Un día de estos fui al Café Don Pedro en la Alameda Roosevelt para saludarle, pero no estuvo. Voy a intentarlo nuevamente.
Mientras tanto, le mando esta carta como muestra de cariño. La mando como colega que igual que usted ama este negocio que compartimos: el negocio de proporcionarle a la gente un buen rato de relax con buena comida, cervecita helada, diversión, musiquita. Usted nos enseñó que esto es mucho más que un negocio: es una vocación, es un arte. Un café, en manos de un visionario como usted, es una institución cultural, un medio de comunicación social, un pedazo de civilidad y urbanismo.
Gracias por ser el pionero de este tipo de gastronomía.
Precisamente porque el Café Don Pedro y su fundador son una institución nacional, no puedo permitir que un pésimo representante de mi otra profesión (el periodismo) trate de enlodar este símbolo tan importante que es usted. En un periódico (en el cual por suerte nunca me ha tocado escribir) salió este fin de semana un reportaje titulado “Un café con Don Pedro”.
Tal vez al ‘reportero’ le pareció más atractivo ofrecer al lector el retrato de un Don de mafia que a un Don Pedro dueño de un café. Entonces, el muchacho, para promover su carrera de reportero, cometió un pecado que debería poner fin a esta carrera: inventó un personaje que no existe: Don Pedro, el “capo con gran influencia que logró evitar la cárcel.”
Sin investigación. Haciendo alusión a un pleito que a le armó un personaje como Mariano Pinto. Pleito que tiene que ver con la Asociación de Medianos y Pequeños Empresarios, de la cual los dos fueron presidentes. El reportero no se tomó la molestia de entrevistar a la gente de la Cooperación Alemana, quienes le hubieran dicho que no tienen ningún reclamo a usted sobre los 3.7 millones de dólares que le dieron para fundar una microfinanciera. La Prensa sólo publicó las acusaciones de Pinto, quien era demasiado corrupto incluso para el gobierno de Saca. Lo puso de director del Seguro Social - y tuvo que quitarlo luego.
Así que Pedro, no le hagas caso a un mal producto de un periódico que tal vez no tienen control de calidad. Nosotros sabemos que nuestros negocios no sobreviven sin control de calidad.
Un abrazo, Paolo Lüers
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