Carta sobre la corrupción: Hay que cortarle la cabeza
El gran logro de los casos penales
contra Saca y Funes es que ya no nos queda duda sobre cómo y desde dónde
opera la corrupción: desde Casa Presidencial.
Por tanto, ya sabemos cómo combatir la corrupción: cortándole la
cabeza, el centro operativo, el puesto de mando – o sea cambiar de fondo cómo
funciona Casa Presidencial.
Saca y sus lugartenientes diseñaron un
sistema relativamente simple y sumamente audaz para robar cientos de millones
de dólares al Estado – y Mauricio Funes y sus lugartenientes (algunos siendo
los mismos de la época de Saca) lo heredaron y perfeccionaron.
Lo primero que se necesita para armar
esta operación: establecer la presidencia como centro único del poder
gubernamental. Armar en Casa Presidencial un sobre gobierno, junto con tus
lugartenientes incondicionales, dejando fuera de las decisiones y de toda
capacidad de control al Consejo de Ministros.
Entonces, para desarmar el esquema mafioso, lo primero que tiene que
hacer el próximo presidente es limpiar Casa Presidencial: desmontar el sobre-gobierno
ahí instalado, y volver a establecer la institucionalidad del Consejo de
Ministros.
Lo segundo que hizo el equipo de Tony: multiplicar
los fondos reservados a disposición libre de Casa Presidencial – fondos que
pueden gastar (y si quieren, robar) sin ninguna rendición de cuentas ni
auditoría. Para multiplicar la ‘caja negra’, establecieron un mecanismo
novedoso: asignaron a todos los ministerios partidas infladas artificialmente.
Estos fondos eran exclusivamente para reportarlas como ‘sobrantes’, para que
Hacienda los podía transferir (sin ninguna autorización de la Asamblea
Legislativa) a Casa Presidencial, engrosando la partida de ‘fondos reservados’.
De esta manera, Tony Saca logró aumentar su ‘caja negra’ por 240 millones de
dólares que se sumaron a las partidas originales asignadas a Capres. De estos
fondos (algo entre 300 y 350 millones de dólares) pagaron sus operaciones
políticas clandestinas (como por ejemplo financiar la creación de GANA), los
sobresueldos, etc. También pagaron gastos reales, como los de la Inteligencia
del Estado – y el resto se lo robaron y lo transfirieron a cuentas personales o
de sus empresas. El mismo mecanismo, con algunas innovaciones (un esquema de prestanombres)
lo usó después Funes.
Entonces, lo segundo que tiene que hacer el próximo presidente es:
erradicar las asignaciones ficticias en el presupuesto; prohibir cualquier
transferencia a Casa Presidencial sin aprobación de la Asamblea; y erradicar el
concepto de los ‘fondos reservados’. Todos los gastos tienen que ser auditados
– aunque algunas, como las de Inteligencia, no puedan ser públicos. Aunque los
mecanismos de la corrupción presidencial ya han sido revelados, el actual
gobierno no los ha erradicado del todo. Esto tocará al presidente que elijamos…
Todo este esquema de corrupción sistemática
dirigida desde Casa Presidencial solo pudo funcionar bajo la protección de un
manto de impunidad. Nunca hubiera funcionado con una Corte de Cuentas independiente
y profesional, ni tampoco con fiscales generales que no fueran parte de la trama.
Entonces, lo que el próximo gobierno tiene que promover son
acuerdos políticos y legislativos para reformar la Corte de Cuentas y el
Tribunal de Ética, y para fortalecer la Fiscalía General y Probidad.
Todos los candidatos a la presidencia y
vicepresidencia han hablado de la corrupción. Con más o menos credibilidad han
anunciado cómo piensan combatirla. Pero a la hora de firmar un compromiso
contra la corrupción, a invitación de docenas de universidades y organizaciones
cívicas, solo las fórmulas de ARENA y VAMOS se hicieron presentes y firmaron el
documento. El FMLN por lo menos mandó a Gerson Martínez, pero GANA quedó fiel a
su estrategia de ausencia.
Que
cada uno decida quienes son los candidatos que de hecho están dispuestos a
erradicar la corrupción cortándole la
cabeza: en Casa Presidencial. Con una presidencia sana, la corrupción
gubernamental no funciona.