Publicado en MAS! y EL DIARIO DE HOY, 19 octubre 2019
Luego de leer lo poco que hasta la fecha se sabe sobre lo que el jueves pasó en Culiacán con la captura y posterior liberación de Ovidio Guzmán, capo narco e hijo del Chapo, me arriesgo a interpretar, más por lógica que por conocimiento de detalles, lo que pasó.
Es obvio que los militares de la Guardia Nacional que se agarraron a balazos con los matones que cuidaban a Ovidio Guzmán no tenían órdenes de buscar y detener a este jefe del Cartel de Sinaloa.
Me atrevo a decir que no solo no tenían ni idea de con quién se toparon, sino que en general las órdenes que reciben del gabinete de Seguridad de AMLO no son topar con los narcos, mucho menos arrestar a sus jefes, sino mostrar presencia.
¿Les parece conocido? Bueno, a mí también, aquí es muy parecido. Los policías y soldados que patrullan, patrullan y patrullan en el marco del Plan Control Territorial no tienen órdenes de topar con las pandillas. Muestran presencia, pero no en los lugares donde chocarían con las pandillas.
Así es en México. Solo que en Culiacán pasó algo fuera del plan militar de la Guardia y del plan político de AMLO. Toparon con los narcos, y no con cualquier narco, sino con el heredero del Chapo.
Toparon por accidente, o porque algún mando medio se hizo el bravo y armó un gran relajo, sin tener la capacidad, los hombres y las armas para controlar la situación y las fuerzas superiores de los narcos.
Arrestaron al capo di capi y agarró fuego el cañal, o sea la ciudad de Culiacán, capital de Sinaloa y de los narcos. Muertos, fuego, camionetas con ametralladoras patrullando las calles. La policía y la Guardia perdiendo el control.
Hasta que viene la contraorden de la capital: suelten a los arrestados, incluyendo al hijo del Chapo. El presidente AMLO ya no quiere que sea vean imágenes de caos, guerra y de la impotencia de su gloriosa Guardia Nacional…
Vuelve la calma a Culiacán. ¿Pero qué calma es? Es una calma basada en mentiras, en una evasión del problema, no en su solución.
En una situación de confusión, falta de información y muchas mentiras, así es como me atrevo a interpretar lo de Culiacán, lo de AMLO y sus política de Seguridad, y lo de Ovidio, el heredero del Chapo.
¿La moraleja de la historia? Políticas de Seguridad basadas en apariencias y mentiras no resuelven los problemas. Ni en México, ni en El Salvador.
Saludos,