Todavía estamos esperando que nuestro presidente exprese su admiración por Lula emulando sus políticas de diálogo permanente y construcción de consenso con los empresarios nacionales. O instruyendo a su gabinete de seguridad a viajar a Rio de Janeiro para presenciar y entender cómo el gobierno de Brasil usa una combinación de fuerzas especiales de la policía y de la Fuerza Armada para combatir a las pandillas y romper el control que las mafias ejercen sobre barriadas enteras. Viendo las noticias de Rio, de repente se vuelve interesante tener como amigos a Lula y sus ministros...
De nada nos sirve que nuestro presidente adopte a Lula como padrino, si no sabe traducir esta relación en otra cosa que negocios poco transparentes como la compra de buses brasileños financiados por prestamos brasileños. Y mucho menos nos sirve su amistad con el presidente de Brasil si le lleva a Funes a comprar a este país aviones de combate, que ni siquiera nuestros militares han solicitado. Esto más bien parece emulación de las locuras de Hugo Chávez, quien está comprando submarinos rusos y aviones de combate franceses para tener contentos a sus colegas militares.
Ojalá que el otro padrino que nuestro presidente huérfano ha adoptado, Barack Obama, logre hacer entender a su apadrinado algunas verdades sobre temas como las finanzas públicas en tiempos de déficit. Y cómo acercarse a la oposición escuchándola...
Ojalá que los asesores en Casa Presidencial le hagan llegar al escritorio de su jefe esta noticia de The New York Times de este lunes 29 de noviembre: "El presidente Obama anunció que va a congelar, por dos años, los salarios para trabajadores del gobierno federal. Con esto, Obama trata a responder a las preocupaciones respecto al nivel altísimo del gasto y del déficit. 'La dura verdad es que para controlar este déficit serán necesarios amplios sacrificios, y estos tendrán que ser compartidos por los empleados del gobierno federal', dijo Obama en una conferencia de prensa en la Casa Blanca".
El problema es que hasta ahora nuestro presidente a sus ídolos Obama y Lula les ha emulado de una manera muy selectiva. Les ha emulado solamente sus discursos, sobre todo los discursos donde hablan del cambio y donde hacen promesas, y no sus políticas públicas reales con los cuales se enfrentan a los problemas y crisis de sus países. La manera cómo Lula se enfrenta al reto de la seguridad es muy distante a sus discursos populistas. Igual las políticas de austeridad que Obama está obligado a adoptar, por dos razones: que con su programa original no ha logrado la recuperación económica, ni la reducción del desempleo ni mucho menos la reducción del déficit en las finanzas públicas de Estados Unidos; y segundo, porque perdió el control del Congreso.
Lo que hace interesantes a dirigentes como Lula y Obama no es su discurso populista de cambio, sino su sentido práctico de no olvidarse de las políticas reales y, cuando sea necesario, impopulares. Esto, hasta ahora, parece que no lo entienden en Casa Presidencial. Obama y Lula saben distinguir entre discurso y política. Funes, no.