lunes, 17 de mayo de 2010

No hay proyecto

Nunca me hubiera imaginado que el proyecto político de Mauricio Funes se acabara tan rápido. Parece que a un año en Casa Presidencial, a Mauricio Funes no le queda más proyecto que aguantar (y hacernos aguantar a todos nosotros) sus restantes cuatro años de gobernante, y su "estrategia" se reduce a asegurar que no se desmorone su gobierno -y el país...

Nunca he hablado con Mauricio Funes de su proyecto político, de lo que pensaba y soñaba hacer con el poder. Entonces, no es correcto que hable del proyecto de Mauricio Funes, porque francamente no sé si existía o en qué consistía. Hablo mejor del proyecto político que muchos vieron representado en Mauricio Funes y que los motivó a unirse a la campaña (y luego al gobierno) del binomio FMLN-Funes.

Estoy hablando de los sectores de izquierda (y del centro democrático) que se unieron a la alianza FMLN-Funes a pesar del FMLN y apostando a un supuesto proyecto político diferente al FMLN. Y no sólo diferente, sino un proyecto capaz de romper la hegemonía que en la izquierda de la posguerra han tenido las corrientes autoritarias, ortodoxas y populistas.

Así me lo manifestaron, en acaloradas y repetidas discusiones, muchos de mis amigos que antes, durante o después de la campaña electoral decidieron apostar activamente a Mauricio Funes y un proyecto de transformar la izquierda salvadoreña en una fuerza constructiva, defensora de la democracia y respetuosa a las libertades y de la economía social del mercado.

A mí, el incrédulo que sostenía que no había forma de crear una izquierda democrática aliándose y llevando al poder a la izquierda antidemocrática, me dijeron los que hoy trabajan en Casa Presidencial y otros centros del Poder Ejecutivo que yo no entendía que esta (la llegada al poder de Funes) era la oportunidad histórica (y tal vez única) de ganarle a la actual dirigencia la batalla por el rumbo de la izquierda. Decían que usando el poder presidencial y el carisma de Funes iban a dejar al FMLN dos opciones: o se transforma en un partido reformista y socialdemócrata, o surge un partido nuevo que deja a la ortodoxia aislada y sin futuro.

Hagamos balance hoy, a un año de que ellos han asumido el gobierno junto a Mauricio Funes, el clan Cáceres y el FMLN. Las dos opciones de transformar a la izquierda han fracasado. El FMLN, como era de esperar, no permitió que sus aliados se les metieran en la casa. Juntos, pero no revueltos. Es una cosa hacer una alianza con sectores no revolucionarios, y otra diferente (e inadmisible) construir un proyecto político conjunto.

Por tanto, al hacer la alianza con el grupo Funes/Cáceres y con sectores de la izquierda democrática, inmediatamente el FMLN cerró herméticamente las puertas y las ventanas para que no entren ni gente ni ideas extrañas al proyecto del Socialismo del Siglo 21.

Quedaba la otra opción: crear una fuerza nueva capaz de romper la hegemonía del FMLN como expresión de la izquierda salvadoreña. Durante un año en el gobierno, nadie (ni el presidente, ni los empresarios que durante la campaña crearon el Movimiento Amigos de Mauricio Funes, ni los sectores de izquierda democrática que entraron al gobierno) han invertido el mínimo trabajo en esta tarea organizativa. Por lo contrario: el Movimiento Amigos de Mauricio Funes se convirtió en una agencia de cargos en el Estado; el partido Cambio Democrático, ya debilitado por al pacto a última hora con el FMLN y con Funes, se terminó debilitando y borrando del mapa político con interminables pleitos por el liderazgo y por cargos en el gobierno.

El capital político de varios de los personajes de la izquierda democrática (Héctor Dada, Héctor Silva, Álex Segovia, Jorge Meléndez, Roberto Turcios, Guillermo Galván, la doctora Isabel Rodríguez) se derritió, porque entraron al gobierno FMLN-Funes-Cáceres como individuos, no como grupo con una estrategia común. Por eso nunca lograron perfilarse como proyecto propio diferente al FMLN y diferente al grupo Funes-Cáceres-Mecafé.

En vez de dedicarse a la tarea ardua (y para la mayoría de los nuevos socios del FMLN extraña) de construir una fuerza nueva, apostaron durante un año entero a apostar a fuerzas prestadas.

Durante meses, la eminencia gris de Casa Presidencial, Gerardo Cáceres, y Mauricio Funes se dedicaron a conspirar con GANA, Toni y Herber Saca, personeros del PDC y del PCN, y con un grupito de financistas oscuros a construirle a Casa Presidencial una "nueva base de gobernabilidad".

Pero gobernabilidad no entendida como un proceso democrático y transparente, sino como un instrumento de chantaje del presidente contra sus socios del FMLN y al mismo tiempo contra ARENA. Chantaje contra el FMLN para que no piense que el presidente sólo depende de ellos. Chantaje contra ARENA, para hacerles ver que si van por el camino de una oposición consecuente, se quedan solos y aislados y sin poder legislativo.

Este ha sido el proyecto político donde más ha invertido Mauricio Funes. No tiene nada que ver con una nueva izquierda. Tiene que ver con dar a todas las fuerzas corrompibles (de derecha y de izquierda) la posibilidad de unirse coyunturalmente, sin que nadie tenga que romper con sus aliados.

Funes puede seguir gobernando con su principal socio FMLN. Con forcejeos políticos y sobre cómo repartir el pastel gubernamental, pero sin ninguna intención de romper. GANA y los Saca pueden de repente regresar al seno de la oposición y retomar su discurso de "nueva derecha".

Cuando ahora, luego de un año entero de estar en Casa Presidencial, Mauricio Funes nuevamente trata de revivir la ilusión de un proyecto político propio, es obvio que se no trata de más que palancas en este juego de conspiraciones arriba descritas.

En una época de máxima tensión con el FMLN por la recomposición del gabinete y del pacto de coalición, Mauricio Funes invita a Casa Presidencial a 300 ex-jefes guerrilleros que han quedado fuera del FMLN o por lo menos marginados del poder partidario.

Luego de años de estar muy distanciado de este contingente de la izquierda, si no enfrentado y enemistado, Funes de repente les ofrece apoyo en proyectos de inserción a cambio de respaldo político y (sobre todo) moral en sus mediciones de fuerza con el FMLN -y al mismo tiempo con la derecha política y empresarial que no quiere aceptar el aumento de impuestos disfrazado como "reforma fiscal".

En este mismo contexto, Funes y los Cáceres lanzan la reedición de los Amigos de Funes: el Movimiento Ciudadano por el Cambio, declarando al presidente como "líder del movimiento", y a su operador político, Gerardo Cáceres, como "coordinador" de una fuerza que se apresta a crear alianzas electorales en el futuro.

Espero que los sectores de izquierda democrática -tanto los que ya integran el gobierno, como los recién invitados jefes de la guerrilla histórica, así como los ex-dirigentes del ERP- no se dejan enganchar para formar parte de un movimiento creado en Casa Presidencial.

No existe ejemplo en la historia que del centro del poder presidencial surja un proyecto político de izquierda decente. Prestarse a esta maniobra sería el tiro de gracia a la izquierda democrática salvadoreña ya bastante debilitada por malas decisiones políticas y electorales.

(El Diario de Hoy)