¿Qué pasó? Desde lejos (porque no pude cubrir estas elecciones desde adentro de Venezuela) leí mal los señales.
O más bien: No leí todas las señales. Discutiendo con otros analistas, a pocos días de las elecciones, les expuse mi lectura: Aunque la mayoría de las encuestas no lo reflejaron, en la recta final de la campaña hubo una ruptura anímica, sobre todo en el sector que normalmente se abstiene. Hubo elementos que mostraban que se estaban rompiendo las dos barreras principales responsables de la abstención: el miedo y el escepticismo. Las últimas concentraciones de Capriles en Caracas y otras ciudades lo mostraban: la gente salía al encuentro de este joven candidato en números y con un entusiasmo inesperados. Parecía que el discurso reconciliador, moderado y reformista de Capriles calaba al final de la campaña. Conclusión: si esta ruptura se traduce en porcentaje muy alto de votación, o sea si los escépticos y miedosos realmente salían a votar, Capriles gana.
Cuando el día de las elecciones era visible que la votación estaba muy alta, cuando a mediodía ya habían votado el 70% y aun había colas, todo parecía indicar que el favorecido de la masiva votación iba a ser el candidato opositor.
Y fue así. De hecho, Capriles aumentó el voto opositor a un número record, consiguió 1.7 millones votos más que el candidato opositor del 2006. En cambio, Chávez solo logró sumar 300 mil votos nuevos, siempre en comparación con su última reelección.
Pero lo que no percibí fue otra señal, otro efecto anímico de la recta final de la campaña. Todas las encuestas señalaban que Chávez se había estancado, que estaba en ventaja, pero que ya no crecía, que ni siquiera llegaba a consolidar su voto tradicional. Esto significaba que una parte de los votantes tradicionales del chavismo estaban desertando al abstencionismo o incluso a una oposición que prometía mantener el gasto social de Chávez, pero haciéndolo más efectiva y transparente y convirtiéndolo en inversión social. Pero resulta que en la recta final, cuando parecía que Chávez podía perder, su partido logró movilizar y animar nuevamente a sus bases. Al fin caló el discurso de Chávez que en esta elección estaban en juego todos los logros de su gestión, sobre todo las subvenciones multimillonarias a los sectores populares. Chequera gana a galán.
Entonces, mi lectura que por más baja la abstención, mejor resultado para la oposición, no era correcta. Ambos candidatos se favorecieron con la movilización final de los votantes. El hecho que al final hasta el último venezolano entendió que en esta elección realmente se jugaba la revolución bolivariana como tal, movilizó las reservas tanto de la oposición como del chavismo. Mantuvo su ventaja Chávez.
¿Y ahora qué va a pasar en Venezuela? La oposición obviamente se consolidó, pero también el chavismo. Quedan confirmados dos bloques políticos bien definidos, bien organizados, bien enfrentados y casi antagónicos, cada uno representando una mitad de los venezolanos. Hay que reconocer el apoyo popular que Chávez, con todo el desgaste de 13 años de gobierno y múltiples problemas no resueltos del país (violencia, inflación, erosión del aparato productivo) ha logrado consolidar. Pero hay que reconocer igualmente que bajo el liderazgo de El Flaco Capriles y con la línea socialdemócrata, bajo la cual él y otros dirigentes jóvenes unieron los movimientos y partidos de centro y centro-izquierda, nació una oposición consolidada que representa la otra mitad de los venezolanos que rechazan el camino a una economía del estado y una democracia sin división e independencia de poderes.
En la noche de la victoria de unos y la derrota de otros, ambos candidatos mandaron señales positivos, hablando de reconciliación y diálogo nacional. Ahora todo depende si Hugo Chávez, confirmado por el voto popular, hace realidad su anuncio de la campaña de “profundizar el socialismo”, o si entiende que un cambio de sistema económico y político en contra de la voluntad expresa de la mitad de la ciudadanía no es sostenible sin imposiciones y exclusiones. En la noche del domingo, su discurso era ambiguo: al principio en tono conciliador, al final la acostumbrada arenga revolucionaria que siempre culmina en la consigna “¡Socialismo o muerte!” Si Chávez se va por esta via, la polarización se profundizaría, pero ahora con un bloque opositor legitimado y consolidado.
Para la oposición esta derrota es la prueba máxima. Pronto veremos si logra mantener la unidad construida en los últimos 3 años; si Capriles se proyecta como líder de esta unidad; si se mantiene el discurso conciliador y reformista o si sectores de derecha logran introducir nuevamente su veneno golpista y reaccionario. La próxima prueba: las elecciones de gobernadores en diciembre de este año.
La otra incógnita es el estado de salud de Chávez. Sorprendió al mundo mostrando que sí tuvo fuerza suficiente para terminar bien la campaña. ¿Pero tendrá la fuerza para cumplir el nuevo mandato de 6 años? En caso que no, otro dirigente chavista (que nadie ve quién podría ser) tendrá que enfrentar a Capriles en elecciones presidenciales anticipadas.
(El Diario de Hoy)