Paris, Berlin, Berkeley, Varsovia, Praga, Milán, Tokio, México... un fantasma recorre las aulas universitarias y las calles de las ciudades del mundo: la rebelión estudiantil, la sublevación de los hijos contra los padres y contra las sociedades que los padres de la guerra fría habían construido de los dos lados de la cortina de hierro.
Nunca fue una revolución para tomar el poder, sino una revolución cultural, una transformación radical de la manera de relacionarse con el estado, de concebir ciudadanía, de definir los derechos humanos, los derechos de mujeres. Fue la utopía de un mundo de naciones independientes, de sociedades solidarias y de una radical igualdad de géneros, de razas, de culturas.
El Mayo 68 fue anti-comunista, no por defender el orden establecido, sino por anti-autoritario. Por ello, los protagonistas de este movimiento todos fuimos incluidos en las listas de enemigos a observar de los servicios de inteligencia y seguridad de Estado tanto del Oeste como del Este. En Berlin construimos redes clandestinas que se dedicaban a ayudar a soldados norteamericanos estacionados en Berlin a desertar a Suecia antes de ser enviados a Vietnam -- y al mismo tiempo a ayudar a disidentes de Polonia, Checoslovaquia y Alemania Democrática a huir a Berlin Occidental antes de que fueran a capturados, condenados y encarcelados por sus gobiernos estalinistas.
La generación de los 68 chocó con todos las formas de imperialismo: con el soviético en Praga, con el norteamericano en Vietnam, con el chino en Tíbet. Chocamos con todas las formas de autoritarismo: el reaccionario de Franco en España, de Pinochet en Chile y del Shah de Persia -- igual que con el autoritarismo comunista en Europa Oriental y con el autoritarismo “democrático” de Charles de Gaulle en Francia y Franz Josef Strauss en Alemania.
Y con el autoritarismo dentro de nuestras propias filas. Cuando la sublevación estudiantil topó, a principios de los años setenta, una minoría de sus protagonistas, incapaces de aceptar que esta revolución no era para tomar el poder, empezó a buscar refugio en ideologías diametralmente opuestas al anti-autoritarismo del mayo 68. Unos formaron partidos --mas bien sectas-- maoístas; otros se olvidaron del Praga y se unieron a los partidos comunistas pro-soviéticos; y unos pocos se refugiaron en la clandestinidad de una “guerrilla urbana” que rápidamente se deslizó al terreno del más cínico terrorismo.
La gran mayoría de los jóvenes rebeldes del 68 enfrentó críticamente estas tendencias autoritarias y se dedicó a crear movimientos ciudadanos –ecológicos, culturales, pacifistas, vecinales, feministas, etc. Otros empezaron “la larga marcha por las instituciones”, transformando, democratizando y revitalizando la socialdemocracia, las iglesias, los sindicatos, las universidades...
Es interesante que el político de derecha que de manera más enfática ha anunciado que quiere revertir todas las transformaciones que han surgido del movimiento de mayo 68, es el presidente playboy Nicolas Sarkozy. En su campaña electoral en una Francia dominada y arruinada por una derecha cínica, retrógrada, corrupta y ineficiente, Sarkozy tuvo la brillante idea de culpar toda la decadencia francesa a la oposición, no a la derecha gobernante: “Desde mayo de 1968 no se podía hablar de moral. Era una palabra que había desaparecido del vocabulario político. Hoy, por primera vez en decenios, la moral ha estado en el corazón de la campaña presidencial. Mayo del 68 nos había impuesto el relativismo intelectual y moral. Los herederos del 68 habían impuesto la idea de que todo vale, de que no hay ninguna diferencia entre el bien y el mal, entre lo verdadero y lo falso, entre lo bello y lo feo.”
Lo dice el hombre que un año después de su entronización como presidente se ha convertido en la vergüenza nacional de los franceses, por su cinismo, su estilo ostentoso de vida, su falta de escrúpulos para aceptar invitaciones de sus amigos millonarios, etc.
Lo que pasa en Francia es la restauración del sistema de privilegios, la restauración del estado autoritario -- los dos fuertemente cuestionados y debilitados por las ideas que nacieron en mayo 68.
El rescate de la ética encima de la política real ha sido precisamente el corazón de la filosofía de la generación de 1968. Esto es precisamente que nos ha enfrentado de esta manera tan irreconciliable con el cinismo de Estados Unidos en Vietnam y de la Unión Soviética en Praga.
Me imagino que esto es, para un ortodoxo derechista como Nicolas Sarkozy, tan imposible de entender como para ortodoxo de izquierda. En cambio, la izquierda democrática y la derecha liberal o sea, políticamente liberal) han asumido muchas de las ideas del mayo 68. Por suerte.
Nunca fue una revolución para tomar el poder, sino una revolución cultural, una transformación radical de la manera de relacionarse con el estado, de concebir ciudadanía, de definir los derechos humanos, los derechos de mujeres. Fue la utopía de un mundo de naciones independientes, de sociedades solidarias y de una radical igualdad de géneros, de razas, de culturas.
El Mayo 68 fue anti-comunista, no por defender el orden establecido, sino por anti-autoritario. Por ello, los protagonistas de este movimiento todos fuimos incluidos en las listas de enemigos a observar de los servicios de inteligencia y seguridad de Estado tanto del Oeste como del Este. En Berlin construimos redes clandestinas que se dedicaban a ayudar a soldados norteamericanos estacionados en Berlin a desertar a Suecia antes de ser enviados a Vietnam -- y al mismo tiempo a ayudar a disidentes de Polonia, Checoslovaquia y Alemania Democrática a huir a Berlin Occidental antes de que fueran a capturados, condenados y encarcelados por sus gobiernos estalinistas.
La generación de los 68 chocó con todos las formas de imperialismo: con el soviético en Praga, con el norteamericano en Vietnam, con el chino en Tíbet. Chocamos con todas las formas de autoritarismo: el reaccionario de Franco en España, de Pinochet en Chile y del Shah de Persia -- igual que con el autoritarismo comunista en Europa Oriental y con el autoritarismo “democrático” de Charles de Gaulle en Francia y Franz Josef Strauss en Alemania.
Y con el autoritarismo dentro de nuestras propias filas. Cuando la sublevación estudiantil topó, a principios de los años setenta, una minoría de sus protagonistas, incapaces de aceptar que esta revolución no era para tomar el poder, empezó a buscar refugio en ideologías diametralmente opuestas al anti-autoritarismo del mayo 68. Unos formaron partidos --mas bien sectas-- maoístas; otros se olvidaron del Praga y se unieron a los partidos comunistas pro-soviéticos; y unos pocos se refugiaron en la clandestinidad de una “guerrilla urbana” que rápidamente se deslizó al terreno del más cínico terrorismo.
La gran mayoría de los jóvenes rebeldes del 68 enfrentó críticamente estas tendencias autoritarias y se dedicó a crear movimientos ciudadanos –ecológicos, culturales, pacifistas, vecinales, feministas, etc. Otros empezaron “la larga marcha por las instituciones”, transformando, democratizando y revitalizando la socialdemocracia, las iglesias, los sindicatos, las universidades...
Es interesante que el político de derecha que de manera más enfática ha anunciado que quiere revertir todas las transformaciones que han surgido del movimiento de mayo 68, es el presidente playboy Nicolas Sarkozy. En su campaña electoral en una Francia dominada y arruinada por una derecha cínica, retrógrada, corrupta y ineficiente, Sarkozy tuvo la brillante idea de culpar toda la decadencia francesa a la oposición, no a la derecha gobernante: “Desde mayo de 1968 no se podía hablar de moral. Era una palabra que había desaparecido del vocabulario político. Hoy, por primera vez en decenios, la moral ha estado en el corazón de la campaña presidencial. Mayo del 68 nos había impuesto el relativismo intelectual y moral. Los herederos del 68 habían impuesto la idea de que todo vale, de que no hay ninguna diferencia entre el bien y el mal, entre lo verdadero y lo falso, entre lo bello y lo feo.”
Lo dice el hombre que un año después de su entronización como presidente se ha convertido en la vergüenza nacional de los franceses, por su cinismo, su estilo ostentoso de vida, su falta de escrúpulos para aceptar invitaciones de sus amigos millonarios, etc.
Lo que pasa en Francia es la restauración del sistema de privilegios, la restauración del estado autoritario -- los dos fuertemente cuestionados y debilitados por las ideas que nacieron en mayo 68.
El rescate de la ética encima de la política real ha sido precisamente el corazón de la filosofía de la generación de 1968. Esto es precisamente que nos ha enfrentado de esta manera tan irreconciliable con el cinismo de Estados Unidos en Vietnam y de la Unión Soviética en Praga.
Me imagino que esto es, para un ortodoxo derechista como Nicolas Sarkozy, tan imposible de entender como para ortodoxo de izquierda. En cambio, la izquierda democrática y la derecha liberal o sea, políticamente liberal) han asumido muchas de las ideas del mayo 68. Por suerte.