El gobierno Funes/Sánchez Cerén, con su reforma fiscal y su discurso de la necesidad de un posterior pacto fiscal, parece a un hombre que, antes de iniciar un complicado cortejo a una muchacha, la viola para salir de sus necesidades inmediatas.
Pero así no funciona ni el amor ni la política. Si Funes y el FMLN quieren seducir a la empresa privada y la oposición política para que les tengan confianza para negociar un pacto fiscal, o sea un compromiso que significa sacrificios y compromisos a largo plazo, entonces que se olviden de imponerles antes una reforma fiscal no consensuada.
O es por la fuerza o es por consenso. O es necesidad inmediata o es la necesidad de llegar a un acuerdo de largo plazo. O la violas, o la seduces. No puede ser primero
por las malas y después por las buenas. No puede ser primero por la fuerza y luego la conquista. A menos que uno tenga un concepto de la conquista que no tiene nada que ver con el arte del enamoramiento, sino con el sometimiento...
Así que el gobierno y su partido tienen que tomar la decisión ahora: o aprovechan una posible mayoría precaria para imponer su reforma fiscal y se olviden del pacto fiscal; o se olvidan de imponer su reforma y apuestan a un pacto fiscal. El discurso agresivo y arrogante del presidente de la República, en su cadena nacional del domingo pasado, indica su apuesta es la imposición, no la búsqueda de un pacto.
Para ayudarle al gobierno a revisar esta decisión (y no equivocarse), los dirigentes empresariales tienen que tomar una posición sin ambigüedades: “Estamos dispuestos a negociar un pacto fiscal - pero si nos irrespetan ahora, imponiéndonos una reforma fiscal no consensuada que pone en peligro la recuperación económica, esta posibilidad para el país se cierra. Punto. Piénsenlo bien y aténganse a las consecuencias de sus decisiones...”
Además de declarar su disposición a negociar un pacto fiscal con compromisos serios, pero sin imposiciones de nadie sobre nadie, la empresa privada y la oposición política deben dejar claro que no aceptan el chantaje. Deben desactivar el mecanismo, con el cual el gobierno está tratando de chantajearlos. El chantaje consiste en repetir y repetir, como si así se convirtiera en verdad, que “si el gobierno no recoge, mediante esta reforma fiscal, 250 millones de dólares en el 2010, el país sufre las consecuencias de un colapso de sus finanzas públicas... ¡Y ustedes tendrán la culpa!”
Para desarmar este chantaje, los críticos de la reforma fiscal tienen que comprobar públicamente que está basado en un análisis falso y demagógico. Deben de comprobar que existen otras vías para financiar el gasto público de corto plazo – vías que no comprometen la creación de puestos de trabajo y la atracción de inversiones. Deben de comprobar públicamente que existen recursos que el gobierno no ha agotado y que no es cierto que los organismos financieros multinacionales no le dan otra salida al gobierno que este paquetazo que atenta al mismo tiempo contra la economía nacional como contra la economía familiar. Tengo entendido que existen otros recursos para financiar el déficit de las finanzas públicas. Y que existe espacio de negociación con los organismos financieros que el gobierno no ha sabido (o no ha querido) aprovechar.
La palabra la tienen los economistas...
Posdata: Lo más indigno que puede hacer la empresa privada es, en vez de oponerse a la reforma fiscal como tal, regatear porcentajes y montos. Para regresar a la imagen usada al principio: Cuando una mujer está siendo violada, no va a decir “Procedan, pero por favor no me rompan el vestido...”
Disculpen la comparación, pero ¿cómo dejar claro que en el país está pasando, más allá del contenido concreto (o sea la preocupación por las finanzas públicas), un intento indecente de imposición, control y sometimiento.
(El Diario de Hoy)