El presidente colombiano Álvaro Uribe está próximo a desvelar su gran secreto: ¿ambiciona un tercer mandato? En las últimas semanas ha ido dejando caer como tentaciones a sus partidarios un "quiero pero no debo", que apunta en una sola dirección: repetir. Pero hasta hoy sólo consiente que los radicales del uribismo sigan con el procedimiento que es largo y repleto de cautelas y garantías; y, probablemente, lo único que puede impedir que Uribe tenga la mala ocurrencia de querer de nuevo sucederse a sí mismo en junio de 2010.
Ganó la votación del Senado; esta semana afronta la de la Cámara, que se anuncia mucho más disputada, para aprobar la reforma constitucional que permita celebrar un referéndum sobre su reelección; en este largo procedimiento sigue el dictamen de la Corte Constitucional, con varios magistrados que no son precisamente proclives al mandatario, pero que nada impide que puedan tomar en consideración los argumentos favorables a la reforma. A Uribe tampoco le basta, sin embargo, con sacar adelante el referéndum, sino que necesita que acudan a votar siete millones y medio de conciudadanos. Sobre más de 30 millones potencialmente con derecho a sufragio no parecen demasiados, pero en Colombia las tasas de abstención han sido históricamente elevadas.
El intento de romper con la limitación de mandatos es un fenómeno continental. Tras más de un siglo en que las legalidades latinoamericanas propugnaban la estricta limitación para combatir el abuso de poder, el tráfico de influencias y la corrupción -y hasta la tentación dinástica-, cada vez son más los dirigentes que parecen decirse que si el venezolano Hugo Chávez puede optar a la presidencia sin medida ¿por qué no los demás?
Todo lo que podía hacer Uribe, como dar al país una nueva confianza en sí mismo y arrinconar a la guerrilla de las FARC, ya lo ha hecho. Poco cabe esperar de otro mandato y ni la renovada ayuda militar norteamericana, ni su indudable batallar aseguran la victoria final sobre el narcoterrorismo. Será la fatiga de la democracia, en cambio, la que pague la factura de ese neocaudillismo. ¿Cómo cabría criticar al presidente venezolano si Uribe gozara de una tercera oportunidad? Y nadie puede dar garantías de que a la tercera vaya la vencida, una vez roto el principio de la limitación de mandatos.
(El Pais, Madrid)