Estimados familiares de Hugo Torres, estimados presos políticos en Nicaragua:
A todos los que amamos a Nicaragua y admiramos a sus luchadores contra las dictaduras nos golpeó fuerte la muerte de Hugo Torres. Siempre que muere un preso político, no solo duele, sino que da rabia. Y morir a manos de quienes han sido sus compañeros de lucha, pero luego se convirtieron en los nuevos dictadores, es la muerte más absurda.
El caso de Hugo Torres es el colmo del absurdo. Hugo fue uno de los hombres que en 1974, con una acción guerrillera audaz (la toma de la casa en la cual hubo altos funcionarios del gobierno celebrando una fiesta), lograron la libertad de Daniel Ortega y otros presos políticos. Es más, cuatro años más tarde, Hugo fue el “Comandante 1” en el asalto al Palacio Nacional, con el cual nuevamente se logró la liberación de decenas de presos políticos. Y más de 40 años después, cuando este hombre ya tenía 73 años, Ortega lo echó preso por su rol de opositor y lo dejó morir sin la debida atención médica. Nada puede mostrar mejor la absurda historia de una revolución traicionada y la miseria humana del ex líder insurgente Daniel Ortega.
Conocí a Hugo Torres a finales de los años 80, cuando era general de brigada del ejército de Nicaragua y el FSLN todavía lo celebraba como héroe. Lo encontré en la casa de unos amigos comunes y aproveché a pedirle una entrevista sobre su rol en estas dos espectaculares acciones insurgentes. “Estas son cosas del pasado. Ya no vale la pena hablar de esto, solo cumplimos el deber con los compañeros presos políticos”, me dijo.
En mis andares en Centroamérica he conocido y entrevistado a muchos que tenían fama de “héroes de la Revolución”, pero no he visto a ninguno tan modesto como Hugo Torres. ¿Qué odio debe sentir su excompañero Daniel Ortega para convertir en preso político y dejar morir al hombre que arriesgó su vida para sacarlo de la cárcel? Tiene que ser el odio que nace de la mala conciencia de quien ha traicionado a sus ideales y a sus compañeros, y que no aguanta que hay otros que siguen fieles a la causa que una vez los unió.
De izquierda a derecha: Hugo Torres, Sergio Ramírez y Daniel Ortega. 1987. |
“La revolución se come a sus hijos” fue el título de un libro famoso sobre el estalinismo, y describe precisamente este fenómeno de los revolucionarios convertidos en dictadores que persiguen con odio mortal a sus excamaradas, quienes les recuerdan de sus ideales traicionados. Stalin los mandó a matar a casi todos, menos a los que le rindieron pleitesía incondicional.
Hugo Torres no fue hombre dado a rendir pleitesía a nadie. Igual que Dora María Téllez, quien lo acompañó como “Comandante 2” en el asalto al Palacio Nacional, lo acompañó para formar un grupo disidente dentro del FSLN para oponerse al camino autoritario de Daniel Ortega, y lo acompañó cuando a los verdaderos revolucionarios nicaragüenses les tocó ir la cárcel para que Daniel Ortega pudiera reelegirse una vez más en el 2021.
No puedo rendir honor a los presos políticos de Ortega sin decir que Nicaragua está más cerca de El Salvador de lo que muchos piensan. Y no sólo en el sentido geográfico, sino comparando los dos modelos de autocracia, la de Ortega y la de Bukele. Aunque muchos lo niegan, aquí también hay presos políticos, también sufren enfermedades serias sin recibir la atención médica necesaria, también están aislados de sus familiares e incluso de sus abogados defensores.
El vicepresidente Félix Ulloa dijo en Twitter: “La vicepresidencia de la República desea expresar su más sincera condolencia por el fallecimiento del señor Hugo Torres, luchador por la democracia en Nicaragua”. Pero hay que decir a Félix, otro exluchador por la democracia convertido en parte de un nuevo régimen autoritario, con toda claridad: Mientras no mencione que Hugo Torres murió oponiéndose a una nueva dictadura; mientras no mencione al culpable de su muerte, Daniel Ortega; y mientras no mueva un dedo por los presos políticos en El Salvador, es falso su compromiso con los “luchadores por la democracia”.
Honremos a héroes modestos pero consecuentes, como Hugo Torres, y no demos tregua a los presidentes que mantienen presos a sus críticos.
Saludos, Paolo Luers