En las elecciones primarias para nominar al candidato demócrata para la Casa Blanca han quedado sólo dos candidatos: los senadores Barack Obama y Hillary Clinton. Obama se perfila y proyecta como el candidato que representa: cambio, renovación, valores, ideales… Hillary Clinton es la candidata del “Realpolitik”, del pragmatismo reformista, de la capacidad de hacer política, manejar las maquinarias del poder, en la tradición de la presidencia sumamente exitosa de su esposo Hill Clinton.
No es nada sorprendente que Barack Obama -quien sería el primer presidente afroamericano- apela más a las aspiraciones de la élite intelectual; y que Hillary Clinton -quien sería la primera mujer gobernando en Casa Blanca- apela más a los alcaldes, gobernadores, funcionarios públicos demócratas, a los sindicatos, a la clase media.
Prefiero que gane Hillary Clinton. Por varias razones. Porque, en el caso de ella, “you get what you see” - se ve qué tipo de política se obtendrá. En el caso de Barack Obama, nadie lo sabe. Porque su discurso es moral, no político. No discute políticas, discute visiones. Obama trata de descalificar a Clinton como “política” y a perfilarse como diferente. Qué raro, los dos son senadores, los dos quieren ser presidente, los dos están manejando campañas millonarias...
El corresponsal del “Spiegel” (la principal revista noticiosa de Alemania) en Washington, Peter Ross Range, lo ve como una confrontación entre racionalidad y espiritualidad: “Los demócratas de Estados Unidos tienen que decidirse si van a votar con la cabeza o con el corazón.” Y describe la disyuntiva así: “Clinton ve los retos de la cotidianidad y la terrible realidad de las amenazas internacionales. Barack Obama habla de la búsqueda de la identidad americana y del prestigio internacional de los Estados Unidos. Ella se sabe apoyada por la máquina partidaria, él cabalga la ola de entusiasmo. La pregunta es: ¿Qué será más fuerte, la ola o la máquina?" O más bien, ¿la política o el entusiasmo?
Obama no necesita profundizar en temas concretos, en la aburrida elaboración de qué y cómo - él tiene un sueño, una visión. Es más, una misión. La campaña de Obama tiene un tono misionario, la de Clinton un tono partidario. No es que me guste lo partidario, pero me da miedo lo misionario. Siento desconfianza a los dirigentes que andan en misión. Normalmente no aceptan la crítica y la disidencia. Les cuesta corregir sus políticas. Tienden a ser prepotentes o incluso autoritarios. Duarte era un hombre en misión. Francisco Flores era un hombre de visiones y misiones. Me temo que Mauricio Funes es otro…
La disyuntiva entre “el salvador” y “la realista” - así proyectan en Estados Unidos el duelo Obama versus Clinton. “Obama es hoy el único candidato que puede dar a los americanos ordinarios el ánimo necesario para volver a pararse en orgullo. Es el hombre que puede curar nuestras heridas nacionales,” dice la última celebridad de la aristocracia norteamericana en expresar públicamente su apoyo a Barack Obama: Susan Eisenhower, nieta del presidente Dwight D. Eisenhower.
Otra descendiente de otra dinastía política con enorme poder simbólico en Estados Unidos, es Carolina Kennedy, hija de presidente asesinado John F. Kennedy. Ella expresa su apoyo público para Obama en términos muy similares: “A veces toma su tiempo para darse cuenta que alguien posee una capacidad especial de hacernos creer en nosotros mismos, y de basar esta creencia en nuestros más altos ideales… Tenemos este momento histórico con el senador Obama. No es que los otros candidatos no tengan experiencia y conocimiento. Pero este año puede ser que esto no sea suficiente. Necesitamos un cambio de liderazgo para este país – igual que en el 1960” (cuando fue electo presidente su padre).
Y el heredero y guardián del legado de John F. Kennedy, su hermano menor, el senador Edward Kennedy, parte la misma visión: Obama "mueve a los que todavía creen en el sueño americano. Los viejos métodos no valen. Es la hora de una nueva generación de líderes. Con Barack Obama pasaremos la página de la vieja política. Una ola de cambio recorre EE UU.”
Casi toda la familia Kennedy, incluso María Shriver, esposa del gobernador republicano Arnold Schwarzenegger, apoya a Obama. Igual lo han hecho -cheques en mano- muchas celebridades de Hollywood: Steven Spielberg, David Geffen y Jeffrey Katzenberg (los tres fundadores de estudio Dreamworks); Barbra Streisand, Matt Damon, Ben Affleck, Oprah Winfrey, Oliver Stone, George Cloony. Este último dijo al Los Angeles Times que “la candidatura de Obama sería la cosa más electrificante luego de Kennedy.”
Obama es el nuevo Kennedy. El nuevo príncipe. El salvador. Nadie de las celebridades y representantes de la aristocracia política de Estados Unidos entra en la llanura de propuestas concretas, presupuestos, leyes. Todos argumentan desde la altura, no sólo de la altura de su estatus como figuras símbolo en Estados Unidos, sino desde las alturas de sus visiones y misiones.
No me convencen. ¿De qué me va a convencer alguien por la simple razón de ser nieta de un presidente importante, o hija de otro presidente igualmente importante, o esposa de un Mister Universo convertido en gobernador? Tal vez del hecho que el candidato tan celebrado del cambio y de la salvación nacional al final no es tan diferente que la vieja guardia…
¿Es más progresista Obama que Hillary, porque él habla más de cambio? Lo dudo. Nada lo indica. El cambio requiere de visión, pero sobre todo de trabajo, de la capacidad de manejar la maquinaria política, de construir consenso. Para esto, a veces la visión rígida, el sentido de misión, la palabra altisonante, son obstáculos.
Prefiero que gane la candidatura -y luego la presidencia- una mujer como Hillary Clinton, que ni siquiera hace el intento de vestirse de otra cosa que lo que es: una política realista, pragmática, capaz, reformista y valiente. You get what you see. You see what you get. O más bien: Veamos el contenido, no el empaque.