martes, 7 de mayo de 2019

Carta a Cristina y otros: Cuidadito con los conductores

Querida Cristina López:
Espero que la columna “Cuando el deber llama” que publicaste este lunes no sea un aviso que hayas aceptado un cargo en el gobierno. Simplemente no creo que alguien tan crítica, independiente y exigente como vos quepa en un gabinete presidido por Nayib Bukele.
Pero vos hiciste en su columna una comparación extraña para argumentar que los profesionales preparados para cargos en el gobierno no deberían negarse a aceptarlos, solamente porque no les parece propicio el ambiente alrededor de un presidente electo “que miente, ataca, difama y desinforma para explotar el hartazgo de la población sin ofrecer reformas concretas sustanciales a cambio”. Negarse a colaborar con el nuevo gobierno “sería el equivalente a quemar el autobús donde vamos todos con tal de demostrar las imperfecciones del conductor”.

Es una comparación forzada. Si estamos sentados en un bus y resulta que está al punto de chocar por su manera irresponsable de manejar del conductor, lo que vamos a hacer es tratar de bajarnos antes de que nos mate el conductor. O en un caso extremo, trataríamos a sacar del timón al conductor ebrio, drogado o loco. Lo que a nadie se le ocurriría sería quemar el bus.

En primera instancia yo trataría de no subirme a un bus si tengo desconfianza de que el conductor, por ebrio o inepto, nos va a hacer torta. Entonces, si choca, mala suerte para los que se subieron, desatendiendo las advertencias. Trágico también para los que el busero se llevaría de encuentro – pero de todos modos, yo no lo hubiera podido evitar, aunque me hubiera subido.

Quedémonos con la figura de comparación: Si usted está al punto de subirse a un bus y ve que el conductor no es de confiar, ¿tendrá sentido sentarse a la par de él para ayudarle a conducir?

Dejemos el bus y hablemos del gabinete de gobierno. Coincido contigo, Cristina, que es legítimo que alguien, aunque no esté comulgando con todas las ideas del presidente electo, acepte participar en el gobierno – si ve posibilidades de aportar por el bien del país. Por más personas que hagan sin perder el sentido crítico, mejor. Pero tampoco podemos comparar la decisión de alguien que no quiere ser parte de este gobierno, porque no cree en su rumbo, con un terrorista que quema el bus, en vez de hacer lo posible para prevenir que choque.

Ambas posiciones son legítimas: la de participar para evitar que el gobierno fracase; y la negarse a participar de un proyecto político en el cual uno no tiene confianza. No se puede tildar de traidores a los que aceptan participar, y tampoco acusar de sabotaje a los que se mantendrán en posición crítica o opositora. Tomen en cuenta que uno sirve al país desde el gobierno o desde la oposición – ambos papeles son necesarios, y ambos hay que cumplirlos bien y con responsabilidad.

Así que estimada Cristina, cuidadito con los malos motoristas que suelen chocar los buses, casi todo los días. Lo mejor es siempre tratar de evitar que tomen control del volante. Pero si no se pudo, mejor apartarse…

Y cuidadito con figuras de comparación que no funcionan para fortalecer un argumento. Estoy seguro que coincidimos en que sería mejor que los que formen el gabinete del gobierno entrante no sean los peores que rodearon al futuro presidente en toda su trayectoria. Hasta ahora, con los nombramientos de Cancillería y Cultura, no vamos tan mal – aunque hasta ahora el dilema que tematizaste (aceptar o no un cargo) no ha existido, ya que ambas mujeres nombradas provienen del círculo interno, casi familiar del presidente electo.

Saludos,
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