Dicen algunos: Que bueno que al fin un
magistrado se haya declarado independiente de todas los amarres partidarios -
¿y no es esto lo que siempre pedimos: un tribunal con magistrados
independientes?
Suena bonito. Sin embargo, es una gran
falacia argumentar así. En un sistema como el nuestro, en el cual la confianza
de los partidos en el proceso electoral está basada en la representación
directa de los partidos en el Tribunal Electora donde se vigilan mutuamente
para que nadie pueda hacer fraude, no se puede tocar la correlación de fuerzas
dentro de este tribunal sin afectar la confiabilidad del proceso. Si un partido
pierde a su magistrado de confianza, porque de repente se declara
“independiente” (y al mismo tiempo entra en un gran berrinche público contra su
partido), mientras que los demás magistrados mantienen su carácter partidario,
la justicia electoral ya no está garantizada.
Esto nada tiene que ver con la reforma
electoral que casi unánimemente está pidiendo la sociedad civil, y que consiste
en cambiar de fondo el mecanismo de la justicia electoral, creando un Tribunal
Suprema Electoral compuesto por magistrados jueces, por definición
independientes de los partidos, que asuma la jurisdicción sobre los asuntos
electorales. En este caso, obviamente, todos los magistrados dejarían de ser
representantes de partidos y serán nombrados de otra manera: ya no de ternas
propuestas por los partidos, sino de una forma parecida a la elección de
magistrados de la Corte Suprema.
Confundir este exigencia de crear una
instancia independiente y desvinculada de las militancias y los intereses
partidarios con el actual debate sobre la situación del magistrado Araujo, es
absurdo y engañoso.
Como no soy jurista, no estoy seguro si
ARENA, en la situación creada por las declaraciones de Araujo, tiene derecho de
exigir que se sustituya al magistrado que ha perdido la confianza de su
partido. A lo mejor no. Lo que me parece obvio es que Walter Araujo, si tuviera
intenciones sanas de aportar a la transparencia del proceso electoral, debería
renunciar de su cargo en el Tribunal.
Walter Araujo, como cualquier otro, tiene
todo el derecho del mundo de criticar y exigir cambios a sus antiguo partido,
de descalificar a las autoridades partidarias, e incluso en convertir todo esto
en una campaña pública. Solo que no es compatible con su investidura como
magistrado del Tribunal Electoral. Y mucho menos con su responsabilidad
específica de asegurar que el partido que lo propuso tenga plena confianza en
el proceso electoral.
Por que esto es el mecanismo que como
resultado de los Acuerdos de Paz se implementó en El Salvador para asegurar la
justicia electoral en un país donde ningún partido confiaba en el otro. Luego
de muchas discusiones, se optó por un Tribunal Supremo Electoral, en el cual
los partidos se vigilan mutuamente. Y para organizar y administrar los eventos
electorales, este mecanismo ha sido sumamente exitoso y confiable. Es por esto
que no hemos tenido fraudes electorales ni mayores desconfianzas en el sistema.
Pero insisto: Esto funciona, cuando los partidos se sienten representados
dentro del TSE. Está basado en desconfianza.
Sigue pendiente la reforma electoral que
separe la administración de las elecciones de la función jurisdiccional. O sea,
hay que crear un Instituto Electoral que siga funcionando con participación
directa de los partidos, y un Tribunal con magistrados jueces profesionales e
independientes.
Lo que no se vale es, sin ninguna
reforma, introducir la “independencia” de 1 solo magistrado y así cambiar la
correlación interna dentro del TSE existente. Todos sabemos que una vez que un
bloque de partidos adquiere 4 de los cinco votos en el TSE, tiene manos libres
para cualquier decisión arbitraria. Con 2 magistrados cuidando los
intereses del FMLN, más 1 de Gana,
más Walter Araujo en campaña, y sólo 1 magistrado que representando a la
oposición, no puede haber confianza en el Tribunal. Walter Araujo tiene que renunciar.
(El Diario de Hoy)