Siendo así de importante su función, deberían de buscarse por todos los medios que sus necesidades estén suplidas. Esto significa que tengan uniformes adecuados para desarrollar sus funciones, que tengan medios de transporte para poder llegar toda el área protegida, que tengan de ser necesario armas de fuego (a veces hay que lidiar con guerrillas, narcotráfico, cacería ilegal, etc.), que tengan buenos aparatos de comunicaciones, etc. Pero además deberían tener remuneración adecuada, su labor es sumamente compleja, la mayoría no se puede regir por un horario de funcionario público, tienen que trabajar en las noches, tienen jornadas de intensa demanda física, tiene que saber lidiar con visitantes, tienen que tener conocimientos sobre ecología, tienen que saber apagar fuegos, tienen que tener una seria de características que les permita cumplir con su deber. Pues bien, por eso deberían de tener una remuneración buena, muy parecida a la que tendría que tener un buen policía. Una cantidad que le permita ser incorruptible y que no tenga miedo de ejercer su labor con convicción.
Pero lamentablemente esto no es el caso y lo peor y amargo del asunto es que no solo es una horrorosa realidad de El Salvador, sino que es de Latinoamérica y es de África y es del sureste asiático. Donde están los puntos de mayor biodiversidad. Pero además también es un problema en el mundo desarrollado en Europa y en Estados Unidos. Siempre que platicado con un guardaparque en El Salvador, Costa Rica, Venezuela, España, Alemania o Estados Unidos, la respuesta es la misma (con matices por supuesto), nos tienen abandonados, nos vinieron a aventar a esta loma y nunca más nos volvieron ha hacer caso. Como es posible que esta noble profesión, de importancia crucial para la conservación en el mundo, se tenga tan olvidada.
En los países desarrollados tienen uniformes y buen sueldo, en los países en vías de desarrollo con suerte en algunos lados, pero la mayoría no. La sensación de abandono es la misma. Me contaba un guardaparque venezolano con quien platique recientemente: “mira mi hermano, nos han venido a aventar en medio de este parque y no tenemos apoyo de nada, sabemos por donde entran los cazadores, sabemos cuales son los problemas, pero no contamos con las herramientas para hacerlo cumplir”, esto no muy distinto que le he escuchado a guardaparques de Estados Unidos. Un gardaparque de la Isla Royal del norte de Michigan en el lago superior, me comentaba lo mismo, esa sensación de abandono, de estar en medio de la nada cumpliendo con tu deber y lo único que obtienes son regaños por cumplir con tu trabajo, por no saber entender que un funcionario del estado era el que andaba cazando y a esos no se les dice nada por cazar en territorio protegido. También me contaba por donde entran a saquear la isla, los botes que llegan y contaminan, que a pasar que los sancionan, poco se puede hacer. Esta historia siempre me pareció sorprendente, yo supuse que un lugar como Estados Unidos donde hay tanto respeto por la ley esas cosas no deberían de pasar, pero pasan, sobre todo en los lugares remotos, si por ejemplo en las áreas naturales protegidas.
Lo mismo me contaban mis amigos de Ecuador en Galápagos, o los guardaparques del Parque Nacional Kaa Iya en Bolivia. La función de guardaparque es menospreciada, olvida y nunca se les da el reconocimientos histórico que merecen, por su aporte a la humanidad y por su labor abnegada en uno de los ambientes más difíciles de trabajar, en selvas inaccesibles, en manglares infestado de mosquitos, en cumbres montañosas de más de 4000 metros, en desiertos y en islas a kilómetros de la costa.
También es cierto que como en todas las profesiones hay quienes se vencen ante la adversidad y comienzan a no hacer su trabajo por temor, por falta de apoyo, simplemente por ineficiencia. Me acuerdo de un guardaparque en el Parque Nacional Carara en Costa Rica, que desde su hamaca me decía: “diay mae, no sea loco ahí donde usted se va a meter es peligroso, no ve que la vez pasada me encontré con unos cazadores que abrieron fuego”. No digo que esa sensación de derrota se culpa de este hombre en específico, pero si es un indicativo de lo que pasa cuando este es el único funcionario encargado de patrullar 300 hectáreas de bosque, claro estábamos en el sector más alejado y con menos visitación del parque, donde solo algunos investigadores aparecen, pero aun así, daba igual que estuviera o no esta persona era imposible recorrer todo y segundo si le disparaban el corría, ¿quién no lo haría?
Actitudes así también he encontrado en El Salvador, pero son raras, la verdad es que la mayoría de guardarrecursos (guardabosques en salvadoreño) son abnegados en su trabajo. De lo poco que tienen, de la inseguridad con que se mantienen sus plazas, de los pagos con retraso, de depender de cuando hay o no fondos FIAES, en fin no las tienen mucho consigo. Pero el hecho es que para estas condiciones el guardarrecurso salvadoreño si es trabajador. Probablemente no son los mejores del mundo, pero tienen una mística de trabajo envidiable.
Deberíamos entonces reconocer el trabajo que realiza este gremio, deberíamos premiarlo y darles las gracias en todo el mundo por la labor que realizan, deberíamos hablar con ellos saber que necesitan y tratar de que su labor se realice lo mejor posible, porque no merecen que los consideremos como incultos, sino como unas personas que realizan una noble perfección que merecen toda nuestra admiración y respeto. La mía por lo menos la tienen.