Le transmito la carta de renuncia de Jaime Martínez, director de la Academia Nacional de Seguridad Pública, que este señor no tiene el valor de escribir. Le recomiendo aceptar su renuncia para minimizar el daño que sus imprudentes declaraciones están causando a su gobierno.
Atentamente,
Excelentísimo señor presidente:
Con la presente le pido aceptar mi renuncia irrevocable. Cometí el
error de expresar, en un acto público de mi institución, mis firmes
convicciones, sin pensar en las consecuencias que esto iba tener a su
gobierno; sin pensar en que un fiel funcionario aplica estos
lineamientos, pero nunca los expresa en público.
Me refiero a mis palabras en el cierre de un curso sobre tácticas operativas: “Ustedes no van a disputar territorio a los criminales. Aquí no hay disputa. Ustedes van con la legitimidad del Estado a ejercer soberanía, a ejercer legitimidad en el cumplimiento del deber que en sus manos ha depositado la institución (…) Ahí que no les tiemble la mano. Ahí no hay manera en estar pensando que hay derechos humanos de por medio, que si hay crítica de la prensa o de los organismos internacionales”.
Usted sabe que esto es lo que enseñamos en la Academia Nacional de Seguridad Pública, aplicando las doctrinas definidas por su gobierno. Nosotros declaramos la guerra a las pandillas y uno no declara una guerra sin la voluntad de ganarla, cueste lo que cueste.
No renuncio porque esté en desacuerdo con este lineamiento de su gobierno. Renuncio porque cometí el error al hablar de esto en público y así comprometer su gobierno.
El director general de la PNC, y el ministro de Justicia y Seguridad, ya se vieron obligados a defenderme y a interpretar que solamente estaba hablando de situaciones de defensa propia. Sabemos que esto no es cierto y que de hecho la doctrina que en la Academia inculcamos a los policías es que no se dejen confundir por los discursos de derechos humanos, que las mismas pandillas y sus defensores están usando para desprestigiar a los cuerpos de seguridad y su accionar.
Nuestro ministro Mauricio Landaverde ya ha dejado bien claro ante la opinión pública que las denuncias de violación de derechos humanos son parte de la estrategia de las pandillas. Siento mucho que mis imprudentes declaraciones hayan puesto en duda las palabras del señor ministro y dado argumentos a los falsos defensores de los derechos humanos.
Quiero cerrar esta carta expresándole que con gusto aceptaré un nombramiento como embajador o para dirigir alguna superintendencia.
Me despido recomendándole que su gobierno maneje el asunto de los grupos civiles armados con la prudencia y discreción que lamentablemente no supe aplicar al asunto de los derechos humanos.
Atentamente, Jaime Martínez
(MAS!/El Diario de Hoy)