Esto lo llamo lealtad. O podría llamarlo: huevos. El sábado pasado, cuando en su programa “Aló Presidente” Mauricio Funes dejó colgado de la brocha a su ex-viceministro de Seguridad Douglas Moreno, usted hizo lo justo y lo valiente: agarró el teléfono, habló a Moreno, lo invitó a la cena que como alcalde estaba dando esta misma noche a los periodistas para celebrar el día del periodista, y lo sentó en su mesa de honor.
Y cuando yo, que también fui invitado
suyo en esta cena, le pregunté porqué había hecho este gesto, usted me dijo:
¡Hay que ser leal, hombre! Este señor nos dio el respaldo que necesitábamos los
alcaldes para llegar a los pactos locales contra la violencia y para que las
pandillas se plegaran a estos acuerdos. Esta fue su tarea, encomendada por el
presidente, y mire cómo se lo agradecen ahora: Lo tratan como delincuente, para
que la fiscalía se encargue de él.”
Cuando a usted le tocó sentarse con los
pandilleros para amarrar el acuerdo de reducir en Ilopango la violencia y las
extorsiones, Moreno no se escondió, sino se sentó a la par suya. Esto fue su
pecado. Y luego, cuando tuvo que renunciar a su cargo por una denuncia de
violencia doméstica en su contra (que por cierto ya está resuleta por la
pareja), el presidente le da el tiro de gracia diciendo que nadie en el
gobierno sabía lo que este viceministro hacía...
Claro que usted, como alcalde que decidió
agarrar el problema de las pandillas por los cuernos, en vez de seguir dándose
la paja que la policía lo va a resolver, siente que si dejan solo a un
viceministro, el próximo que van a fregar es usted – y acusarlo de pactar con
criminales.
Así que usted reaccionó rápido aplicando
la filosofía que la mejor defensa es la ofensiva: habló a Douglas Moreno, lo
invitó, pero más bien mandó un mensaje a todos: al mismo presidente, al
ministro, a su propio partido y a los medios: Estamos en esto juntos con
Douglas, y si lo quieren fregar no estará solo.
Así fue que ante los incrédulos ojos del
gremio de periodistas, esta cena la presidieron juntos un alcalde de ARENA, que
en vez de aplicar las consignas electorales de su candidato cumple el mandato
de su comunidad; y Douglas Moreno, un hombre del FMLN recién caído en desgracia
en Casa Presidencial. No porque haya hecho algo mal, sino porque el gobierno
cambió de discurso y necesitaba un chivo expiatorio. Dos hombres que, a pesar
de todas sus diferencias políticas e ideológicas, se juntaron para dar
respuesta al problema principal del país: la violencia.
Usted, alcalde, le dio una lección
valiente al presidente, a los medios, y a su propio partido. Lo felicito.
Felices vacaciones, Paolo Lüers
(Más!/EDH)