Parece que al fin las iglesias se están despertando y se ponen las pilas para
responder a su obligación con la paz. Luego de quedarse, durante años, con
laudables pero insuficientes iniciativas aislados de prevención, la mayoría de
las iglesias históricas y evangélicas al fin unieron sus esfuerzos en una
poderosa Iniciativa Pastoral por la Vida
y la Paz, para participar activamente en la búsqueda de soluciones a la
epidemia de la violencia.
Y la Conferencia Episcopal católica, que
durante dos años había dejado solo a monseñor Fabio Colindres en su audaz (pero
para muchos incómodo) trabajo como mediador en el proceso de la tregua, al fin
hizo caso al llamamiento del papa Francisco y nombró a un grupo representativo
de obispos para emprender la difícil (y a veces impopular) tarea de hacer valer
su enorme peso en la construcción de un consenso nacional, sin el cual ningún
gobierno puede alcanzar la paz social y la reinserción de los decenas de miles
de jóvenes al margen de la ley y de la vida productiva.
Si el nuevo gobierno hace realidad su
anuncio de apertura y diálogo, no dejando afuera los esenciales áreas de
seguridad y de inversión en los municipios de mayor conflictividad, ustedes
como líderes religiosos parecen estar listos a ocupar y llenar con contenido
este nuevo espacio abierto, aportando lo que corresponde a las iglesias:
principios éticos, conceptos de reconciliación, caminos de humanización de los
conflictos…
Ahora está en manos de ustedes, los
obispos católicos, anglicanos, y luteranos, y los demás líderes religiosos, a
poner una segunda pata al hasta ahora débil proceso de pacificación. A través
de monseñor Colindres y algunos pastores prestaron sus buenos oficios como
mediadores entre las pandillas y entre pandilla, sociedad y gobierno. Pero esta
pata no es suficiente. Era ilusorio esperar que el proceso de diálogo con las
pandillas y su contorno social en las comunidades, podía llevarnos a una
pacificación sostenible, si no se estaba acompañada y coordinada por un diálogo
de toda la sociedad civil para preparar el terreno para la inserción e
inclusión, la reconciliación y el desarrollo local. La decisión de la iglesias
a tomar iniciativa en este diálogo crea ahora la expectativa que todos los
demás se van a incorporar constructivamente: gobiernos locales, empresarios, ONGs,
la academia y, por supuesto, el gobierno.
La decisión de los liderazgos religiosos
de asumir este compromiso con la paz (y de esta manera exigir que el gobierno
también lo haga), es la mejor noticia de los últimos meses desde que se
comenzara a asentar el polvo de la batalla electoral. Enhorabuena. Aunque les
va a llover bastante crítica, la sociedad va a terminar reconociendo su postura
valiente y sincera.
Saludos, Paolo Lüers
(Mas!/EDH)