El régimen venezolano combina la existencia de elecciones con la persecución de opositores
La detención del general Raúl Baduel es sólo el último episodio del progresivo acoso del presidente Hugo Chávez a la oposición política, y también a los miembros del Ejército que se han distanciado de la revolución bolivariana. La actuación del general Baduel fue decisiva para que Chávez recuperase el poder después del golpe de Estado de 2002, que alcanzó a deponerlo durante 48 horas. Pero las relaciones entre ambos se fueron deteriorando cuando el general abandonó el Ejército y, desde su nueva situación civil, criticó la deriva autoritaria del régimen venezolano. Para Chávez dejó de ser el camarada que le había salvado de los golpistas y pasó a convertirse en traidor, en la estela de otros oficiales encarcelados en el Centro Nacional de Procesados Militares.
Baduel se encuentra internado preventivamente en esta prisión, acusado de delitos supuestamente cometidos durante sus dos años como ministro de Defensa de Chávez. Su encarcelamiento parece una artimaña jurídica, en la medida en que la justicia no ha logrado por el momento establecer los cargos concretos que se le imputan y la detención preventiva dictada contra él para evitar un improbable "riesgo de fuga" concede a la acusación 30 días, ampliables por otros 15, para hacerlo. Aunque Baduel no es el primer oficial de alto rango procesado en la Venezuela de Chávez, sí es, sin embargo, uno de los más significativos, puesto que a su trayectoria militar y política dentro del régimen suma la autoridad moral que deriva de haber repuesto a Chávez en el poder tras el golpe de 2002.
Aunque Baduel es percibido por Chávez como un serio rival para el rumbo político que ha emprendido, su detención no puede interpretarse al margen de una estrategia más amplia del presidente venezolano en relación con el Ejército. Entre las diversas instituciones del Estado que Chávez está poniendo poco a poco al servicio de su revolución bolivariana hay que contar las Fuerzas Armadas. En este caso no se trata sólo de someterlas, desactivando su eventual potencial de resistencia. El propósito de Chávez parece ir más lejos, sustituyéndolas por un cuerpo de voluntarios que cumplirían las funciones tradicionales del Ejército, aunque desde una fidelidad absoluta a su persona.
El régimen venezolano no sólo hostiga al general Baduel, sino también a otros opositores: el ex candidato presidencial Manuel Rosales y los gobernadores de Miranda, Táchira o Carabobo. También al periodista Teodoro Petkoff, a quien se acusa de no haber pagado los impuestos de sucesiones en 1974. Para alejar las acusaciones de dictador, Chávez alega sus victorias electorales y el respaldo mayoritario en los referendos que han abierto la puerta a algunas de sus medidas más autoritarias. El chavismo dice estar dispuesto a respetar las urnas, pero sólo después de emplear todos los medios del Estado para impedir que la oposición pueda vencer. Pero el argumento no vale: regímenes perfectamente totalitarios ha habido que han salido de las urnas y han ganado referendos.