Liebe
Frau Merkel:
Necesito expresar que me siento orgulloso de Usted. Jamás me hubiera imaginado que iba a decir esto sobre alguien de la Democracia Cristiana.
Necesito expresar que me siento orgulloso de Usted. Jamás me hubiera imaginado que iba a decir esto sobre alguien de la Democracia Cristiana.
Cuando usted decidió decir a los miles de
refugiados sirios varados en Hungría que eran bienvenidos en Alemania, usted sabía
que esto le podía costar el apoyo de su propio partido - y tal vez el poder.
Usted, la pragmática, la eterna buscadora de consensos, tomó una decisión
basada en principios, poniendo todo su prestigio personal y todo su capital
política en juego para mover a la opinión pública de su país a la única
posición éticamente aceptable: dar la bienvenida y protección a los seres humanos
que huyeron del fuego cruzado entre dos fuerzas igualmente diabólicas: la del
dictador Assad y la de ISIS.
Su gesto tan enérgico y claro tuvo el
impacto esperado: Los alemanes, en su gran mayoría, adoptaron lo que se dio a
llamar la “cultura de la bienvenida”: una ola de solidaridad y colaboración
práctica sin precedentes. Miles de ciudadanos alemanes recibiendo a los
refugiados, ofreciéndoles techo, comida, y calor humano. Voluntarios trabajando
día y noche en los albergues abiertos para los refugiados. Parecía que bajo su
liderazgo, Frau Merkel, el país se unía alrededor de una nueva identidad
nacional: de generosidad, tolerancia, y hermandad. Pocos políticos logran esto.
Pero cuando el flujo de refugiados no
cesaba y llegaba al millón de personas, la opinión pública comenzó a cambiar. Todavía
seguían trabajando los miles de voluntarios, pero a la mayoría de la gente le comenzaron entrar dudas: ¿Puede nuestro país acoger a
tanta gente, además de otra cultura y religión? Los moderadores de los talk shows
comenzaron a cuestionar la posición de su gobierno. En su propio partido surgió
crítica. Comenzaron a asustar con el fantasma de la ultra derecha.
Pero usted siguió diciendo: Somos un país
rico y fuerte que puede y debe absorber a los refugiados. Tenemos la capacidad
si tenemos la voluntad…
Surgió una exigencia dentro de su propio
gobierno y partido: Hay que reducir el flujo. Hay que definir un límite. Hay
que cerrar las fronteras.
Pero usted sigue diciendo: El derecho
humano al asilo no conoce límites. Los valores que nos definen nos obligan a
acoger a los seres humanos que buscan asilo en Alemania y Europa.
Pasó lo de Paris, y creció la presión de
cerrar las fronteras para que no entren más extraños. Surgió la frase:
Seguridad va encima de humanidad.
Usted dice: No. Vamos a reforzar la
seguridad para evitar atentados terroristas, pero no vamos a cerrar las
fronteras a los que precisamente huyen de este terrorismo.
En Estados Unidos, el presidente Obama adopta
un discurso parecido, frente a la exigencia de los republicanos de no dejar
entrar a ningún sirio al país - ya vieron lo que pasó en Paris. Pero hay una
diferencia abismal entre usted y Obama: Usted dio asilo a cientos de miles de
sirios, arriesgando su capital político, ya están en Alemania, tienen techo,
comida, seguridad y acogida. En cambio,
Obama solo habla y habla y habla – y hasta la fecha no ha acogido a
nadie. Y Hillary se hace la maje…
Son muy contadas las ocasiones cuando el
discurso de los políticos (la declamación de principios) es coherente con su
acción. Es muy extraño que los polítcios, para aplicar un principio, están
dispuestos de arriesgar su poder. Cuando esto pasa, presenciamos historia.
Cuando esto pasa, podemos volver a confiar en el liderazgo político. Usted,
Frau Merkel, ha dado este extraño ejemplo. Con esto se gana el respeto de
muchos.
Saludos,
(Mas!/El Diario de Hoy)