lunes, 12 de abril de 2021

Carta a no sé quiénes mandan en Washington. De Paolo Luers

Migrantes hondureños choca con efectivos militares guatemaltecas, en Vado Hondo, Guatemala, el 17 de enero de 2021.
Foto: Johan Ordóñez / AFP.

Publicado en MAS! y EL DIARIO DE HOY, martes 13 abril 2021

Dear friends:

Estamos confundidos. Hemos recibido mensajes de diferentes funcionarios, supuestamente encargados de las relaciones con nuestra región, sobre las nuevas prioridades definidas por la administración Biden. Luego de 4 años con Trump dando manos libres y cheques en blancos a los gobiernos de nuestra región para profundizar la militarización y pisotear los derechos humanos, con tal que detengan los flujos migratorios, toda la nueva política iba a ser subordinada al respeto a los Derechos Humanos y la democracia. 

Lo escuchamos de Juan González, el director del Consejo Nacional de Seguridad para el Hemisferio Occidental en la Casa Blanca; de Roberta Jacobson, coordinadora para la frontera sur en la Casa Blanca; y recientemente, en su visita a Guatemala y El Salvador, de Ricardo Zúñiga, el enviado especial para el Triángulo Norte. Incluso del secretario de estado Antony Blinken, de la vicepresidenta Kamala Harris y del mismo presidente Joe Biden escuchamos frases que nos llenaron de esperanza que la política de Estados Unidos hacia Centroamérica ya no iba a seguir subordinada a intereses de seguridad nacional, sino a una visión de desarrollo y democracia. 

Pero pocos días después de la visita de Zúñiga aparece en Twitter una advertencia de José Miguel Vivanco, director ejecutivo de Human Rights Watch para las Américas. Denunció que Joe Biden y su homólogo mexicano Andrés Manuel López Obrador han acordado desplegar 10 mil soldados mexicanos en la frontera con Guatemala, para detener el flujo de migrantes ‘ilegales’. Vivanco siempre está muy bien informado, pero me costó creer esta noticia. Cuando la confirmé, resultó incluso peor: el plan incluye también el despliegue de 7,000 soldados guatemaltecos y 1,500 soldados hondureños en la frontera entre los dos países.

Vivanco tiene razón en señalar que “los soldados son entrenados para la guerra, no para hacer cumplir leyes migratorias” y que usarlos para estos fines pone en peligro los derechos humanos y la democracia.

Yo les pregunto: ¿Y qué pasó con las palabras tan alentadoras que escuchamos desde Washington que hay que detener el proceso de militarización en la región? En México la militarización de la seguridad pública se ha convertido en un peligro serio para la democracia, igual en Honduras y recientemente en El Salvador.

Otra pregunta: ¿Será que unos voceros diplomáticos de la administración Biden nos dan paja, mientras otros en Washington, relacionados con Seguridad Nacional, toman otras decisiones? ¿O cómo explicar la abierta contradicción del discurso que escuchamos de Ricardo Zúñiga con la noticia sobre el regreso a la política de otorgar a los ejércitos de nuestra región la función de border patrol de Estados Unidos?

Tengo más preguntas: ¿Qué concesiones han tenido que dar al presidente Juan Orlando Hernández para que acepte este trato sobre el uso de sus tropas para bloquear la frontera con Guatemala? ¿Y qué libertades de seguir actuando contra el mandato constitucional del carácter civil de la seguridad pública piensan dar a Nayib Bukele, para que se una a este acuerdo regional de militarizar la política migratoria? ¿Y qué otras libertades para seguir actuando contra la separación de poderes y la libertad de prensa?

¿Realmente necesitan caudillos militares al sur de su frontera para protegerla?

Aquí estábamos optimistas luego de escuchar a Ricardo Zúñiga hablar de democracia y lucha contra la impunidad y corrupción. Pero nada de esto va a materializarse, si Washington avala o incluso promueve y dirige la militarización en nuestros países. 

Sáquennos de la duda, por favor. Saludos,