Curiosa la vida, ¿como un bello momento puede ser tan sórdido? Niños que seguro crecerán en hogares sanos, con buenas posibilidades económicas y con amor. Padres que estarán orgullosos de sus nuevos hijos. Padres biológicos que saben que su hijo tendrá un mejor mañana. Hijos que partirán sin conocer su Guatemala. Las historias de las adopciones son tan diversas. Pero la realidad de las adopciones en Guatemala ha tomado un giro tétrico. Hace unos días me encontré en un hotel muy cerca de la embajada estadounidense en Guatemala y para mi sorpresa, de las 20 personas hospedadas en el hotel, yo era el único que no tenía un niño guatemalteco y estaba esperando por los trámites de adopción. El resto habían llegado a Guatemala con el único propósito que adoptar a un pequeño chapín. Me pareció muy curioso, pero también al ver el resto de hoteles y comenzar a escuchar las historias me sorprendió mucho lo que me enteré, cerca de los hoteles más caros y hasta en sus lobbies tienen niños a disposición. Así no más podes comprar un niño o te pueden regalar uno.
Guatemala no tiene una ley de adopciones, no existe una regulación de cuáles son los niños que se pueden adoptan. Claro, en la mayoría de tramites para que estos niños salgan del país dicen que son niños huérfanos, pero esto no necesariamente es cierto. La única forma de regular sería a través de una ley. Esto es otro de las ejemplos claros de cómo las mafias y los negocios ilícitos tienen secuestrada a Guatemala. El trafico de niños es una cosa alarmante, y Guatemala es de los países número uno del mundo en este tema. Existen poderosas organizaciones con tentáculos en los hospitales. Legisladores y el sistema judicial han hecho que la ley de adopciones de Guatemala esté engaveta desde el 2002 en algún archivero de la Asamblea Legislativa.
Las historias de los secuestros en hospitales, de los engaños de ONGs de fachada, de gente humilde que firma papeles, son increíbles y repugnantes y reflejan lo más bajo del ser humano, capaz de robarse un niño por unos cuantos dólares. Pero también las historia de los padres en los hoteles que en su desesperanza no pueden encontrar mejor solución que ofrecerle su niño a una pareja de extranjeros. Así ellos tal vez tengan un mejor mañana, así tal vez vivan bien, porque seguro que acá en Guatemala sus hijos no tienen futuro, este es un reflejo triste de una realidad desbordante de pobreza y malestar social. Más allá de la reflexión, es un grito de auxilio.
Así los Estados Unidos y la Unión Europea no deberían de permitir las adopciones de niños guatemaltecos, hasta que se ofrezcan las garantías mínimas necesarias para que estas historias no ocurran.
Las adopciones en general son una magnifica expresión de amor y algo que todos deberíamos de hacer, compartir nuestro amor y ayudar a criar a un niño que ya no tiene hogar y nosotros se lo podemos brindar. Pero este gesto, que refleja el amor en su más pura esencia, ha sido corrompido y manchado, y ahora en Guatemala parece más un ejemplo por completo del otro lado del ser humano, mezquino y avaro.
Ahora que Álvaro Colom estrena presidencia, una de sus muchas prioridades deberá ser regular esta practica, establecer un sistema eficaz y creíble para que los niños de Guatemala tengan un futuro digno, con amor. Esto también tiene que ser una reflexión para los salvadoreños, que esperemos no lleguemos a este extremo de Guatemala, pero que si nos sirva para reflexionar que, aunque nuestros hijos no los regalamos al nacer, si los exportamos al cumplir los 18 años, donde sienten que la única solución es estar en Estados Unidos y no en su país que pocas esperanzas les ofrece, donde los héroes son los salvadoreños que lograron llegar a Estados Unidos y ahora mantienen a flote la economía de este país. Tal vez será mejor ahorrarnos los años de espera y simplemente adoptar la solución chapina y mandarlos al nacer, así no serán ilegales, así no tendrán trabajos mal pagados, así no sufrirán al ser culpados de todos los males de un país. Ojalá ni Guatemala, ni El Salvador tengan que seguir regalando a sus hijos.
Guatemala no tiene una ley de adopciones, no existe una regulación de cuáles son los niños que se pueden adoptan. Claro, en la mayoría de tramites para que estos niños salgan del país dicen que son niños huérfanos, pero esto no necesariamente es cierto. La única forma de regular sería a través de una ley. Esto es otro de las ejemplos claros de cómo las mafias y los negocios ilícitos tienen secuestrada a Guatemala. El trafico de niños es una cosa alarmante, y Guatemala es de los países número uno del mundo en este tema. Existen poderosas organizaciones con tentáculos en los hospitales. Legisladores y el sistema judicial han hecho que la ley de adopciones de Guatemala esté engaveta desde el 2002 en algún archivero de la Asamblea Legislativa.
Las historias de los secuestros en hospitales, de los engaños de ONGs de fachada, de gente humilde que firma papeles, son increíbles y repugnantes y reflejan lo más bajo del ser humano, capaz de robarse un niño por unos cuantos dólares. Pero también las historia de los padres en los hoteles que en su desesperanza no pueden encontrar mejor solución que ofrecerle su niño a una pareja de extranjeros. Así ellos tal vez tengan un mejor mañana, así tal vez vivan bien, porque seguro que acá en Guatemala sus hijos no tienen futuro, este es un reflejo triste de una realidad desbordante de pobreza y malestar social. Más allá de la reflexión, es un grito de auxilio.
Así los Estados Unidos y la Unión Europea no deberían de permitir las adopciones de niños guatemaltecos, hasta que se ofrezcan las garantías mínimas necesarias para que estas historias no ocurran.
Las adopciones en general son una magnifica expresión de amor y algo que todos deberíamos de hacer, compartir nuestro amor y ayudar a criar a un niño que ya no tiene hogar y nosotros se lo podemos brindar. Pero este gesto, que refleja el amor en su más pura esencia, ha sido corrompido y manchado, y ahora en Guatemala parece más un ejemplo por completo del otro lado del ser humano, mezquino y avaro.
Ahora que Álvaro Colom estrena presidencia, una de sus muchas prioridades deberá ser regular esta practica, establecer un sistema eficaz y creíble para que los niños de Guatemala tengan un futuro digno, con amor. Esto también tiene que ser una reflexión para los salvadoreños, que esperemos no lleguemos a este extremo de Guatemala, pero que si nos sirva para reflexionar que, aunque nuestros hijos no los regalamos al nacer, si los exportamos al cumplir los 18 años, donde sienten que la única solución es estar en Estados Unidos y no en su país que pocas esperanzas les ofrece, donde los héroes son los salvadoreños que lograron llegar a Estados Unidos y ahora mantienen a flote la economía de este país. Tal vez será mejor ahorrarnos los años de espera y simplemente adoptar la solución chapina y mandarlos al nacer, así no serán ilegales, así no tendrán trabajos mal pagados, así no sufrirán al ser culpados de todos los males de un país. Ojalá ni Guatemala, ni El Salvador tengan que seguir regalando a sus hijos.