Ahora cumpliste 100 años y todos, con toda razón, enfatizaron en tus invaluables aportes a nuestro país - pero este país está retrocediendo y roto.
Querida tía Lita:
No iba a publicar nada sobre tus 100 años, porque pensé que todo ya estaba dicho por otros. Y todo muy conmovedor, muy enfático en tus impresionantes logros, como mujer, como académica, como funcionaria pública y como constructora de justicia social. Todos estos homenajes los puedo suscribir de todo corazón.
Sin embargo, no todo está dicho. Voy a tratar de llenar este vacío.
Uno de los muchos chistes que gente ingeniosa se inventó sobre ti (y que me consta que siempre te encantaron y te hicieron reír), tal vez es más perspicaz, fue este: “Debemos pensar qué tipo de país vamos a dejar a la Chavelita.” Este chiste no circuló cuando eras una joven académica que se propuso reformar la universidad y el sistema de salud. No, este chiste surgió cuando ya habías pasado por la etapa de rectora de la U y la otra de ministra de Salud – y cuando ya tenías más de 90 años.
Fuiste pionera de la participación de la mujer y de la salud pública - ciertamente capacitada para recibir en herencia el país y transformarlo. Pero es hasta ahora que este chiste, surgido en aquel entonces como un comentario sarcástico sobre un país que no avanzaba y sobre el vacío de liderazgo académico y moral, despliega toda su triste verdad. Ahora cumpliste 100 años y todos, con toda razón, enfatizaron en tus invaluables aportes a nuestro país - pero este país está retrocediendo y roto.
Es cierto lo que dicen en los homenajes: eras una pionera y abriste puertas, pero ¿quién pasó por estas puertas? ¿Quién agarró la batuta para correr con ella? La triste respuesta es: Muy pocos. Y los que lo tratamos de hacer, te fallamos. Fallamos al país. No supimos defender y consolidar lo logrado en el camino al desarrollo académico, social, moral y político por personas como tu – y por el proceso de paz y la transición democrática de los años 90.
Esta es la triste realidad. La universidad, que tú rescataste de su letargo, recayó en la misma inercia, mediocridad y corrupción. Tú querida universidad está ausente del análisis de la deriva de la democracia y las libertades que vive el país hoy. No sólo está ausente de la lucha para defender la democracia, está avalando el régimen que la destruye.
Nada de esto es culpa tuya. Es culpa de los que llegaron después y fallaron.
Me estoy tratando de imaginar la tristeza que te embarga al ver que el Hospital Rosales, cuyo proceso de reconstrucción y de recuperación de su excelencia académica y profesional tú empujaste, hoy todavía está en abandono. Y todo el trabajo que tú invertiste, los expertos internacionales que trajiste para concebir y diseñar un hospital de alta calidad, fueron botados por gobernantes incapaces de retomar planes y proyectos de sus antecesores.
Es deprimente que luego de todos los impulsos, que personas como tú dieron al país, este ahora esté gobernado por un farsante y egocéntrico con sueños mojados del poder total. El hecho que en su camino por destruir la democracia este gobierno esté apoyado por una mayoría, significa que nosotros -tus supuestos herederos- no hemos sabido reconstruir el tejido moral y social dañado, sino hemos permitido que unos demagogos lo terminaran a deshacer.
Han fallado las generaciones que hubiera tenido que asumir el legado de pioneros como tú, los rectores Félix Ulloa padre y Fabio Castillo Figueroa, Guillermo Ungo y muchos otros.
Nada de esto desvalida lo que tú has logrado y construido en tu larga vida. No es tu culpa que dejamos en abandono esta construcción y que permitimos que pasaran a la demolición.
Entonces, aquel chiste alegre ahora es uno muy amargo y dice así: Perdónenos, Chavelita, el país que te estamos dejando.
Con mucho cariño y respeto,
Mi sobrina Lucía, de 6 años de edad, dibujó este retrato para su "tía Lita", Maria Isabel Rodríguez, para su cumpleaños 100 |