La administración Funes ha transformado al ‘Consejo Nacional de Cultura’ (Concultura) en la ‘Secretaría de Cultura de la Presidencia de la República’.
Dice el decreto ejecutivo 8 (del 25 de junio de 2009), el cual da vida a la Secretaría de Cultura, en su articulo 13: “Se trasladan a la Presidencia de la República el personal y los bienes que forman parte del Patrimonio de Concultura”. O sea, se trasladan a control de Casa Presidencial museos, sitios arqueológicos, bibliotecas, teatros, casas de cultura, orquesta sinfónica, el CENAR, la Escuela Nacional de Danza, la Compañía Nacional de Danza... ¡hasta los animales del zoológico!
Según un comunicado oficial de la presidencia, “con este cambio, el gobierno del presidente Funes eleva el rango que tenía Concultura y proyecta un apoyo más decisivo a las distintas expresiones de la cultura salvadoreña.”
De una entidad del Estado, la autoridad cultural se ha convertido en una herramienta del ejecutivo, mejor dicho de Casa Presidencial. Esto tiene todo el sentido del mundo en el caso de la Secretaría de Comunicación o de la Secretaría Técnica. Son, por definición, herramientas de trabajo de la presidencia. La Secretaría de Comunicación no es responsable de las comunicaciones del Estado, mucho menos de la sociedad en general; ni siquiera del ejecutivo. Es -y tiene que ser- la unidad que maneja las comunicaciones de Casa Presidencial, siguiendo el lineamiento directo y sirviendo los intereses políticos del presidente.
Así la Secretaría Técnica: Es el instrumento, mediante el cual el presidente coordina al ejecutivo. El presidente es el jefe del ejecutivo, y su secretario técnico es su gerente. Un presidente siempre necesita, a su plena disposición, a su secretario privado, a su secretario de comunicación y a su secretario técnico.
Pero la cultura es otra cosa. Concultura, por lo menos en teoría, no tenía la función de ejecutar las ideas culturales del presidente de la República. Es el Estado, es la sociedad en general que necesitan una entidad que administre sus instituciones culturales, sus museos, sus teatros, sus casas de cultura; que genere políticas culturales y que fomente los procesos creativos. Los artistas, investigadores, promotores culturales, que trabajan en las distintas instituciones coordinadas por Concultura (y hoy por la nueva Secretaría), asumen funciones del Estado, no del gobierno, mucho menos de la presidencia. Yo no sé si Concultura realmente fue una institución plural, donde no importaban las afiliaciones partidarias. Pero transformándose en Secretaría de Cultura de la Presidencia ciertamente no va en dirección de más pluralidad y menos politización. Para fomentar la pluralidad, la inclusión de todas las expresiones culturales y artísticas, había que fortalecer la autonomía de la institución, en vez de supeditarla a las lógicas del aparato político de Casa Presidencial.
Significa una gran diferencia si, por ejemplo, las casas de cultura en los municipios, se proyectan como instituciones plurales y abiertas, o como instrumentos dentro de una secretaría de la presidencia que tiene por misión “propiciar un cambio cultural” (artículo 13 del decreto ejecutivo que da vida a la Secretaría de Cultura). ¿Qué lugar y qué apoyo tendrán, entonces, los artistas que no buscan ‘un cambio cultural’?
Hay consenso: Era necesario sacar a Concultura del Ministerio de Educación - pero para darle más autonomía. Lo que la cultura y las artes necesitan es exactamente lo contrario de lo que les recetó el gobierno Funes: Se necesita crear una entidad cultural autónoma, con un estatus de autonomía parecido al que gozan las universidades públicas, supervisada por una junta directiva con amplia participación de la sociedad civil, de los sectores creativos, de las universidades, etc.
Por cierto, lo mismo es cierto para los medios de comunicación estatales: En vez de darles autonomía, el presidente Funes los concentró en la Secretaría de Comunicación de la Presidencia, con el grave peligro de convertirlos en instrumentos políticos y de propaganda del gobierno de turno.
Lo preocupante es que todo esto está pasando sin debate público. Hace falta un debate público y profundo sobre la relación Estado-gobierno. Secretarías como la de Cultura, la de Inclusión Social (donde se fusionan las antiguas Secretarías de Juventud y Familia), no deberían ser instrumentos de la presidencia. El gobierno ‘del cambio’ no sólo reproduce las mismas prácticas erróneas del gobierno anterior (que de manera sinvergüenza usó la Secretaría de Juventud para fines políticos y partidarios), sino las extiende a otros campos: cultura, medios estatales, y.... planificación. Porque también la nueva Secretaría de Asuntos Estratégicos nace con el mismo defecto: nace como instrumento político de la presidencia, no del Estado, no de la sociedad. Sobre su creación, que teóricamente tiene mucho sentido, pesa el pecado original de la muerte violenta de la Comisión Nacional de Desarrollo (CND) a manos del gobierno Funes. La CND sí era autónoma y plural, pero tuvo que ceder sus funciones a una secretaría de la presidencia. Mala señal, igual que en el caso de cultura...
Urge un debate de la sociedad sobre estos cambios donde el estado pierde y el ejecutivo, mejor dicho la presidencia, gana control.
(El Diario de Hoy/Observador)