Publicado en MAS! y EL DAIRIO DE HOY, martes 19 abril 2022
Estimados amigos:
Esta carta va a los militares honestos, quienes a partir de los Acuerdos de Paz han luchado por el ideal de una Fuerza Armada democrática, alejada de la política, respetuosa de los derechos humanos. He conocido a muchos de ustedes, y sólo puedo reiterarles mi respeto. Pero hay que admitir: Ustedes han perdido esta batalla. Más bien, todos nosotros la perdimos. El militarismo, supuestamente superado en la transición democrática, está de vuelta.
Les cuento que en 1991, cuando las negociaciones de paz habían alcanzado el punto crítico, el futuro de la Fuerza Armada, un equipo del ERP que estábamos trabajando para crear los instrumentos mediáticos necesarios para la postguerra, editamos un vídeo-clip de 30 segundos, y conspiramos para ver cómo podríamos meterlo en un canal de televisión. Hubiera sido el primer spot de TV del Frente, y se llamaba: “Sin ejército, sí”. Un alegato a favor de un país sin ejército.
Antes de difundirlo, tuvimos que discutirlo con la Comandancia. Sabíamos que en la negociación se había presentado la exigencia de abolir el ejército. En las discusiones que provocamos con nuestro spot de televisión “Sin ejército, sí” nos dimos cuenta que la dirigencia del Frente ya había abandonado esta exigencia. Se estaba ante el clásico dilema de la política: lo ideal, consecuente y necesario versus lo realista y factible. El fin primordial era llegar a un cese al fuego y una transición democrática y para evitar que esto fuera vetado por los militares, había que bajar la exigencia e ir por la opción de conseguir acuerdos de una profunda depuración de las Fuerza Armada y de un cambio radical de la doctrina militar. Al fin, todos salimos convencidos que esta era la ruta a seguir y así se hizo. Guardamos el vídeo y nunca lo difundimos.
Ahora, por primera vez entro en dudas si esta decisión fue la correcta. Estamos viendo con qué facilidad un gobierno autoritario, democráticamente electo, logra cooptar la Fuerza Armada y abandonar la doctrina de una Fuerza Militar cuya misión es preservar la democracia y defender los derechos de la ciudadanía. Han restituido el militarismo, que todos pensamos superado irreversiblemente. Pero lograron revertir los Acuerdos de Paz. Los oficiales que conducen la Fuerza Armada escucharon al presidente Bukele deslegitimar los Acuerdos de Paz y arremeter contra sus principales pilares, la desmilitarización y la división de poder, y no dijeron nada. Sé que muchos de ustedes no estaban de acuerdo, pero se quedaron callados.
Para facilitar la paz, adoptamos en el 1992 la opción de construir una Fuerza Armada depurada, apolítica y vigilante del Estado de Derecho. La aceptamos de buena fe y en la transición de la guerra a la paz y de la dictadura a la democracia trabajamos de la mano con la nueva Fuerza Armada. Llamamos a la ciudadanía a confiar en la nueva Fuerza Armada y en la policía desmilitarizada.
Pero ahora terminamos con una Fuerza Armada que aceptó convertirse en un instrumento al servicio de un gobernante, en el brazo armado de su movimiento populista, y con una PNC a la cual quitaron su carácter civil y la volvieron a militarizar y politizar como en los tiempos de la guerra. Ojo, la militarización de la PNC comenzó bajo el gobierno del FMLN, que no supo desarrollar una política de seguridad sin recurrir al viejo lastre de la militarización y represión. Sin querer -o tal vez sí queriendo- prepararon el terreno para el autoritarismo bukeliano y el regreso al militarismo.
Aunque ahora la mayoría aplaude a la nueva Fuerza Armada, que más bien es la vieja, porque piensan que nos va a salvar de la delincuencia, este intento va a fracasar. No hay manera de erradicar la delincuencia y la violencia a pura represión, sin un proyecto nacional de inclusión social y transformación de los barrios, con inversiones sostenidas en educación, salud y empleos. Y cuando el actual proyecto fracase, porque no resuelve las raíces de los problemas, entre todos vamos a pensar de nuevo seriamente sobre el futuro de la Fuerza Armada. Y yo voy a desempolvar la idea “Sin ejército, sí”. Juntos con los militares honestos y democráticos nos tocará la sustitución del ejército armado en un ejército civil de maestros, organizadores sociales y guardianes del medio ambiente.
¿Les parece una idea loca y no realista? Bueno, luego del evidente fracaso de la política real, no nos queda otra que regresar a algunas utopías que sacrificamos para alcanzar la paz.
Piénsenlo. Esta no es una utopía guerrillera, es un sueño de todos los que nos comprometimos a construir la paz.
Saludos,