domingo, 20 de julio de 2008

Todos menos uno

García Márquez relata que uno de los diputados que viajaban con los guerrilleros hacia el aeropuerto, pues allí serían entregados a cambio de los prisioneros políticos traídos des las cárceles en todo el país, se mostró asombrado ante aquella explosión de júbilo popular en las calles. "Y entonces, el comandante Uno, que viajaba a su lado, le dijo con el buen humor de alivio : ya ve, esto es lo único que no se puede comprar con plata".

La plata entonces no estaba de por medio, y ningún guerrillero de aquel comando veía el asalto al Palacio Nacional como un negocio. Los que sobreviven siguen viviendo sin medios de fortuna, y los que ya murieron, vivieron siempre pobres. Ninguno de ellos fue corrompido por el trastorno de los valores éticos, como años después, desgraciadamente, no pocos de sus camaradas de armas. Es la diferencia entre el ideal y el cinismo. El tráfico de drogas equipara al jefe guerrillero con el narcotraficante, y al anularse los ideales, se echa al trasto de la basura la ética, y no hay más romanticismo posible.

La guerrilla sandinista de aquel entonces ganó en el mundo respeto, apoyo diplomático, respaldo de gobiernos, de parlamentos, de escritores como Garcia Márquez, Graham Greene, Julio Cortázar. Hoy, en lugar de alegrarse nadie porque las FARC retenga aún rehenes, todo el mundo les exige que los libere de manera incondicional, desde Fidel Castro al Consejo Permanente de la Organización de Estados Americanos, donde están representados los gobiernos latinoamericanos.
Un voto unánime, salvo por el del gobierno de Nicaragua, para que tomen nota.