Con mucha sorpresa me doy cuenta que ustedes -generales retirados y protagonistas de la guerra civil salvadoreña- aspiran a ser candidatos a diputados por el partido ARENA. Es un grave error por parte de ustedes. Y sería un grave error por parte de ARENA postularlos. Es una burla al anhelo de renovación y relevo de la sociedad.
Los dos de ustedes que me conocen (Orlando
Zepeda y Humberto Corado; a Mauricio Vargas no tengo el gusto de conocerlo
personalmente, aunque en Morazán a veces nos llegamos algo cerca en el
terreno…) saben que no soy anti-militar. Es más, saben que yo, como ex-guerrillero,
levanté mi voz en contra de esta estúpida corriente anti-militar que todavía cultivan
muchos dentro de la izquierda. Lo hice incluso cuando mis amigos de la Sala de
lo Constitucional sentenciaron que cualquiera que tuviera formación militar no
era apto para tener responsabilidades en Seguridad Pública. De paso sea dicho,
no escuché a ninguno de ustedes criticando esta sentencia…
Defendí a ustedes los militares también cuando
muchos exigieron la extradición de Orlando y otros a España para que enfrenten
otro juicio en el caso Jesuitas. Yo sostuve que con ustedes hicimos la guerra,
pero también la paz, y que juntos hicimos la reconstrucción del país - y por
tanto, yo defiendo sus derechos de la misma manera como defiendo los derechos
de los que han sido mis compañeros de armas.
Aunque no tienen ningún impedimento de
tipo legal, su regreso a la política activa sería un grave error. Así como es
un error histórico del FMLN que sigue bajo la dirección de los comandantes.
Lo que el país necesita con urgencia es
que las generaciones pos-guerra asuman su responsabilidad y enrumben El
Salvador a un futuro que ya no sea marcado por la polaridad de la guerra que
peleamos nosotros. Ante un FMLN inmóvil en sus trincheras ideológicas y su
liderazgo histórico, ARENA tiene la gran oportunidad de apertura hacia la
sociedad civil y la juventud que buscan protagonismo. ¡Y vienen ustedes para
postularse de diputados! Y además, por lo que he escuchado, con propuestas
viejas, obsoletas, como la pena de muerte, el estado de excepción…y otras
recetas guerreristas para responder al clamor de la gente que pide seguridad.
A más de 20 años de terminar la guerra, ni
ustedes los comandantes militares, ni los comandantes guerrilleros son los
llamados a conducir el país. Si quieren aportar a la renovación de las
políticas públicas, pónganse a abrir espacios para el releve generacional y de
ideas. Pero no a disputar los espacios a los renovadores.
Como se inscribieron en ARENA, entiendo
que al fin decidieron apoyar a este partido de oposición. Bueno, háganlo de
otra manera: Como militares, con su gran capacidad organizativa y con el
prestigio que todavía gozan en amplios sectores de la sociedad, pónganse a
apoyar a los nuevos liderazgos de la oposición, a los emergentes candidatos que
quieren erradicar la corrupción y reconstruir la ética política. Ellos compiten
con muchas desventajas contra el aparato del partido - y ustedes podrían
apoyarlos, con asesoría, con trabajo territorial, con la autoridad que todavía
representan. Estoy hablando de Rodrigo Molina, el luchador liberal, que está bastante
solo en el COENA; de Edwin Zamora y Ana Vilma de Escobar, que han estado casi
solos en la fracción; y de nuevas caras como Juan Valiente, John Wright (que no
es ningún extranjero, sino el nieto de don Billy Sol Bang), Claudia Gazzolo de
Munguía, Lucrecia de Domínguez, Jorge Santacruz y Javier Palomo, Juan Pablo
Foltán. Estas caras nuevas no lo tendrán nada fácil en el proceso interno del
partido – pero una vez que sean postulados, serán los que lo acercarán a la
sociedad civil y la juventud.
Ustedes, gente de experiencia y
autoridad, en vez de desgastar a la oposición en búsqueda de un liderazgo
propio que ya no les corresponde, podrían ser los motores detrás del relevo y
la renovación, no solo de ARENA, sino del país. Podrían nuevamente, como en el
proceso de paz y reconstrucción, mostrar su madurez y responsabilidad. No
quiten cupos a los liderazgos nuevos, respáldenlos.
Saludos, Paolo Lüers