Otros empresarios, los que siempre han
crecido gracias a sus buenas relaciones con los gobiernos de turno, andan de
gremio en gremio diciendo que la salida de Jorge Daboub al fin abre la
oportunidad de poner a alguien capaz de limar las diferencias tan marcadas
entre el sector privado y el gobierno del FMLN y llegar a ‘entendimientos.’
No tengo ni idea quiénes son los candidatos
a presidir la ANEP, pero una cosa es clara: Siempre es positivo un relevo de
liderazgo y la entrada de personas con nueva energía e ideas renovadas, pero a
esta altura querer producir un cambio fundamental en la política gremial me
parecería un irresponsabilidad bien peligrosa. Mucho menos un cambio en
dirección de evitar conflictos con el gobierno y el FMLN.
A Jorge Daboub muchos lo han criticado
por su discurso muy duro. Puede ser que a veces se haya excedido, pero tomemos
en cuenta que le tocó enfrentarse a las permanentes embestidas de Funes contra
la empresa privada, y luego contra un FMLN que reafirma su vocación socialista
y muestra su desprecio por la institucionalidad democrática. Salvador Sánchez
Cerén es un presidente mucho menos agresivo que Funes, pero también mucho más
ideológico. Por muy cerrada que haya sido la línea de defensa marcada por la
ANEP bajo el mando de Daboub, nunca han roto el diálogo con el gobierno. Yo les
recomendé buscar el diálogo directo con el partido (con los que realmente
mandan en el FMLN), para llegar a entendimientos sobre áreas de concertación o
incluso cooperación y otros temas donde prevalece la confrontación y la
incompatibilidad. No sé si estos diálogos se han dado…
Una gran virtud de Jorge Daboub ha sido que
nunca perdió de la vista que a ANEP, como expresión política del empresariado,
no le toca la tarea de negociar y conciliar los intereses de los distintos
sectores económicos con el gobierno, sino una misión principal: defender la
seguridad jurídica y la institucionalidad democrática, que son condiciones
indispensables para el desarrollo de la libre empresa. Por supuesto esto iba a
chocar con el gobierno de un partido que está convencido que el estado, más
bien el gobierno, necesita ganar más control regulatorio o incluso
confiscatorio sobre la economía. Evitar este conflicto hubiera sido
irresponsable por parte de los dirigentes gremiales.
Las gremiales miembros de ANEP tienen que
poner a la cabeza de esta institución a alguien que tiene esto tan claro como
lo tuvo Jorge Daboub. Pueden buscar alguien con otro estilo, pero no alguien
que conduce al empresariado a la sumisión ante el gobierno.
Pero Jorge Daboub no ha estado solo en la
cúpula empresarial. A la par de él han estado dos hombres que, entiendo yo,
junto Daboub han definido y representado las políticas de la ANEP: Luis
Cardenal, hasta la semana pasado presidente de la Cámara de Industria y
Comercio, y Javier Simán, presidente de la Asociación de Industriales ASI. Me parece
lo más lógico que uno de los dos asuma la presidencia de ANEP y de continuidad,
aunque de forma renovadora, a la política exitosa de defender la
institucionalidad democrática. Muchos critican que esto es una conducta
demasiado política de ANEP, que mejor había que limitarse a sus funciones
gremiales. Gran falacia, este argumento. ANEP es la cabeza política del
empresariado, y tratar de cortarla dejaría el sector privado indefenso.
Obviamente no hay que confundir político con partidario.
En la construcción de la nueva cúpula empresarial
hay otro aspecto que hay que atender con urgencia: establecer una mejor
coordinación entre la dirección gremial y los empresarios prominentes que
integran importantes comisiones y concejos del gobierno, no en representación
de ANEP sino por nombramiento o invitación del presidente. Estos obviamente
necesitan actuar con autonomía, pero tampoco tiene sentido que actúen sin
interlocución y coordinación con la cúpula gremial. Si hay descoordinación, el
único que se aprovecha es el gobierno, y no con buenas intenciones.