Al radicalismo irracional de Trump hay
que contraponer posiciones igualmente radicales, pero racionales.
Racionalmente radicales.
Las amenazas de Trump contra México son radicales. Mandar a erigir un muro en todo la frontera con México ya es una medida radical. Se podría decir que cada país tiene el derecho de construir las monstruosidades que quiera, siempre y cuando su gobierno logre convencer a sus ciudadanos de pagarlas. Pero el reiterado anuncio de Trump que va a cobrar a México el 100 % del costo de su muro, es una amenaza real y radical. Trump dice que puede cobrar a México aumentando el precio de las visas, poniendo un peaje para cada paso de frontera, reteniendo un porcentaje de las remesas – y por supuesto: estableciendo tasas altas para productos mexicanos, dentro del contexto de la renegociación que quiere imponer del NAFTA, el Tratado de Libre Comercio entre México, Canadá y Estados Unidos.
Las extorsiones que Trump ya está haciendo a compañías, no sólo norteamericanas, sino también alemanas y japonesas, para que dejen de fabricar carros en México y concentren sus inversiones en Estados Unidos, es un ataque a México que ningún gobierno puede tolerar. Por suerte, tanto los japoneses como los alemanes ya lo mandaron al carajo.
La suma de todos estos ataques a sus vecinos, de por sí insultantes, contempla una real amenaza. Trump quiere hacer su pedazo de América grande a costa de México. Quiere rescatar puestos de trabajo industriales, quitándolos a México.
Todo esto requiere una respuesta radical de México. Los últimos gobiernos mexicanos, de Felipe Calderón y Peña Nieto, han convertido a su país en el campo de batalla de la guerra contra el narcotráfico desde los países productores hacia los consumidores en Estados Unidos. Han prestado su territorio, sus fuerzas armadas, sus policías y han puesto decenas de miles de muertos en esta guerra que únicamente sirve a los intereses de Estados Unidos. La respuesta radical de México a los ataques radicales de Trump tiene que ser: suspender esta guerra contra los carteles que transportan droga a Estados Unidos; legalizar el consumo en México; y comenzar a atender el fenómeno de las drogas como un problema de salud pública, ya no de seguridad nacional. Esta guerra de todos modos nunca fue mexicana, fue una guerra de Estados Unidos, que no la quería pelear en su propio país, con sus tropas, poniendo su propios muertos. De hecho, esta guerra tan sangrienta en México, por arte de magia siempre terminó en la frontera de Estados Unidos. Adentro de Estados Unidos no hay enfrentamientos y no hay masacres.
México no es indefenso en este pleito que le armó Trump. Que Trump construya su muralla. Ya veremos si va a detener la droga, una vez que México ya no siga prestando su territorio y la vida de sus ciudadanos para detenerla.
México debe suspender también todos sus operativos contra los migrantes centroamericanos. Este último año, México ha deportado más migrantes a Centroamérica que los propios Estados Unidos – aunque solo van de paso. Igual que en el caso de la droga, México hace el trabajo sucio para resolver problemas no propios, sino del vecino del Norte. Veremos si el muro de Trump va a detener a los migrantes centroamericanos, si México deja de detener y perseguirlos. No lo creo.
Los gobiernos de Centroamérica deben unirse a México en esta defensa contra los planes de Trump. No sólo por solidaridad, sino por interés propio. Son los migrantes de Centroamérica que van a aguantar la primera ola de persecución. Ya lo dijo Trump. Y si Estados Unidos comienza a poner impuestos a las remesas, no será solamente para los mexicanos, sino igualmente a los centroamericanos. Tenemos muchas razones para hacer un frente común con México. Nuestros países, sobre todo Guatemala y Honduras, pero también El Salvador, igual han sido reclutados por Estados Unidos para pelear su guerra contra el narcotráfico. Todo el apoyo que recibimos de Estados Unidos es condicionado a esto. Hasta las políticas de seguridad pública nuestras se supeditan al intento de Estados Unidos de detener las drogas y los migrantes antes de que lleguen a sus fronteras.
Y una vez que Trump impone que el NAFTA se modifique para favorecer a Estados Unidos (“America First”), algún ingenuo puede creer que con nuestro TLC no va a pasar lo mismo. De todos modos, el FMLN nunca entendió los beneficios del TLC. Pero también vemos a algunos industriales salvadoreños bailando de alegría porque Trump suspendió el Tratado del Pacífico, porque los asiáticos nos hubieran hecho competencia. Posiblemente bailarán igual cuando Trunp joda a los mexicanos, porque también los ven como competencia. Entonces, ¿quién bailará en el entierro nuestro?
Nuestro presidente, en vez de andar en reuniones de CELAC, que solo sirve para los intereses de Cuba y Venezuela, debería ahora estar reunido con los presidentes de México y Centroamérica para construir una defensa común contra las amenazas radicales de Trump. Hablando paja del “imperialismo” no resuelve nada.
(El Diario de Hoy)