidente de derecha les diga lo siguiente, pero no tan extraño, ya que el mismo presidente Cristiani ya lo reconoció en público: La insurgencia salvadoreña era una fuerza representativa con causas legítimas. Era una izquierda excluida de la vida política por gobiernos militares, a la cual había que incluirla para construir la democracia.
Lo mismo no se puede afirmar de las FARC en Colombia. Las FARC están prolongando una guerra contra un gobierno democrático. No están excluidos por un régimen autoritario, como fue el caso en El Salvador.
No podemos proponer o tratar de imponer a Colombia una especie de grupo Contadora para facilitar negociaciones con una fuerza irregular que no tiene legitimidad ni representatividad, sino que se sostiene por sus actividades criminales, como el narcotráfico y los secuestros.
En El Salvador, primero se articuló la voluntad sincera de las partes internas para buscar la paz, y en base de esto comenzaron a actuar los gobiernos de la región. No veo esta situación en Colombia. No podemos imponer a Colombia un modelo histórico que no aplica. No podemos dar, por la puerta trasera, a las FARC un reconocimiento que no han podido ganarse en Colombia.
Dejemos que Ecuador y Colombia resuelvan su conflicto actuando ambos respetando las normas de convivencia entre las naciones. Este es el tema aquí. No aprovechar este conflicto para intrometernos en la manera cómo Colombia resuelve sus conflictos internos.
Los países de Centroamérica, que hemos tenido el privilegio de poder resolver nuestros conflictos internos con el apoyo respetuoso de los países aquí reunidos, no tenemos derecho de olvidarnos de esta lección histórica, mi querido colega Daniel Ortega, y aplicar diplomacia guiada por afinidad ideológica o comercial. Gracias.”
Hasta aquí el discurso que Tony Saca decidió no dar en Santo Domingo. Se entiende porqué. No había ninguna posibilidad de sostener esta posición madura sin decir en público que la insurgencia salvadoreña, a diferencia de las FARC, no era terrorista y sí tenía legitimidad. Lástima que una posición que figuras de la derecha salvadoreña como Alfredo Cristiani y David Escobar Galindo ya han asumido en público, hoy el presidente de la República no se atreve a defender, sólo porque estamos cerca de la primera contienda electoral donde la derecha no lleva la ventaje sobre el FMLN. Lástima que por esta razón, Tony Saca optara por dejar sólo al presidente Uribe.