Hace 8 años, en junio 2008, publiqué una
columna sobre la disyuntiva de ARENA. Faltaban 10 meses para las
elecciones del 2009, y ya era previsible que ARENA las iba a perder.
Dentro y fuera de ARENA se discutía si cambiar o no al candidato
impuesto por Tony Saca (Rodrigo Ávila), pero nadie se atrevió a discutir
y cuestionar el carácter y la visión del partido. Para provocar este
debate escogí el título tan provocativo de la columna: ARENA es obsoleta.
Sostuve dos tesis principales:
1.
Ambos partidos mayoritarios -ARENA y el FMLN- son obsoletos. ARENA,
desgastado por 20 años de gobierno, va a perder contra otro partido
obsoleto, pero que promete ‘el cambio’. “Lo que El Salvador necesita son
nuevos partidos. Partidos que ya no corresponden a la lógica de la
guerra. Ni siquiera a la posguerra, sino a tiempos normales, en los
cuales El Salvador es un país más con los problemas normales de una
sociedad frente al reto del tránsito del subdesarrollo al desarrollo.
2. ARENA tiene que “convertirse en parte de una nueva fuerza con nuevos liderazgos, nueva cultura política, nuevas formas de inclusión social y política.” Si logra esta transición, “puede contar con amplios apoyos que ahora ni siquiera los puede soñar. Sea para ganar las elecciones, o sea para crear una fuerza capaz de asegurar, desde la oposición, la democracia del país. La otra opción –ganar como y para ARENA– no existe”.
Mi conclusión hace 8 años: “Es tarde para crear ahora un partido nuevo que aspire a ganar las elecciones del 2009. Pero no es tarde para que los sectores responsables y conscientes en ARENA se unifiquen para poner a ARENA –partido que como tal ya no sirve para ganar ni para gobernar– en función de la creación de una fuerza nueva capaz de llevar al país adelante. Una fuerza, además, de ciudadanos, no de militantes”.
Ya sabemos todo lo que pasó en los 8 años que han pasado: En el 2009, ARENA perdió, porque se negó a la renovación y la apertura. Entró en una profunda crisis que llevó a la expulsión de Tony Saca, la creación de GANA – y a un proceso exitoso de reconstrucción con algunos elementos de renovación. ARENA logró a revitalizarse, incluso a ganar las elecciones parlamentarias y municipales del 2012, pero la renovación programática, el relevo generacional y su apertura hacia la ciudadanía quedaron cortos y ambivalentes. Resultado: Perdieron nuevamente las elecciones del 2014, regalando al FMLN un segundo mandato presidencial.
Así que hoy, ocho años después, no sólo queda inconcluso el proceso de renovación de ARENA, corre el mismo riesgo de enfocarse en un pleito sobre “el candidato idóneo”. En 2008 escribí: “La disyuntiva de ARENA no es cambiar o no cambiar al candidato (hoy sería: a quién de sus cuadros poner de candidato para el 2019)…. Lo que tienen que hacer es mucho más trascendental que la cuestión de candidaturas. Tienen ante si la siguiente disyuntiva: desmoronarse en el intento de asegurar el continuismo – o convertirse en parte de una nueva fuerza con nuevos liderazgos, nueva cultura política, nuevas formas de inclusión social y política”.
Suscribo hoy, en junio del 2016, cada una de estas palabras del 2008. Y ante las elecciones internas de septiembre es preocupante que ARENA no esté enfocando su debate interno y con la sociedad en su verdadero reto.
ARENA ha avanzado mucho. Abrió espacios para nuevos liderazgos y nuevas formas de hacer política. Asumió la defensa de la institucionalidad democrática. Y se recetó un proceso de democratización interna del partido que va a culminar este año con el primer COENA elegido por la militancia.
Todo depende ahora de esta elección. No es simplemente una elección de nuevos líderes. Es sobre el futuro del partido: o es un partido nuevo, capaz de construir una nueva mayoría comprometida con el progreso del país, o es un partido obsoleto que no representa más que los intereses de sus funcionarios y financistas. Esta elección tiene que convertirse en la decisión entre renovación y continuismo. Entre apertura y estrechez programática. Entre partido de militantes o vehículo de ciudadanos para regenerar el país.
De esta elección interna tiene que salir una definición de rumbo, la consolidación de un liderazgo capaz de terminar y profundizar el proceso de renovación – y sobre todo de ganar las elecciones del 2018 y 2019. Tal vez ganar las elecciones no sea el reto más complicado, dado el fracaso del gobierno del FMLN. Pero de nada sirve al país otro mal gobierno de ARENA, como con toda seguridad nos hubiera tocado si hubiera ganado Rodrigo Ávila en el 2009 o Norman Quijano en el 2014. El reto es gobernar con capacidad de resolver los principales problemas que frenan el progreso del país: inseguridad, falta de crecimiento, pobreza, sistema educativo obsoleto.
Y esta capacidad no depende de concertaciones de cúpulas partidarias. Depende de la capacidad de ser parte de la construcción de amplios consensos en la sociedad civil como sostén de nuevas políticas públicas – y de convertirse en la expresión política de estos consensos. Si no, queda obsoleta.
(El Diario de Hoy)
Lea la columna del 2008: