El lenguaje, los términos que se escogen, le traicionan a uno y revelan lo que realmente piensa. “Analicen el lenguaje de los poderosos, y detectarán sus más ocultas intenciones”, nos dijo Walter Höllerer, poeta, novelista, y mi profesor de literatura en la Universidad Técnica de Berlin. Nos puso a analizar discursos para entender historia, política e ideología. Para el oficio de la crítica política, esta metodología resulta un instrumento ideal.
Usted, presidente, acusó a Jorge Daboub,
presidente de ANEP, de “terrorista mediático”.
Aquí la transcripción, en el marco de su
reality show ‘Gobernando con la Gente’ en San Miguel: ”¿Saben lo que
son los escopeteros? Que tiran, tiran, tiran, tiran. Y ya no le bastó eso, sino
que ahora se ha vuelto un terrorista mediático porque a través de la
información al pueblo ha jugado con el miedo de la gente y de los
pensionados... hoy sale este señor Jorge Daboub engañando a la gente."
Y
para mostrar que este lenguaje no fue un desliz al calor de un meeting
partidario, la oficializó en twitter, en su cuenta oficial: “El señor Jorge Daboub
ha pasado de escopetero a terrorista mediático...”
Analicemos
el concepto de ‘terrorismo mediático’. Si una persona o un sector político opta
por la palabra como su arma, sin ni siquiera considerar usar la violencia para
sus fines políticos, esta actitud jamás puede ser considerada ‘terrorista’. El
término de terrorismo, por definición, incluye la violencia, el terror
provocado por la violencia. Por más ofensiva que sea la palabra, nunca puede
constituir terrorismo. La única manera de justificar el término ‘terrorismo
mediático’ sería el uso de medios para difundir y propagar actos de violencia,
así como lo hace ISIS con sus videos sobre decapitaciones. Pero esto no es el
caso de ANEP y de Jorge Daboub. Ellos usan la palabra y su difusión como arma en
una disputa política pacífica.
El
hecho que usted, como presidente de la Republica, considera esto ‘terrorismo
mediático’ revela varias cosas: primero, su profundo desprecio a la libertad de
expresión, siempre cuando sea ejercida por su enemigo de clase; segundo, su
disposición y deseo de sancionar a esta crítica: uno no clasifica de ‘terrorismo’
algo que no está dispuesto de sancionar, reprimir, erradicar. Hacerlo o no es
una cuestión de correlación de fuerza y de conveniencia - por esta razón no
procede en el momento, pero su lenguaje traiciona y revela su concepción
ideológica: Usted está convencido que el gobierno, si las fuerzas ‘del cambio’
tuvieran la fuerza necesaria, tiene derecho de sancionar este ‘terrorismo
mediático’, así como sus correligionarios han hecho en Cuba, en Venezuela, en
Nicaragua, en Bolivia, en Argentina y en Ecuador – cada uno a su manera,
cerrando periódicos y canales de TV; enjuiciando a periodistas y otros críticos
del gobierno.
De
paso sea dicho: de las entrañas del Socialismo del Siglo 21 surgió el término
del ‘terrorismo mediático’. Coincide con la idea que las ‘clases dominantes’,
así como en el pasado usaron las Fuerzas Armadas y los escuadrones de muerte
para ejercer su dominio, hoy usan los medios de comunicación.
Todo
esto, estimado señor presidente, va implícito cuando usted se para enfrente de
sus más fervientes seguidores en su reality show presidencial y habla de
‘escopeteros’ y ‘terroristas mediáticos’, refiriéndose a quienes critican su
intento de sanear las finanzas del gobierno con una reforma de pensiones expropiatoria.
Irónicamente,
los ‘terroristas mediáticos’ son los mismos que hace pocos día usted invitó a
reanudar el diálogo con su gobierno. ¿Así que usted va a negociar con
terroristas? ¿O era paja lo del diálogo?
Presidente,
reflexione: Quienes usan la palabra y su difusión como arma política, sin
considerar en lo más mínimo el uso de armas de fuego y otras formas de
violencia, no pueden ser terroristas. Y el gobierno que así los considera demuestra
que no acepta el juego democrático de oposición y libertad de expresión.
Saludos,
Paolo Luers