viernes, 23 de julio de 2010

Carta al secretario de Cultura de la Presidencia, Dr. Héctor Samour

Estimado doctor:

Usted es parte de un gobierno que se ha comprometido con la transparencia. Además usted se dice alumno y heredero del padre Ignacio Ellacuría, quien siempre ha exigido que los gobernantes rindan cuenta a los gobernados. Por tanto, le pido que nos conteste un par de preguntas.

¿Por qué razón usted se pasa encima del buen nombre y del prestigio profesional de Gregorio Bello Suazo, a quien destituyó de su cargo de director del Museo Nacional de Antropología? Gregorio Bello Suazo goza en el mundo de antropología, historia o museología de gran reconocimiento, mientras el señor que usted nombró en este cargo es un escritor que ni siquiera en su campo goza de respeto de sus colegas. Y cuando a usted le cuestionan esta decisión arbitraria, usted pone en duda su honorabilidad en el manejo de los recursos del museo. Sin pruebas, sin recurrir a la Fiscalía, sin auditoría formal. Y para justificar todo esto, usted utiliza una extensa entrevista que le hace Jacinta Escudos en un matutino. Dos semanas después, usted nombra a la amable entrevistadora directora de la Casa del Escritor. ¿Canje de una entrevista de cortesía contra un cargo en su Secretaría?

Cuando otro de sus directores, nombrado por usted mismo, le informó de irregularidades en la administración anterior de su institución, en vez de ordenar una investigación, usted despidió al denunciante.

¿Nos puede explicar esta contradicción? Por una parte usted utiliza acusaciones de corrupción para justificar un cambio de director que no tiene justificación en el campo de méritos profesionales; y por otra parte, usted despide a un funcionario que le informa de irregularidades. La única manera de explicarme los dos casos es que ambos directores que despidió provienen de una rama de la izquierda diferente a la que actualmente gobierna nuestro país.

Ya ve, doctor, cuando los gobernantes no se dignan a explicar bien sus decisiones, cada uno trata de interpretarlas de su manera, y más que uno comienza a sospechar de conspiraciones y maquinaciones.

Saludos, Paolo Lüers

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