Publicado en MAS! y EL DIARIO DE HOY, sábado 26 marzo 2022
Muy estimado Arturo:
Que el embajador de un país gobernado por una mafia, como tu patria Nicaragua, use los micrófonos de la Organización de Estados Americanos para denunciar, sin titubeo y sin ninguna ambivalencia, la dictadura, es una muestra muy inusual de dignidad. Es exactamente lo que hiciste el día de hoy, 23 de marzo 2022.
Normalmente, nadie en América Latina pone atención a los discursos en la OEA, pero esta intervención tuya va a sonar como bombazo en muchas casas presidenciales del continente, donde los funcionarios, una vez seducidos por la cercanía al poder, se vuelven defensores de cualquier barbaridad que sus ‘líderes’ cometen. Y aquí, en El Salvador, algunos funcionarios no van a querer verse en el espejo esta noche.
“Todas las puertas se me cerraron”, dijiste en tu discurso, luego de contar que durante meses propusiste la liberación de los presos políticos. Me vienen a la mente los ministros del gabinete de Bukele que, en confianza, muy en privado, en muchas ocasiones expresaron: “Yo sé que esta fue una decisión muy mala, pero la tomó el presidente, y no hay espacio para discutir.” Un ejemplo: ¿Cuándo vamos a escuchar a la ministra de relaciones exteriores públicamente, dando la cara al país, expresando su incomodidad con el autoritarismo, la improvisación ligerea y los exabruptos del presidente? ¿Cuándo? Seguramente no antes de cobrar sus $250 millones...
“Denunciar la dictadura de mi país no es fácil, pero seguir guardando silencio y defender lo indefendible es imposible”, dijiste ante la OEA. En El Salvador ni siquiera los ministros y altos funcionarios que al fin ya no aguantaron y renunciaron se han atrevido a hablar. Se fueron calladitos, tragándose sus frustraciones, y nadie levantó la voz.
Tu dijiste, en voz alta y ante las cámaras del continente: “Tengo que hablar, aunque tenga miedo; tengo que hablar, aunque mi futuro y el de mi familia sean inciertos; tengo que hablar, porque si no lo hago, las piedras mismas van a hablar por mi.” Te honra. Y es un mensaje a los funcionarios -en tu propia Nicaragua, pero también en El Salvador y Venezuela. El silencio es cómplice - y tu te atreviste a romperlo. No sólo el silencio sobre Nicaragua, también el silencio sobre Ucrania y los crímenes de Rusia que la invade. Como última acción en tu cargo publicaste hoy un comunicado que seguramente habrá dado úlcera a Daniel Ortega:
“La Misión Permanente de Nicaragua ante la Organización de los Estados Americanos (OEA) tiene el honor y deber patrio de sumarse en respaldo a la declaración La Situación en Ucrania leída en el Consejo Permanente de la OEA el pasado 25 de febrero de 2022.
En nombre del pueblo y gobierno de Nicaragua, condenamos enérgicamente la guerra de agresión injustificada, las violaciones flagrantes a los derechos humanos, el asesinato de inocentes y la invasión a un país libre. La guerra no provocada contra el pueblo ucraniano merece nuestra mas firme y unánime condena. Washington D.C.,23 de marzo de 2022.”
No hace falta decir que Daniel Ortega había dado instrucción de votar en contra de esta resolución, igual que en Naciones Unidas.
¿Cuándo un diplomático salvadoreño va a decir en público que es una locura peligrosa cómo el presidente de El Salvador provoca tensiones con Estados Unidos, con los países de la Unión Europea y Canadá, coqueteando con el dictador ruso Vladimir Putin? Claro que muchos de los funcionarios de cancillería están espantados, pero solo lo expresan en pláticas confidenciales “off the record”, que solo sirven para conciliar su cargo de conciencia.
Para terminar tu discurso, dijiste algo alentador: “La gente de adentro del gobierno y la gente de afuera está cansada, cansada de la dictadura y sus acciones. Y cada vez van a ser más los que digan ‘basta’.” Tal vez sea cierto en el caso de Nicaragua. Ojalá, tu lo sabrás mejor que yo. En el caso de El Salvador, estoy más pesimista, viéndoles las caras a los oportunistas cínicos que rodean a Bukele, felices de ser parte del espectáculo y de la piñata. Temo que tendremos que seguir el camino de Nicaragua a la dictadura hasta el final...
Pero tal vez, el paso valiente que diste -de la vergüenza y la complicidad a la dignidad y la resistencia- puede animar a algunos en El Salvador a romper el silencio.
Gracias, Arturo. Te saludo Paolo Luers
Palabras del embajador de Nicaragua Arturo McFields Yescas al Consejo Permanente de la Organización de Estados Americanos OEA. 23 de marzo 2022.
Tomo la palabra, el día de hoy, en nombre de más de 177 presos políticos y más de 350 personas que han perdido la vida en mi país desde el año 2028. Tomo la palabra en nombre de los miles de servidores públicos de todos los niveles, civiles y militares, que hoy son obligados por el régimen de Nicaragua a fingir, a llenar plazas y a repetir consignas, porque si no lo hacen, pierden su empleo.
Denunciar la dictadura de mi país no es fácil, pero seguir guardando silencio y defender lo indefendible es imposible.
Tengo que hablar, señor presidente, aunque tenga miedo; tengo que hablar, aunque mi futuro y el de mi familia sean inciertos; tengo que hablar, porque si no lo hago, las piedras mismas van a hablar por mi.
Días antes de anunciar nuestro retiro de la OEA, tuvimos una reunión en cancillería con un equipo de asesores presidenciales. En este encuentro, yo sugerí que se liberar por lo menos unos 20 presos políticos de la tercera edad y a otros 20 presos comunes cuya salud merecía y merece esta consideración.
Esto sería, les dije, algo humanitario y políticamente inteligente, ya que nadie debe morir en la cárcel - y menos siendo inocente o por falta de atención médica adecuada, o no tener atención médica del todo.
Nadie me hizo caso, señor presidente. En este momento se me dijo: “No vamos a tomar nota de este comentario. Vos sabés lo que puede pasar, y acordá que la derecha, entre más se le da, más quiere. Esto es lo que se me dijo en este momento. En el gobierno, nadie, nadie escucha - y nadie habla. Intenté varias veces, durante varios meses, pero todas las puertas se me cerraron.
Como ex-miembro del cuerpo de paz de Noruega, siempre creí que el diálogo, la diplomacia no eran tan importantes en tiempos de paz y democracias robustas. La diplomacia es necesaria en momento difíciles, en momentos complejos de crisis democráticas, como en mi país, sin embargo lo que me he encontrado en estos meses, lo que pasa en mi país, supera mis pocas capacidades diplomáticas.
Desde 2018, Nicaragua se convirtió en el único país en Centroamérica, y probablemente en América Latina.... (Arturo McFields es interrumpido por el embajador Méndez, secretario general adjunto de la OEA, que preside la sesión y objeta que el embajador nicaragüense esté hablando sobre asuntos más allá de Nicaragua)
Nicaragua se convirtió en el único país de Centroamérica donde no hay periódicos impresos, no hay libertad de publicar un simple tuit de un comentario en las redes sociales, no hay un organismo de Derechos Humanos, ni uno solo, no existe, todos fueron cerrados, expulsados o clausurados. No hay partidos políticos independientes, no hay elecciones creíbles, no hay separación de poderes, sino poderes fácticos. Este año se ha comenzado a confiscar las universidades privadas y se ha cancelado 137 ONGs -católicos, evangélicos, ecologistas... ¡Operación Sonrisa!, señor presidente... y la lista sigue creciendo.
170 mil nicaragüenses han huido del país, y otros están huyendo, mientras que yo estoy hablando en este momento.
Señor presidente, para terminar quiero decir: Aunque pareciera que todo está perdido y que el panorama está nublado este día de hoy, yo creo firmemente, como le he dicho al secretario Almagro, que hay esperanza. Lo que dicho a mucha gente: Creo que hay esperanza.
Quiero decirles que la gente de adentro del gobierno y la gente de afuera está cansada, cansada de la dictadura y sus acciones. Y cada vez van a ser más los que digan basta, porque la luz, la luz siempre puede más que las tinieblas; porque el amor es más fuerte que el odio; porque se puede engañar a la gente por un tiempo, pero no todo el tiempo. Dios a veces tarda, pero nunca, señor presidente, Dios nunca olvida.
Muchas gracias.