Resucitó Fidel. Dando entrevistas y discursos; filosofando sobre la guerra y paz, el mundo y la humanidad.
No importa qué uno piensa de él, Fidel ha sido uno de los importantes líderes del siglo pasado; uno de los políticos privilegiados que han hecho historia; no de los pocos que han inspirado a generaciones de jóvenes.
Incluso quienes pensamos que Fidel abandonó la idea de la revolución democrática en favor de una dictadura corrupta, sentimos tristeza al observar cómo este icono está siendo desmontado y reducido a una caricatura.
Basta ver las últimas entrevistas y discursos de Fidel para darse cuenta que estamos presenciando un acto de autodestrucción, pero con el pleno consentimiento, si no la complicidad, de sus herederos, incluyendo su propio hermano. La kilométrica entrevista en Telesur, hecha por cuatro periodistas venezolanos emisarios de Hugo Chávez, prsenta a un anciano simpático pero incoherente. Es un espectáculo singular ver cómo cuatros comunicadores (entre ellos el presidente de Telesur y ex-ministro de comunicación de Chávez, Richard Izarra) tratan de mostrar buena cara y el debido respeto ante las muestras de demencia senil de su entrevistado.
Luego la famosa entrevista con Atlantic, en la cual Fidel afirmó que “el sistema cubano ya no sirve ni para nosotros”, para luego mejor hablar de delfines. Esto es como si el papa confesara que Dios no existe y luego te invita a ver el zoológico de Roma. Luego dijo que quería decir lo contrario, pero incluso esta retractación le salió tan enredada que al final la única conclusión posible es: El pobre no sabe lo que está diciendo.
Los revolucionarios mueren (política u moralmente), cuando se convierten en obstáculos para la historia. Normalmente pasa, porque no saben soltar el poder, y no saben confiar en la siguiente generación. Esto es la diferencia entre Fidel y Mandela. El líder de la revolución surafricana quedó intacto como el símbolo que da coherencia a una revolución y a una nación, porque se retiró a tiempo. Y sus herederos, a diferencia de los herederos de Fidel, lo cuidan. No permiten que nadie lo desgaste.
En Cuba pasa lo contrario. La aparición en Telesur no es simplemente una ocurrencia de Fidel. Es orquestada y planificada, como todo en la isla. Los gobernantes de Cuba fríamente aprovechándose de la debilidad de su ‘líder máximo’: su obsesión de volver a ser tomado en cuenta, su resistencia a una existencia en el museo de la revolución. Y de paso se aprovechan de la debilidad de otro gran narcisista, Hugo Chávez: su obsesión con Fidel lo lleva a prestar Telesur para el espectáculo denigrante del desmontaje del comandante.
Todavía, a pesar de todos sus pecados, Fidel hubiera podido preservar su estatus como icono. Su enfermedad lo estaba salvando. Lo hico entregar el poder, aunque involuntariamente. Lo entregó, aunque no a una nueva generación y mucho menos al pueblo, sino a... su hermano. Si Fidel, al resucitar de la muerte, se hubiera quedado en el trasfondo, en el retiro, encima de las políticas diarias, hubiera salvado su imagen de leyenda revolucionaria. Se hubiera transformado en sabio, en la conciencia revolucionaria.
Pero no, Fidel tuvo que regresar a la arena política. En vez de convertirse en sabio, ofrece el triste espectáculo de su desmontaje. El espectáculo feo de alguien que no logra (y no lo dejan) aceptar su senilidad, ni mucho menos el hecho que la historia ya no lo necesita.
El Fidel que exhiben todos los días en universidades, en congresos, en largas entrevistas, da lástima. Y como todo lo que pasa en regimenes autoritarios, no es coincidencia. Es un espectáculo puesto en escena por su propio hermano, por su propio partido. Como Fidel ya no puede hacer y tampoco deja hacer, deciden mejor desmontarlo. Sea que sea lo que Raúl Castro y su burocracia político-militar pretenden hacer con Cuba, Fidel será un obstáculo. Sigue siendo el secretario general del partido. Y como no se muere ni acepta su retiro, hay que aprovechar su inmenso narcisismo para exhibirlo como el anciano senil e incoherente que es, y así desdibujar la leyenda.
Unos meses más de dar entrevistas y sermones absurdos... y Fidel habrá definitivamente perdido la capacidad de veto. Un líder leyendario que ante las cámaras del mundo muestra demencia senil, puede ganar simpatía, pero pierde la capacidad de veto. Por esto le abren todos los canales de exhibición y expresión, dejándole pensar a él que está recuperando su liderazgo.
Una tragedia griega en pleno desarrollo, visible para todo el mundo gracias a YouTube. Pobre Fidel. Hubiera merecido, de su propio hermano y partido, más respeto.
De paso sea dicho: ¡Feliz viaje, presidente Funes!
(El Diario de Hoy)