lunes, 13 de abril de 2009

Los cambios ministeriales, un proceso sano y necesario. Explicación de las causas.

Documento distribuido entre los miembro del PCC de Cuba para explicar recientes destituciones de Lague y Pérez Roque

Todos los revolucionarios deben conocer las causas de la destitución reciente de varios funcionarios cubanos, de personas que hasta hace unas semanas ocuparon puestos de máxima responsabilidad dentro de la Revolución, pero que traicionaron la confianza depositada en ellos por Fidel y Raúl.

Aunque Fidel, con la generosidad que lo caracteriza, evitó entrar en detalles que afectaran aún más la reputación que esos dirigentes despilfarraron con sus actos indignos, es importante que los cuadros del Partido, los dirigentes del gobierno y los amigos de la Revolución en otras partes del mundo conozcan estas causas.

Hay quien piensa que no deben explicarse, que al hacerlo se le “dan armas al enemigo”. Pero lo que no vamos a hacer los verdaderos revolucionarios es escondernos para defender nuestros principios, ni ocultar los errores que algunos cometieron, ni callar cuando algunos han traicionado la confianza de Fidel y de Raúl, como si aún así merecieran nuestro respeto o nuestra lástima. Los errores deben explicarse para que no se repitan, para que otros dirigentes o cuadros del Partido no bajen la guardia, para que aquellos que no han luchado en la Sierra ni han hecho nada por el triunfo de la Revolución no pequen de exceso de protagonismo y se crean que los puestos que ocupan les pertenecen de manera indefinida. Tienen que saber que los cargos son siempre de la Revolución, para servir al pueblo, y que los mantendrán solamente si se mantienen por el camino de la revolución, marcado por Fidel y Raúl.

José Luis Rodríguez y Carlos Lage:
José Luis Rodríguez es un buen funcionario desde el punto de vista tecnócrata, pero se ha dejado seducir por las ideas importadas de los cambios fracasados en el ya desaparecido campo socialista. Ya en pleno período especial, planteó como posible solución para los problemas de Cuba una reforma económica en la que se permitiría la pequeña empresa privada. Fue requerido por las máximas instancias de nuestro Partido, y el propio Raúl tuvo que intervenir para detener esa corriente que se apartaba del verdadero pensamiento revolucionario y que se estaba incubando por algunos “estudiosos” del ya desaparecido Centro de Estudios de América (CEA). Por su gran capacidad de trabajo, y teniendo en cuanta el momento de confusión que los cambios en la Unión Soviética pudieron provocar en algunos, se le dio una oportunidad y posteriormente una gran responsabilidad como Ministro de Economía. Pero la lección no había sido aprendida.

Aprovechando la enfermedad del Comandante en Jefe, y pensando que el compañero Raúl no sabría llevar la nave con rumbo firme, Carlos Lage Codorniú y José Luis Rodríguez se dedicaron a desempolvar los viejos planes de mercachifles que tantas veces ha denunciado Fidel. Pensaron que con empresas privadas, con eso que ellos llaman “libertad económica” –y que no es más que el enriquecimiento injusto de unos cuantos mediante de la explotación de los otros- iban a salvar el socialismo. Y ya sabemos que no, que el socialismo se salva con más rigor, con más control y más esfuerzo, no con maniobras entreguistas al enemigo. No vamos a construir el socialismo con el trabajo privado, o con empresas privadas, o con chiringuitos de pacotilla, vamos a construir el socialismo con más trabajo, más vigilancia revolucionaria, menos despilfarro y más disciplina.

A todas estas políticas de mercachifles hubo que comenzar a poner coto después de los huracanes que devastaron nuestra patria. Mientras Carlos Lage y José Luis Rodríguez pensaban que dejando a los campesinos vender los productos a cualquier precio o permitiendo el libre mercado se iban a solucionar los problemas, otros revolucionarios responsables denunciaron la ambición desmedida de unos pocos… Se realizaron amplios dispositivos policiales contra el mercado negro, y eso ha permitido que a pesar del golpe tremendo de los huracanes, los precios de los productos no hayan aumentado, porque no hemos permitido que los mecanismos propugnados por Lage y José Luis Rodríguez entregaran el país al capitalismo. Mientras esas fórmulas capitalistas no han funcionado nunca, hay otras fórmulas socialistas que sí han funcionado y que se han aplicado con éxito en las empresas gestionadas actualmente por el MINFAR. Fórmulas y métodos de gestión que implican más socialismo, no menos. Y esas fórmulas, que se basan en el mayor control, en la lucha sin cuartel contra la corrupción y en el esfuerzo revolucionario son las que hay que aplicar al resto de nuestra economía.

Fernando Remírez de Estenoz y Felipe Pérez Roque:

Aunque la persona más públicamente conocida es Felipe Pérez Roque, no se puede minimizar la responsabilidad de Fernando Ramírez Estenoz como jefe del Departamento de Relaciones Internacionales del Partido Comunista (PCC), que durante muchos años encabezó la representación cubana en Naciones Unidas en Washington. A un hombre que vivió en Estados Unidos y que tuvo esas responsabilidades no se le pueden perdonar los errores cometidos. Y entre estos errores, el más grave es darle ilusiones al enemigo, hacer creer a Washington que Cuba estaba “a punto de cambiar”, como si nuestro país no hubiese cambiado ya hace cincuenta años. Esa política de blandenguería ante el enemigo, de mendigar favores, de prometer falsas reformas es una política contraria a nuestros principios, y contraria al pensamiento de Fidel, que siempre ha tenido claro que no hay nada que negociar con el enemigo.

En el caso de Pérez Roque, esa línea entreguista se reveló en unas declaraciones durante su viaje a Rusia, cuando realizó las desafortunadas declaraciones de que “si mañana nos quitamos de encima el bloqueo, seremos el país más justo y libre en la Tierra”. Como si no fuéramos desde hace cincuenta años el país más libre y más justo de América Latina, el país más libre y más justo del mundo. ¿O es que hicimos una Revolución para esperar cincuenta años a que Estados Unidos nos quite el bloqueo para sólo entonces ser libres y justos? ¿Es que le vamos a dar el privilegio a Estados Unidos de decidir nuestro futuro? ¡Jamás! Llevamos cincuenta años siendo libres, y habría que preguntarse en qué clase de libertad estaba pensando Pérez Roque cuando dijo esas palabras. ¿Libertad para renegar de nuestro pasado heroico? ¿Libertad para comenzar la senda del capitalismo de la cual tan sabiamente nos arrancara Fidel? Esa libertad no la queremos. Pues a eso –y a darle entrevistas a Televisa- se dedicaba Pérez Roque cuando viajaba por el mundo. A pedir limosna, a prometer “cambios” en Cuba, aprovechándose de la enorme confianza que Fidel y Raúl habían depositado en él, aprovechándose de la enorme confianza depositada en el por nuestro pueblo, que le eligió diputado.

Pero no sólo se dedicaron a anunciar cambios fuera de Cuba, sino que intentaron imponer dentro de Cuba determinadas prácticas que no estaban consensuadas con los líderes de la revolución. Aprovechando la enfermedad del compañero Fidel, y el proceso de autocrítica revolucionaria emprendido por Raúl, estos funcionarios dedicaron a cambiar por su cuenta cosas que no pueden ser cambiadas tan fácilmente… Bajo sus orientaciones, el Ministerio de Relaciones Exteriores preparó una normativa según las cual los cubanos que viven fuera de Cuba podrían entrar a Cuba sin pedir ningún permiso, y los cubanos que viven dentro de Cuba podrían salir también, eliminándose los permisos de salida, la tarjeta blanca y las habilitaciones de pasaporte. Esos funcionarios engreídos comenzaron a hacer todos esos cambios internos e inconsultos, llegando incluso a pedir la redacción de nuevos reglamentos del MINREX para la tramitación de los permisos de entrada y salida. Y todo esto se estaba haciendo a espaldas de Fidel y Raúl, como si la Revolución ya no tuviera enemigos externos, como si Cuba no tuviese que defenderse de los enemigos y los vende patrias que abandonaron la isla por oscuros y egoístas intereses.

Esos cambios se estaban haciendo, y se llegaron a anunciar en el extranjero, y Pérez Roque y Remírez Estenoz querían realizar los cambios mediante la política de hechos consumados, como si fueran los dueños del país. Como dijo Fidel: “La miel del poder por el cual no conocieron sacrificio alguno, despertó en ellos ambiciones que los condujeron a un papel indigno”. Y ¡Qué papel más indigno que bajar la guardia, que poner en riesgo nuestra seguridad, sabiendo como lo saben que somos un país en guerra con la mayor potencia militar de los últimos siglos!

Fernando Remírez Estenoz vivió muchos años en Estados Unidos, y debía conocer perfectamente las políticas agresivas de ese país hacia Cuba. No podía ignorar los graves peligros que para la Revolución podían acarrear todos esos mensajes de debilidad en la política exterior. Desde este grupito, por un lado se intentaban impulsar dentro del gobierno unas medidas capitalistas para solucionar los graves problemas de nuestra economía, mientras que por otro se iban abriendo grietas en nuestras relaciones internacionales, grietas que daban ilusiones al enemigo sobre un posible desmantelamiento del sistema por parte de unos dirigentes a las que se les había subido el poder a la cabeza.

Pérez Roque, Lage y otros funcionarios fueron en su día escogidos para sus puestos por la dirección del Partido, porque sabían interpretar el pensamiento del compañero Fidel. Como depositarios de ese pensamiento, se convirtieron en hombres de confianza, en hombres queridos -hay que decirlo- para el pueblo cubano. Pero justamente por ser merecedores de tal confianza es más grave su traición. Al enfermar Fidel, intentaron proponer unos métodos de dirección basados aparentemente en el “trabajo en equipo” y las decisiones colegiadas. Con el argumento de que la genialidad de Fidel es irrepetible, intentaron proponer una nueva dirección en el proceso revolucionario, como mecanismo para introducir sus ideas peregrinas y minar nuestra ideología. Por suerte, sus maniobras desviacionistas han sido detenidas a tiempo. Es difícil creer que personas tan experimentadas hayan cometidos errores tan graves por simple espíritu naif. El tiempo dirá si no hubo algo más en ese intento de desviar el camino, en esa traición a la confianza.

Esa confianza ha sido traicionada, y sólo la generosidad profunda de Fidel, y el reconocimiento por parte de los implicados de sus graves errores, ha hecho que no se le dé la respuesta que a toda traición a la patria corresponde.


(Publicado en el blog cubano desdecuba.com/generaciony)