miércoles, 9 de agosto de 2017

Venezuela: ¿Golpe o solución política?


El pasado fin de semana, pasaron dos cosas en Venezuela: el sábado 5 de agosto, un grupo de militares y civiles atacó la Brigada 41 de Blindados del Batallón Paramacay, de la ciudad de Valencia; y el domingo 6 de agosto, dirigentes opositores y disidentes se sentaron juntos en el Foro de Defensa de la Constitución, organizado por la Universidad Católica Andrés Bello en Caracas.

El primer evento recibió la máximo atención en medios internacionales y redes sociales, el segundo pasó casi desapercibido. Pero el segundo evento, el hecho que opositores y disidentes chavistas dieron el primer paso para formar una alianza para defender la Constitución y restablecer la institucionalidad del país, es el más importante y posiblemente trascendental para el futuro de Venezuela. Lo que puede abrir el camino para salir de la caótica y peligrosa situación no es un golpe militar, tampoco una guerra civil, sino este intento de crear un frente común, amplio y plural entre todos que quieren que Venezuela regrese a la democracia y recupere su capacidad de definir su destino en elecciones libres.

Los dirigentes opositores que participaron en este foro (Henrique Capriles, ex candidato a la presidencia y gobernador de Miranda; Julio Borges, presidente de la Asamblea Nacional al punto de ser abolida por la “Constituyente” de Maduro; y Freddy Guevara, dirigente de Voluntad Popular y vocero de Leopoldo López), dejaron claro: No se trata de que los chavistas disidentes que se oponen a la “Constituyente” se pasen a la alianza opositora. Se trata de la posibilidad que unan esfuerzos para defender y hacer valer la Constitución, lo que equivale a producir la salida del poder de Maduro.

Aunque todavía parece muy difícil de implementarla, de repente se vislumbra una solución política a la crisis venezolana. El punto de partida: un acuerdo entre la oposición antichavista y la fracción de chavistas institucionales, que no aceptan la decisión de Maduro y su cúpula militar de resolver la crisis mediante la represión y la ruptura constitucional. No se trata de un acuerdo para gobernar juntos, demasiado los separa ideológicamente para poder pretender esto. Se trata de unirse sólo para restablecer la democracia, la independencia de los poderes y el pluralismo político – para luego medirse en elecciones. Los dos campos no pueden ser aliados, pero sí competir en elecciones y convivir en un país democrático.

Para los chavistas disidentes, sería el único camino para preservar su movimiento como fuerza política en la Venezuela post Maduro. Si el cambio se produce por un golpe de Estado o una insurrección popular, el chavismo se extingue de una vez por todas. Si los chavistas disidentes se convierten en parte de la solución, pueden aspirar a ser parte de una futura Venezuela pluralista y democrática.

Para la oposición, esta solución política posiblemente sería la única forma de derrocar al régimen militarista sin tener que pasar por un baño de sangre.

La conformación de este frente común en defensa de la Constitución y para producir una transición política pacífica (o más bien menos violenta, porque no hay forma de asumir que Maduro y sus militares van a irse voluntariamente) va a encontrar fuertes resistencias: dentro de la oposición hay muchos que verán como una traición negociar con cualquier chavista; y en el chavismo hay muchos que no dudarán de usar la aparato represivo contra los disidentes en sus filas. La fiscal general Luisa Ortega recién destituida por la “Constituyente”, chavista histórica, ya está sintiendo esta amenaza. Sin embargo, en el mencionado foro se sentó a la par de Henrique Capriles, Julio Borges y Freddy Guevara. Igual lo hizo Miguel Rodríguez Torres, ex general de división, ex ministro del Interior de Chávez y partícipe del 4F, el fallido golpe de Estado de Chávez de 1992. Ellos saben que con Maduro y su mafia narco militar en el poder no tienen ningún futuro, a menos en la cárcel haciéndoles compañía a los dirigentes opositores.

La oposición venezolana tiene un enorme reto adelante: en medio del caos y la convulsión encontrar estrategias racionales – pero sin suspender la presión en la calle. El debate real no es si seguir o no con la movilización en la calle, sino ¿Cuál es la solución política, una vez que la calle logre su objetivo de forzar la salida de Maduro y Cia?

Muchos en las filas de la alianza opositora MUD, como María Corina Machado, están cayendo en un romanticismo de resistencia que cae en posiciones de anti política. Se oponen a la participación en las elecciones de gobernadores (lo que llevaría a Maduro a poner 23 gobernadores, cuando ya no tiene fuerza electoral para poner ninguno) – y van a hacer todo que puedan para evitar el surgimiento de un frente común con los chavistas que abandonan a Maduro. Es la hora de la racionalidad y de la política, representada por dirigentes como Henrique Capriles. Hoy más que nunca es válido lo que siempre sostuve: Todo depende de la capacidad de Capriles y Leopoldo López a ponerse de acuerdo y asumir un liderazgo compartido.


Vea el discurso de Capriles en el Foro:




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(El Diario de Hoy/Observadores)