Francisco Espinosa Maestre, historiador y coordinador del proyecto Todos los nombres y autor del Informe sobre la represión franquista enviado al juez Baltasar Garzón -que le permitió a éste redactar la providencia en la que recaba información sobre muertes y enterramientos posteriores al 17 de julio de 1936 a distintos organismos públicos- está indignado con este diario. El episodio tiene que ver con la publicación de su artículo De fosas y desaparecidos, el pasado 10 de septiembre en La cuarta página de la sección de Opinión.
El artículo lo envió por iniciativa propia el pasado día 8 y se publicó el día 10. En el texto había una alteración. En uno de los párrafos finales el autor había escrito: "El objetivo de este llamado movimiento por la memoria no son los responsables de los crímenes cometidos ni montar otra Causa General ahora de signo contrario". Pero apareció lo siguiente: "El objetivo de este llamado movimiento por la memoria no es descubrir ni mucho menos castigar a los responsables de los crímenes cometidos, ni tampoco montar otra Causa General, ahora de signo contrario". La letra negrita marca la alteración entre las dos frases.
La idea de la frase alterada fue recogida en el subtítulo del artículo que decía así: El objetivo del movimiento por la memoria no es castigar a los responsables de la represión de la dictadura sino identificar a las víctimas, facilitar la información a sus familiares y permitir su digna sepultura. Este subtítulo era responsabilidad de la redacción, como es habitual.
Al día siguiente, 11 de septiembre, el diario publicó una carta de una lectora, María M. Lorenzo, que concluía así: "Que Francisco Espinosa Maestre tenga que salir, en la edición de EL PAÍS del día 10, a explicar que "no se trata de castigar a los culpables", sino de encontrar la verdad para los deudos, es una afirmación posiblemente necesaria, pero verdaderamente sorprendente proviniendo de un país que ha juzgado y condenado a nacionales de otros, sin que los delitos cometidos tuvieran ninguna relación material con España ni con españoles".
Francisco Espinosa envió ese mismo día una carta al diario en la que pedía una nota de rectificación en la que constase la frase modificada y la original.
El diario publicó el día 12 una fe de errores en la que, lacónicamente, recogía la frase alterada que se publicó y la que debía haberse publicado.
Ello generó una nueva carta del autor, que no fue publicada, y que decía así: "Veo la fe de errores que incluyen hoy en el periódico en referencia a mi artículo De fosas y desaparecidos. Se trata de una nueva vuelta de tuerca: no sólo alguien manipuló el artículo sino que ahora lo encubren presentándolo como un error. Y todo ello hecho sin que nadie asuma responsabilidad alguna y sin dirigirse en momento alguno al afectado. Le diré más. Frente a lo mantenido por su viejo Libro de Estilo en el sentido de que los artículos de opinión 'no serán retocados salvo por razones de ajuste o errores flagrantes' mi artículo fue retocado en numerosas ocasiones sin que se dieran esas circunstancias. Retocado y, lo que es mucho peor, falsificado con intención de perjudicar al autor. ¿Dice algo su Libro de estilo sobre esta posibilidad o es que acaso ni siquiera se contempla?".
El autor de la modificación, Javier Valenzuela, un responsable de la sección de Opinión, reconoce que cometió un error al retocar el artículo. "Creí de buena fe que esta ligera ampliación de la frase hacía más preciso el pensamiento del autor; deduje que el profesor Espinosa pensaba que el objetivo del movimiento por la memoria no es el castigo de los autores de los crímenes de la Guerra Civil. Me equivoqué. Me he puesto en contacto personalmente con el autor para darle las explicaciones oportunas y solicitarle disculpas". De haberlo hecho desde un primer momento, se habría ahorrado la correspondencia de protestas del autor y otros lectores recibidas por el Defensor y una polémica en Internet que el autor del artículo considera que le ha perjudicado.
El "viejo" Libro de Estilo, como lo califica el lector, sigue siendo una norma de obligado cumplimiento aunque se ignore demasiado a menudo. Sus escuetas recomendaciones no son caprichosas. Cualquier alteración de un texto, que no sean erratas o errores manifiestos, debe ser consultada con el autor. Hoy en día con correos electrónicos y teléfonos móviles la consulta es muy rápida. Si no se sigue el protocolo se producen casos como éste, donde el juicio de intenciones se impone sobre los hechos. Personalmente no creo que hubiera la más mínima intención de perjudicar al autor por parte del redactor de Opinión. Sin embargo, si no se atiende personalmente y de inmediato la queja de un autor y se le dan las explicaciones correspondientes es probable que el episodio adquiera una dimensión distinta. Otros lectores, en indudable sintonía con el profesor Espinosa, han creído ver en el episodio una oscura maniobra. Nada hay de ello. Sirva este episodio para deshacer los juicios de intenciones y conocer un poco más la tensión latente en la polémica de las fosas y los desaparecidos.
Los lectores pueden escribir al Defensor del Lector por carta o correo electrónico (defensor@elpais.es), o telefonear al número 91 337 78 36.
(El País, Madrid, 21 de septiembre 2008. El autor es Defensor del Lector en El País, un redactor encargado exclusivamente de recbir, contestar y comentar las quejas, críticas y propuestas de los lectores)