Horacio Castellanos Moya, autor de las únicas novelas salvadoreñas de la postguerra que valen la pena, es chero mío. Digo esto para que sea claro que lo que escribo sobre él no es ni imparcial ni incoloro. Hemos compartido, aparte de innumerables botellas de diferentes bebidas embriagantes, la aventura de dirigir un proyecto mediático (llamado "Primera Plana"), que según nosotros iba a modernizar, profesionalizar y elevar éticamente al periodismo salvadoreño. Lo suspendimos cuando nos dimos cuenta, un año más tarde, que los periódicos, para que además de buenos sean exitosos, no pueden ser concebidos como un regalo que algunos iluminados quieren dar al pueblo, sino que tienen que surgir de una demanda real. Una demanda tan sentida y urgente para que lectores, periodistas, anunciantes, e inversionistas estén dispuestos a compartir el riesgo de construir un periódico tan independiente que lo odiaba el FMLN igual que ARENA.
Para explicar quién es este escritor salvadoreño que tiene décadas de andar ganándose la vida en Canadá, México, Guatemala, Alemania, Japón, Estados Unidos, pero nunca dejó de escribir sobre El Salvador, mejor reproduzco aquí la carta que le mandé vía Más!:
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Horacio:
En este país, en especial entre la gente que se considera de izquierda, hay una tendencia rara: Hay tantos que reclaman haber sido héroes y protagonistas en tiempos de la guerra, que uno se pregunta: ¿Si han sido tantos los insurrectos, los rebeldes, los que en secreto apoyaron la causa, cómo es que no ganamos?
Pero lo perverso es que los que no logran presentarse como héroes, se presentan como víctimas. El nuestro parece un país habitado de luchadores y mártires. Pareciera que lo que menos hubo son ciudadanos comunes y corrientes que han vivido la historia observando y sobreviviendo...
No estoy diciendo que no hubo héroes. Los hubo de sobra. Mucho menos estoy diciendo que no hubo víctimas: hubo decenas de miles.
Lo que quiero decir es: También hay que reivindicar a los ciudadanos comunes que simplemente lucharon para sobrevivir.
Y ahí entrás vos, Horacio, que tuviste el valor de romper esta perversa percepción que en la historia nuestra uno o fue héroe o fue víctima. En medio de esta moda insoportable de la "memoria histórica" que sólo conoce luchas y sufrimientos, vos publicás un librito con el título: "Breves palabras impúdicas". Y sin pudor escribís: "A finales de 1978, no me cabía la menor duda de que mis compañeros de generación, poetas o no, iban con ritmo precipitado hacia la militancia revolucionaria; comprendí también que no había más opciones: tomar partido o largarse. Yo decidí largarme".
Esto es lo más honesto y lo más valiente que he leído en años sobre nuestra historia, donde todos quieren asumir los papeles clásicos: o héroe o víctima. Los izquierdosos románticos sólo pueden verse en estos papeles. Como el cupo para héroes es limitado, crean toda una cultura espantosa de víctimas. Gracias por poner en duda esta cultura, Horacio. Sos de los pocos escritores que entendieron que su oficio no es crear mitos y leyendas, sino romperlos.
Hasta el próximo whisky, Paolo Lüers.
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Un macho sin dueño como Horacio Castellanos Moya obviamente no estaba hecho para dirigir un periódico exitoso en El Salvador. Tampoco yo. Por eso, luego de cerrar Primera Plana en 1995, mejor me dediqué a vivir de otro medio de comunicación: la barra de La Ventana. Y Horacio volvió a salir del país para escribir libros que a la mayoría de los salvadoreños no les gustan porque no los retratan como quieren verse, sino como los ve Horacio: atrapados en traumas, fobias y violencias.
Pero como Horacio Castellanos Moya es disciplinado y obstinado, sigue rebuscándose para sobrevivir y para seguir escribiendo. Poco a poco está construyendo una obra que de repente lo convertirá en una voz que representa a América Latina. No tiene país que se siente representado por él, este es su problema. Pero también es su virtud que lo convierte en escritor universal.
(El Diario de Hoy)