Publicado en EL DIARIO DE HOY, 13 septiembre 2019
El mes pasado Mauricio Macri se convirtió en el más reciente de los políticos latinoamericanos que subieron al poder en las últimas dos décadas con enormes apoyos populares sólo para luego sufrir catastróficas derrotas políticas y personales. Hay pocos que recuerdan el brillo con el que subieron al poder Lula en Brasil, Tony Saca en El Salvador y varios presidentes de Perú que ahora están en la cárcel, o que, como Ricardo Martinelli, de Panamá, pasaron por ella, o que como Mauricio Funes y Alan García trataron de evadir la justicia, uno para mientras exiliado en Nicaragua, y el otro cometiendo suicidio, o como Dilma Rousseff, que perdió el poder antes de tiempo, o como Rafael Correa y tantos otros que simplemente se marchitaron en el olvido.
Los períodos del poder son tan efímeros en comparación con los subsiguientes años de declinación que los políticos latinoamericanos podrían parafrasear a Pablo Neruda diciendo: “Es tan corto el poder y es tan largo el olvido”. Pero es muy indicativo de la naturaleza humana que los nuevos, los que vienen ganando, siempre piensan que a ellos no les va a pasar, que lo que ellos van a decir al final de sus vidas es: “Fue tan largo el poder, y no existió el olvido”.
Para estos casos, “El consuelo de la filosofía”, escrito por Boethius, un ciudadano romano, es un libro muy apropiado. Boethius escribió el libro en una celda, esperando por un año la ejecución de su condena de muerte. El había alcanzado una posición altísima de comando en el imperio pero luego cayó verticalmente, vencido por sus enemigos políticos, que siempre existen, y que siempre tienen poder, aunque se vean pequeños.
En el libro una gran dama lo visita en su celda y lo hace que enfrente su realidad, para que luego se abra al consuelo. Le dice que no piense que la Fortuna le ha jugado una mala pasada. Le hace ver que no ha entendido que la vida es cambio, y que si bien ese cambio lo había llevado al pináculo, de igual manera con el tiempo lo tenía que llevar para abajo.
Tomando la identidad de la Fortuna, la mujer le dice: “La inconstancia es mi pura esencia; es el juego que nunca ceso de jugar mientras giro mi rueda en su siempre cambiante círculo, llena de alegría mientras llevo lo que está en el fondo al tope, y lo que está en el tope al fondo. Sí, sube en mi rueda si así quieres, pero no cuentes como una injuria cuando con la misma lógica tú comienzas a caer, como las reglas del juego van a requerir”.
Esto es muy difícil de entender para los políticos que creen que el cambio es algo que ellos han generado, cuando en realidad el cambio está en la vida, y nunca se detiene. Los errores más grandes los cometen cuando tratan de detener ese cambio continuo. Se vuelven reaccionarios porque no pueden entender que en la lógica de la vida ya el cambio no son ellos, sino otros. Aferrándose al poder cuando la Fortuna ya lo ha prometido a otros, cometen errores que aceleran y vuelven peores sus caídas. El no entender el cambio los hace rígidos y soberbios, a ellos y a sus partidos. Entonces los nuevos dueños del cambio los destrozan, como tantas veces ha pasado aquí.
La Fortuna le da un consejo que lo hubiera salvado y que hoy le dará consuelo.
“En realidad, mi misma mutabilidad te da causa para esperar mejores cosas. Así tú no te debes desgastar poniendo tu corazón en vivir de acuerdo a una ley que sólo sea tuya en un mundo que es compartido por todos”.
Así dice la Fortuna que, en este mundo, la única manera de evitar el desastre es regirse por las leyes de todos, por las instituciones, que son las que le dan estabilidad a una vida que siempre está sujeta a la rueda de la Fortuna. Los políticos que comienzan su camino del poder deben entender desde el principio que en la política nada es eterno, y que llegará un día en el que tendrán que bajar con esa rueda que los subió al principio.
Sabiendo esto no cometerán los errores que llevaron a Boethius, y a tantos otros, a sus tristes finales.