Durante varios meses me mantuve fiel a mi propósito de ni mencionarle en mis cartas o columnas, para no dar peso no merecido a su columna semanal anti-Munguía Payés.
Pero todo tiene su límite. También mi
paciencia.
Tiene todo el derecho de criticar a David
Munguía Payés. Quien no puede vivir con la crítica que no acepte un ministerio.
Tiene hasta razón cuando, en su última
columna, critica el grotesco operativo militar de seguridad que armó el
ministro de Defensa para presentarse a la Asamblea Legislativa. Hasta yo podría
firmar esta parte...
Tiene todo el derecho de repetir
semanalmente en su columna que no está de acuerdo con la tregua, aunque la
repetición no necesariamente ayuda a sus argumentos.
Cada uno con sus mañas, fobias y
obsesiones... Pero si la obsesión con David Munguía Payés, que usted obviamente
heredó de su padre el general Emilio Ponce (QDEP), pasa de los límites de la
calumnia, alguien se lo tiene que señalar. Se sabe que durante la guerra,
Emilio Ponce y Munguía Payés tuvieron desencuentros muy fuertes sobre la
legitimidad de ciertas órdenes dadas por el primero y cuestionadas por el
segundo, y que mutuamente se amenazaron con llevarse a un tribunal de guerra,
por ordenar crímenes de guerra y por desobediencia, respectivamente. Pero esto,
señor Ponce hijo, fue un conflicto muy propio de las situaciones extremas en
que la guerra puso a sus protagonistas, y no debería nublarnos la vista décadas
más tarde, cuando vivimos en paz y discutimos políticas públicas de seguridad.
Ojo: Yo no soy partidario que se prohíban
o sancionen como calumnias las opiniones expresadas en el ejercicio de la
libertad de prensa. Critiqué incluso a la Sala de lo Constitucional por seguir
penalizando este tipo de opiniones calificadas de calumnias. Pero esto no
quiere decir que no voy a enfrentar en la tribuna pública a calumnias como las
que usted publica sobre un adversario político; más bien sobre su adversario de
todas las semanas: David Munguía Payés.
Usted puede hacer cualquier crítica, pero
cuando escribe en este Diario que “El poder de Munguía trasciende al de los
recursos a los que tiene acceso gracias a su puesto. También abarca el oscuro y
letal alcance de las estructuras criminales con las que pactó durante su
gestión al frente de Justicia”, usted esta cayendo en lo que los gringos laman
“character assassination” – o sea en lo más bajo posible. Usted está diciendo
que el ministro ejerce poder y dirección sobre “estructuras criminales”, o en
salvadoreño: sobre las pandillas. Usted está diciendo que el ministro de
Defensa puede usar a las pandillas contra sus adversarios políticos y por tanto
se convierte “en una verdadera amenaza para la seguridad del país y,
especialmente para aquellos que disienten con los torcidos caminos por los
(que) ha traído y pretende llevar a El Salvador”.
Está progresando, señor Ponce. En la
última entrega de su columna permanente contra Munguía Payés, hace menos de una
semana, todavía se escondió detrás de otros cuando escribió que el ministro de
Defensa era “señalado en un informe elaborado por una firma estadounidense, por
presuntos nexos con estructuras criminales”. Bueno, detrás de Douglas Farah y
su famoso “informe”...
¿Qué será lo siguiente en esta novela? Va
a revelar un plan de Munguía Payés de usar un operativo conjunto de la Fuerza
Armada con las pandillas MS13 y Barrio 18 para tomar el poder en un golpe de
Estado?
Estamos pendientes, semana por semana,
entrega por entrega. Saludos, Paolo Lüers
(Más!/EDH)