lunes, 22 de noviembre de 2010

"No me arrepiento de nada"


Una entrevista del periódico Tal Cual de Venezuela al comisionado Iván Somonovis, quien hoy cumple 6 años de prisionero político.









"Señores, no está autorizado desviar la marcha al centro de Caracas. Resulta inapropiado. Hagan caso omiso a ese llamado". Así se expresaba el 11 de abril de 2002 desde el techo de un vehículo en la sede de Pdvsa Chuao, el entonces secretario de Seguridad Ciudadana de la Alcaldía Mayor, Iván Simonovis.

A raíz de esos hechos, el también ex funcionario de la PTJ fue sentenciado a 30 años de prisión en abril de 2009 y permanece recluido en el Helicoide, por los cargos de cómplice necesario en la comisión de los delitos de homicidio calificado, homicidio calificado frustrado, lesiones personales graves en complicidad correspectiva y lesiones personales leves.

Aunque lo acusan de haber dado órdenes de disparar contra los "pistoleros de Puente Llaguno", Simonovis asegura que "la Policía Metropolitana hacía lo humanamente posible por contener el fuego de las más de 67 personas con armas largas y cortas que disparaban hacia la PM y las personas que venían de la marcha desde Chuao".

También explica que, como secretario de Seguridad, su labor era "diseñar políticas de seguridad y coordinar las actividades, no dirigirlas. La dirección correspondía a sus jefes naturales, comandantes de bomberos, de Defensa Civil o de las diferentes policías".

–A año y medio de la condena, ¿qué irregularidad agregaría usted al juicio que lo mantiene en prisión?
–Realmente el juicio en sí no fue más que una farsa. Es tan aberrante la decisión que ni siquiera está publicada en la página web del TSJ. En este caso, el menos común de los sentidos fue que los abogados tardaron varios meses en armar el recurso de 8 mil folios que se interpondría y, en menos de una semana, fue declarado inadmisible. Por si fuera poco, nos dieron 30 años de condena sin ningún beneficio, es decir, debemos salir en libertad en 2039. Es simplemente una condena a muerte.

–¿Se arrepiente de alguna decisión que tomó el 11 de abril de 2002?
–No tengo nada de qué arrepentirme. Ese día gerencié la situación con el mejor criterio posible. En mis 23 años en PTJ me caractericé por tomar decisiones difíciles y acertadas. Estaba en mi oficina y desde allí monitoreaba lo que sucedía. Mis instrucciones estuvieron apegadas a la ley toda vez que me enfoqué en que tanto la PM como los bomberos metropolitanos prestaran el apoyo correspondiente a su área de trabajo. Los jefes de cada una de estas organizaciones actuaron apegados a las leyes, reglmentos internos y protocolos internacionales.

–¿Cuál era su vínculo con la política antes de pasar por esta situación?
–Estoy preso por circunstancias políticas, pero más allá de eso jamás participé en la política. Ingresé en 1980 a la PTJ y fue el único empleo que tuve hasta que en 2000 fui enviado en comisión de servicio a trabajar en la Alcaldía Mayor como secretario de Seguridad Ciudadana.

–¿Qué mensaje le envía al Presidente de la República?
–Hugo Chávez no es más que un abyecto político que llegó al poder en un momento de crisis, donde mucho tuvo que ver la subestimación de sus adversarios. Para mí no es más que un rufián ególatra. Quizás algún día le interesó el país, pero ¿qué líder del siglo XXI puede pensar que una nación podrá ser próspera con un discurso excluyente, sesgado, impulsado con el lema "Patria, socialismo o muerte"? Siempre me pregunto: '¿La muerte de quién?'. Él, sencillamente, ha hecho uso de las más perniciosas emociones del hombre, la envidia y el resentimiento, y así mantiene encantada a una minoría de resentidos que lamentablemente se dejan manipular. Yo no tengo nada que decirle.

UNA VIDA PARADÓJICA

Simonovis no pierde la esperanza de ser liberado antes de lo establecido. Sin embargo, no ha definido qué hará cuando eso suceda. "He llegado a la conclusión de que el mejor plan es no tener plan, porque no sé ni cuándo ni cómo saldré de aquí. Lo único que sí puedo asegurar es que haré todo lo que esté a mi alcance por recuperar el tiempo perdido con mi esposa e hijos", expresa.

–¿Realmente cree que permanecerá 30 años detenido?
–Todos los días pienso en eso, pero debo confiar en que este eficaz sistema de terror debe terminar. Si asumo que pasaré 30 años aquí, me echo a morir. A veces pienso que el pueblo ha sido desvirilizado; espero que los venezolanos despierten y dejen la costumbre del disimulo. Tarde o temprano a cada uno le tocará rendir cuenta al régimen, bien sea con una expropiación, con la pérdida del empleo, falta de luz y agua o, peor aún, como víctima del hampa.

–¿Cómo son sus días en la prisión?
–Cada día es una fotocopia del otro. Hay días malos y peores. No he enloquecido por el apoyo de mi familia y porque he interiorizado que en la cárcel no hay espacio para los excesos, pues realmente lo único que controlo son las pocas pertenencias que tengo en mi calabozo. Chávez estuvo en la cárcel por participar en un golpe de Estado con más de 300 muertos. Sin embargo, salió a los dos años en libertad y estuvo en una casa en Yare con actividades, visitas de periodistas y representantes del Gobierno. Aquí no entran ni alcaldes, ni periodistas, ni diputados; sólo mi familia y algunos amigos.

–¿Qué ha aprendido a lo largo de esta reclusión?
–A estas alturas me declaro en rebeldía total contra el régimen. Desde hace seis años, mi vida ha sido reducida a un calabozo de 2x2 metros cuadrados, un pasillo de 20 metros de largo y un área común de 60 metros. El sol lo veo seis horas al mes, el ocio es parte de la rutina diaria y mis movimientos son monitoreados a través de cámaras. La paradoja de esto es que trabajé 23 años en la otrora PTJ, participé en el esclarecimiento de decenas de complejos casos de investigación criminal y fui nombrado Secretario de Seguridad para contribuir en el diseño de políticas de seguridad pública; toda una carrera dedicada a la justicia y, por ende, a la libertad.

–¿Qué cambio importante ha percibido usted en su esposa e hijos?
–De los 72 meses que tengo tras las rejas, sólo he podido compartir con ellos dos meses en total. Mis hijos, con fortaleza de acero, no se aminoran ante las oleadas y arremetidas de este Gobierno que incluye ataques con bombas molotov a mi casa. Mi hija mayor se graduó de abogado y obviamente no pude asistir a su acto.

Mi hijo Iván se gradúa este año de bachiller; cuando me encerraron era un niño de 11 años, sólo medía 1,50. Ahora mide 1,80, ha pasado todo el bachillerato sin el apoyo de su padre, ha tenido que aprender a ser hombre por sí mismo. Ivána, la menor, tenía 7 años y ahora es una adolescente de 13 años. Lo que más recuerda de la mitad de su vida es la visita en los pasillos de la Disip. Mi esposa es una mujer con mucha inteligencia, personalidad y belleza que hace su mejor esfuerzo por mi libertad y por hacer de mis hijos un hombre y una mujer útiles, con valores y principios familiares, pero sobre todo para que no sean unos resentidos como muchos de los que hoy ostentan el poder.

Sin mi familia no pudiese soportar esta situación. Todos los domingos vienen como si fuera el primero. En estos años se han celebrado muchos momentos familiares que no he podido compartir. Este año será nuestra séptima navidad separados. Sencillamente, hemos perdido un espacio de nuestras vidas que jamás podremos recuperar.

LIMITACIONES QUE NO FRENAN

El espíritu de lucha del ex secretario de Seguridad de la Alcaldía Mayor no se ha desvanecido. A pesar de su condición de recluso asegura seguir teniendo fuerza para "recuperar la democracia de Venezuela".

–¿Qué observación le haría usted a las actuales fuerzas de oposición?
–Pienso que la Mesa de la Unidad ha hecho una loable labor en la unión de todos los factores democráticos. Sin embargo, siguen prevaleciendo algunos intereses personales por encima de los colectivos.

–¿Ha habido algún cambio en su percepción respecto a la política venezolana?
–Ciertamente, ha habido un aprendizaje, sobre todo después de entender que estamos pagando las consecuencias de habernos retirado en 2005 para dejarle toda la Asamblea Nacional al oficialismo. De hecho, fui candidato en esa oportunidad y, dado que abandonaron la contienda, no pude ni ser diputado ni obtener mi libertad. La legitimidad en que descansa el régimen es arbitraria y tiránica; es una legitimidad ilegitima. Por eso, aún tras las rejas y con las limitaciones que me impone el chavismo, seguiré dando lo mejor de mí por la democracia, la justicia y la libertad.