Publicado en MAS! y EL DIARIO DE HOY, 10 marzo 2020
Una de las cosas que se sabe sobre el coronavirus es que va a pegar más fuerte a los países pobres porque tienen sistemas de salud débiles. Ahora la epidemia pega a los países más desarrollados, porque son tan globalizados e interconectados con el turismo de masas y con el comercio que no se puede evitar que el virus llegue rápido de continente a continente.
Nosotros, con un flujo raquítico de turistas, viajeros de negocio y técnicos del resto del mundo, todavía estamos a salvo. Pero es una cuestión de tiempo para que un virus con esta velocidad de propagación, una vez establecido en los países más globalizados, alcance a los países menos globalizados y estos, desafortunadamente, también son los que tienen los sistemas de salud pública más débiles. Como El Salvador.
En las experiencias de China, Corea del Sur e Italia ya se puede estudiar de qué factores depende la fatalidad de esta epidemia. Depende de la capacidad de los gobiernos de tomar decisiones drásticas y a tiempo: capacidad de decretar e imponer restricciones de movimiento y de actividades económicas, culturales, religiosas y sociales en ciertas zonas, y al mismo tiempo garantizar a la población el abastecimiento, la seguridad, y la debida información. Me permito expresar dudas si el gobierno de El Salvador esté debidamente preparado, organizado y conectado con los territorios para jugar este rol. No se ha nombrado gobernadores, quienes deberían asumir la coordinación entre gobierno central y gobiernos municipales, y al mismo tiempo la coordinación entre todas las dependencias gubernamentales en un departamento. Protección Civil ha perdido protagonismo y parece subordinada a las políticas partidistas de Gobernación.
Pero el factor decisivo, del cual dependerá que tan duro nos va a pegar el virus, o sea cuántos salvadoreños nos vamos a morir, es la capacidad de nuestro sistema de salud público. Los expertos internacionales ya nos explicaron que el 80% de los que se contagian no necesitan mayor atención médica y no corren peligro de morirse. Lo que necesitan es no contagiar a más gente.
Pero un 20% va a necesitar hospitalización, y dentro de este contingente habrá otro, el más vulnerable, que necesitará cuidados intensivos. Si no, se morirá. Son las personas de 65 años para arriba, sobre todo los que tienen enfermedades crónicas que debilitan sus resistencias.
No sé cuántas camas de hospital tiene el país. Asumamos que entre el sector público y el privado disponemos de 10,000 camas. En cuanto a cupos de Cuidados Intensivos me atrevo a decir que no llegan a 1,000 en todo el país. Y ojo, todas ocupadas, las 10,000 camas igual que las 1,000 camas de Cuidados Intensivos.
Hagamos la matemática: 10,000 camas alcanzarían (corresponderían al 20% de los contagiados del virus), si el total de los salvadoreños que adquieren la enfermedad no pasa de 50,000. Pero dentro de estos 10,000 pacientes habrá una cuarta parte que requiere Cuidados Intensivos, y definitivamente el país no dispone de 2,500 cupos.
Bueno, tal vez no lleguemos a este número de 50,000 contagiados del coronavirus. Tal vez no necesitemos todas las 10,000 camas para atender el 30% que lo requiere. Ojalá. Pero tampoco tenemos las 10,000 camas disponibles. Están ocupadas y hay listas de espera. Habrá que comenzar desde ya una política de priorización radical de tratamientos internos e de intervenciones quirúrgicas para tener camas disponibles. Si ahora necesitáramos internar a 1,000 o 2,000 pacientes con coronavirus, y 25% de ellos en Cuidados Intensivos, el sistema colapsa. ¿Qué hacer para evitar esto?
Hay que negociar desde ya con el sector privado de salud la inclusión de los hospitales privados, con todos sus recursos, en cualquier plan de contingencia. Y no solo los hospitales, también los miles de consultorios privados. Una vez que los hospitales nacionales y del Seguro Social entren plenamente en la atención a los contagiados del nuevo virus, será imposible mantener el mecanismo de consulta externa en estos hospitales. Sus pasillos se convertirían en los principales puntos de contagio. Habrá que descentralizar las consultas no relacionadas con la epidemia en centros de salud y consultorios privados y crear mecanismos financieros para garantizar que todos tengan acceso.
¿Está el gobierno preparando todas estas condiciones para que el país pueda enfrentar la epidemia? No sabemos. Y esto lleva a otro punto: Todo esto requiere confianza y la confianza requiere transparencia. Si no, nadie se va a someter a las medidas que decrete el gobierno.
Saludos,