Sigamos con el tema del periodismo. Ya terminó el ‘mes del periodista’ - sigue lo cotidiano. Continua la arrogancia del gobierno Funes frente a los periodistas que buscan información, entrevistas, transparencia. El interrogador no contesta preguntas. Y sus ministros y otros funcionarios dicen que el único autorizado a hablar es el presidente.
Todo se cocina en secreto. La política se proyecta como conspiración. Las negociaciones legítimas y necesarias parecen trueques.
¿Qué pasó con la transparencia y la rendición de cuentas, las dos palabras que aparecían en cada capítulo de ambos programas de gobierno?
¿Por qué el presidente Funes no puede, como lo hacen la mayoría de sus colegas, convocar conferencias de prensa semanales para contestar las preguntas que la sociedad le hace mediante los medios?
¿Por qué el secretario de Comunicaciones de Casa Presidencial no es capaz de explicar cuáles son los mecanismos y canales de la comunicación de este gobierno? En una entrevista en El Faro, tartamuda ante las insistencias del reportero de que explique la política de comunicación del gobierno.
La comunicación de este gobierno está centralizada en manos de Casa Presidencial como pocas veces en la historia. Y Casa Presidencial está entre mudo y tartamudo. ¿Y entonces?
Siempre cuando pasa esto, detrás hay algo que quieren esconder. En este caso parece que lo que quieren esconder es el desorden, la improvisación, la ineficiencia que todavía sigue caracterizando al gobierno a más de dos meses de haber asumido el poder.
¿O serán que quieren esconder las contradicciones que siguen existiendo dentro del gobierno, entre los hombres del presidente y los hombres del partido?
Todo esto es mucho más grave que la incapacidad comunicacional de un grupo de comunicadores encabezado por un comunicador. Es más grave que un problema de información. Es un problema de debate.
Un gobierno nuevo, como es natural, se topa con resistencias, contradicciones, problemas. Pero la mayoría de estos obstáculos sólo serán resueltos si la opinión pública interviene, presiona, y toma posición. Para facilitar esto, se necesita debate. Y para debatir, se necesita información. Y transparencia: Tienen que ser claras las posiciones de cada uno, y lo que está en juego.
Resolver este tipo de problemas en secreto, conspirando en vez de debatiendo, no le conviene a ningún gobierno. Sólo los gobiernos autoritarios se pueden dar este lujo, ya que en última instancia no les importa el debate, la opinión pública, las acuerdos. Imponen sus soluciones. Y punto.
El gobierno Funes no puede gobernar imponiendo. No tiene las mayorías, no tiene los amarres institucionales, no tiene los mecanismos. Ni creo que tenga las intenciones. Está, por suerte, condenado a debatir, a crear correlación de fuerza en la opinión pública. Este gobierno tiene que comunicarse con los medios y las personas que crean opinión pública. No sólo con los medios de comunicación, sino igualmente con universidades, tanques de pensamiento, empresarios y gremios de profesionales.
Lo peor error que puede cometer el presidente Funes es brincarse de los medios (y los demás intermediarios) y apostar a un discurso populista y demagógico: el líder hablando a su pueblo. Al estilo de Hugo Chávez. El costo sería altísimo. Al principio funciona, pero al rato se vuelve monólogo tragicómico. Y la opinión pública no se gana con monólogos. Entonces, surge la necesidad de reprimir la libertad de prensa, a cerrar radios y canales y sustituirlos por medios estatales.
Estoy convencido que, a parte de los ‘bolivarianos’ duros en el partido y en el movimiento de calle, nadie quiere llegar a esto. La mejor manera de prevenirlo, para el presidente y su gobierno, es apostar a más transparencia, más debate, más información.
(El Diario de Hoy)