"La injusticia duele, y duele doblemente cuando la aplican a un amigo. Y triplemente, cuando la aplican a un colega con el propósito de callar a todo su gremio."
En la voz del autor: Enrique Anaya.mp3
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Tocaron a uno de los nuestros: Enrique Anaya, Quique. Lo digo como columnista, que tengo años de compartir paginas con él en este periódico.
Por más que nos hablen de delitos como lavado de dinero, Quique se hizo blanco del régimen y su fiscalía por lo que durante años publicó en el Diario y por lo que dijo en voz alta en las redes sociales, en entrevistas y conferencias; especialmente por su credibilidad ante los medios de comunicación más prestigiosos del mundo que siempre lo consultaron sobre la situación de los Derechos Humanos en El Salvador. No se hizo blanco por su condición de catedrático o teórico del constitucionalismo. Son sus columnas agudas, que revelaron el carácter inconstitucional y además represivo del modelo Bukele, que han molestado al poder – hasta el punto de mandar a detenerlo con acusaciones de fantasía. Por esto digo: Tocaron a uno de los nuestros, ¡caramba!
Este principio que hay que levantar la voz cuando tocan a uno de los míos lo he aplicado en toda mi vida: en la rebelión estudiantil de la época del 1968, siempre cuando tocaron a un dirigente o vocero para callarnos a todos; como sindicalista, cuando mi misión era defender a los míos contra las arbitrariedades patronales; como guerrillero, cuando cada asesinato de un compañero o de una señora que nos vendió tortillas me hizo reforzar mi compromiso de seguir luchando.
Por supuesto que a veces este principio y esta actitud me metieron en problemas. Cuando mi ex compañero y amigo de décadas Raúl Mijango estaba sufriendo una muerte lenta en la cárcel, porque el carcelero en jefe Osiris Luna Meza le privó de la debida asistencia médica, nunca dejé de escribir sobre el caso – hasta que al final dijeron: si tanto se identifica con Mijango, zampémosle a él también un juicio, de todas maneras trabajaron juntos en la mediación de la tregua del 2012/13. Ahora me preparan un juicio con acusaciones absurdas...
La injusticia duele, y duele doblemente cuando la aplican a un amigo. Y triplemente, cuando la aplican a un colega con el propósito de callar a todo su gremio. Entonces, no puedo entender porqué los transportistas, que siempre han sido los primeros para un buen pleito, no bloquearon al país cuando detuvieron a sus dirigentes – y cuando a uno de ellos, el empresario Roberto Jaco, lo dejaron morir bajo su custodia.
Cuando detuvieron a Ruth López, todo el mundo -bueno, una parte del gremio de abogados- protestó. ¿Pasará hoy lo mismo, con la detención de Quique Amaya? ¿O será que entendieron el mensaje que con esto quería mandar el régimen: Podemos joder a cualquiera. Un prominente abogado me dijo hoy: “A menos que sea un pobre muerto de hambre, a cualquiera le pueden armar un tamal de enriquecimiento o de lavado, son leyes de hule - y la fiscalía es, como dijo Quique, una fábrica de tamales.”
¿Se va a pronunciar don Fabio Castillo? Quique fue uno de sus alumnos, por un tiempo su protegido. ¿Lo tratará a proteger ahora, que tienen preso a Quique, quien a diferencia de Fabio siempre se ha pronunciado contra las inconstitucionalidades del régimen Bukele? Veremos. ¿Lo defenderán los ejecutivos de las empresas, a quienes Anaya asesoró en temas de derecho constitucional y administrativo? Veremos.
¿Lo defenderán a Quique Anaya los columnistas de los periódicos, que compartieron durante años con él el ejercicio del arte de la crítica, unos de manera más fuerte, otros de manera más suave? Ya veremos cuántas columnas vamos a leer sobre su detención...
Me pueden decir que para mi es fácil hablar, porque estoy en el exilio. Es cierto. Pero también es cierto que tuve que ir al exilio porque nunca acepté callarme.
