Lástima que no estuve cuando la ronda de periodistas que los jueves debatimos con Nacho en el canal 33 trató el tema de los medios de comunicación y la libertad de expresión. No estuve, porque me encuentro en Caracas, Venezuela, en misión de reportero.
Me hubiera encantado pelear con Nacho, Lafitte, Carlos Dada y Chico Valencia sobre el papel que jugamos los periodistas, sobre las limitaciones y los retos que nos plantean, en el ejercicio de nuestro oficio, tanto las empresas mediáticas como las burocracias partidarias y estatales.
Tengo experiencias muy variadas y desde diferentes perspectivas sobre el tema. Participé cuatro veces en procesos de construcción de medios que se proponían romper las limitaciones que al periodismo y la libertad de expresión suelen imponer los intereses económicos de los medios comerciales y los intereses políticos de los dueños.
El primer intento, la fundación del periódico Die Tageszeitung en Berlin, fue exitoso. Igual que en los casos de Liberation, en Paris, El País, en Madrid, y La Jornada, en México, logramos establecer una empresa periodística en manos de miles de accionistas quienes invirtieron no para ganar dinero sino para asegurarle el máximo grado de independencia al proyecto periodístico. 30 años después, el Tageszeitung sigue existiendo, sigue siendo progresista e irreverente frente a los poderes políticos y económicos…y sigue siendo pobre. Pero sigue siendo independiente.
El segundo intento en que tuvo la suerte de poder participar -la construcción de una radio insurgente en plena guerra, Radio Venceremos- fue un inmenso éxito... durante la guerra. Pero la Venceremos fracasó en la transición a la paz, igual que su hermana gemela Radio Farabundo Martí. E igual que cualquier otro intento posterior del partido FMLN de levantar un medio de comunicación. Vea CoLatino, vea Radio Maya, vea los intentos de crear revistas. Todos fracasaron, porque no lograron profesionalidad. Y no pudieron lograr profesionalidad porque la profesionalidad periodística, por definición, es imposible sin independencia, o sea bajo tutelaje de un partido.
Con esta lección bien aprendida, varios periodistas que durante la guerra habíamos participado en medios insurgentes, salimos de nuestras respectivas militancias y fundamos Primera Plana. Mi tercer experimento con la construcción de un medio independiente. Fracasó, porque no logramos reproducir el esquema exitoso de una empresa periodística en manos de sus periodistas y sostenida por una gran cantidad de pequeños inversionistas. Fracasó como empresa, pero hizo escuela y rompió moldes como experimento periodístico. Primera Plana cerró, pero dejó plantado el reto de la modernización, la profesionalidad y la ética de la profesión.
En el cuarto intento ya no participé en la fundación, pero sí, aunque de manera más periférica, en la construcción de un medio independiente: El Faro. Este periódico digital, así como el Tageszeitung alemán, mantiene su independencia de intereses económicos y políticos-partidarios, pero a un gran costo: la permanente pobreza, la imposibilidad de crecer. El Faro, como varios medios alternativos, no puede realmente competir con los medios comerciales. Pero puede complementarlos, corregirlos, obligarlos a trabajar mejor. Cosa que el CoLatino no puede, por su amarre fatal a un partido y la poco calidad periodística resultante.
Los medios que no dependen de poderes económicos o políticos establecidos, casi por definición están condenados a quedar chiquitos. Chiquitos pero poderosos por el grado de independencia y calidad. Pero económicamente débiles, con poca capacidad de inversión, con circulación limitada, con salarios bajos que limitan la contratación o la retención del talento editorial. La única excepción es El País. Y en este caso habría que estudiar si este periódico sumamente exitoso y poderoso económica y políticamente no ha perdido la independencia del aparato editorial del aparato comercial. No sé. Quisiera seguir creyendo que existe un periódico que sea independiente y rico.
Pero los que no trabajan y publican en medios como los aquí descritos, sino en medios donde la labor periodística suele encontrar limitaciones o incluso perversiones cuando chocan con los intereses empresariales, comerciales y políticos de sus familias dueñas o consorcios accionistas, tampoco están condenados a hacer mal periodismo. Tienen más limitaciones, más obstáculos, hay cosas que no pueden hacer. Pero si trabajan profesionalmente y si saben aprovechar bien la necesidad de cualquier medio de mantener espacios plurales y abiertas al enfoque profesional y crítico, pueden hacer grandes y valiosos aportes al periodismo. Cantidad de periodistas en todos los medios comerciales lo están haciéndo.
Pero igualmente es cierto que periodistas con menos nivel de profesionalidad y ética, periodistas más oportunistas, tienen en los medios comerciales –y en los que dependen de partidos o del Estado- grandes espacios de hacer mal periodismo. A menos que las empresas comerciales lleguen a tener direcciones editoriales con mucho poder frente a las gerencias financieras; direcciones que no toleran mediocridad, sumisión y oportunismo. Cosa que realmente existe en algunos países con gran desarrollo periodístico (vea publicaciones como el New York Times, Le Monde, Der Spiegel...), pero que tampoco es imposible en países como El Salvador. Cecilia Gallardo, cuando dirigió la Prensa, dio a sus redactores bastante espacio e independencia editorial, a cambio de exigirles calidad. Y quien quita que un experimento de este tipo puede tomar fuerza en cualquiera de nuestros medios. Hay una verdad: los medios que garantizan a su aparato editorial mayor independencia, suelen ser más exitosos. Económicamente, periodísticamente, y por ende, políticamente. Es cuestión de credibilidad. Y vale más que la fidelidad ideológica.
Decir que cualquier medio, sólo porque sus propietarios sean parte de la élite económica del país, es incapaz de mantener pluralidad y profesionalidad en la cobertura, sobre todo de procesos electorales, es una falacia. A los medios hay que criticarlos por sus hechos y omisiones, no por sus accionistas. A los periodistas hay que criticarlos cuando no aprovechan y defienden los espacios existentes, no por la posición social y política de sus jefes.
El hecho que los medios tengan líneas editoriales, es legítimo. Que sus líneas editoriales obliguen a los periodistas a manipular y filtrar la información, esto sí es criticable.
Que en un periódico de derecha escriban gente de derecha opiniones y análisis de derecha, es legítimo. El problema comienza, cuando no existen otras opiniones. Y cuando periodistas que no son de derecha se sienten obligados a opinar de derecha. Y el problema se vuelve serio, cuando los periodistas se ven obligados o tentados a mentir, a manipular o a omitir hechos, para quedar bien con la posición política de sus jefes o de los dueños del medio o de los amigos y clientes de los dueños.
Hablo de derecha porque aquí no hay medios de izquierda. Pero obviamente no es un problema de derecha o izquierda, sino un problema de oportunismo o profesionalidad.
Si en el debate con Nacho me hubieran preguntado si los medios están maltratando al candidato del FMLN, hubiera dicho: Hasta ahora no lo veo, en general ha tenido un trato bastante generoso y gentil. Llegó tarde a la entrevista con Nacho – y en vez de quitarle 10 minutos (lo que hubiera sido justo), le dio una hora más. En la Prensa Gráfica le dieron un espacio hasta sospechosamente grande para presentar su candidatura. En los debates de los jueves Nacho incorporó a Chico Valencia para asegurar que siempre haya quien defienda a Funes...
Pero si yo fuera Mauricio Funes -y conociendo el medio como él-, me prepararía no sólo para pegar fuerte, sino también para aguantar golpes fuertes. De todos modos, en política electoral no hay mala cobertura. Toda cobertura es positiva. Y a veces, la cobertura mal intencionada sirve más al candidato que la cobertura sumisa sirve al contendiente.