La juventud de Capriles (de apenas 40
años) tuvo su reflejo fiel en la multitud de más de 1 millón de caraqueños que
lo recibieron en la capital: Las cámaras mostraron una mayoría de jóvenes. Con
esta generación, que ha pasado la mayor parte de su vida en una Venezuela
gobernada por Chávez y el Socialismo del Siglo 21, y con este candidato
opositor, difícilmente pega la permanente alerta del actual presidente contra
“los burgueses que quieren que Venezuela regrese al antiguo régimen corrupto”
de los años 70 y 80, derrotado por la ‘Revolución Bolivariana’.
Al subir al escenario al estilo más de un
rock star como de un político tradicional, vestido como siempre de ropa
deportiva y con su gorra de baseball, Capriles puso el dedo en la llaga y
comenzó su discurso haciendo suyo el “espíritu de cambio y esperanza del 1998”,
que derrumbó la llamada ‘Cuarta República’ y llevó al poder a un joven y rebelde
militar llamado Hugo Chávez: “Cuando el otro candidato fue electo presidente,
yo fui electo el más joven presidente de la Asamblea de nuestra historia. Y todavía
estoy en este proceso de cambio, igual de flaco, mientras que el otro candidato
se enfermó del poder y no lo quiere soltar.”
Y de ahí Capriles le fue cobrando a
Chávez, punto por punto, todas las promesas incumplidas de esta gran ilusión de
cambio del 1998: Hoy Venezuela no tiene paz, sino violencia; no tiene empleo,
sino destrucción de la producción nacional; tiene peores escuelas,
universidades, cárceles y hospitales...
Henrique Capriles Radonski no es un gran
orador, como indudablemente lo es Chávez. Esto, en un país de tan enorme pasión
por la retórica, parece un problema serio para un candidato. ‘El Flaco’ lo sabe
y nunca trata de competir con su contrincante en este deporte nacional de
desbordante oratoria demagógica. En el discurso de Capriles se notaban sus
nervios, su voz se quebró frecuentemente, perdió varias veces el hilo... Pero esto
no afectó su conexión con la multitud. Le da hasta ventaja, le ayuda ganar
simpatía: Los venezolanos están cansados de oratoria y sedientos de soluciones;
cansados de ideología y curiosos de ideas. Y esto es lo fuerte del ex-alcalde
de Baruta y gobernador de Miranda: ideas y soluciones prácticas; llevar la
política del campo de ideología al campo de la administración pública
eficiente.
Si uno compara la campaña opositora con
la campaña chavista, las diferencias son evidentes – y parecen trabajar en favor
de ‘El Flaco’. En las concentraciones de Chávez un mar de rojo: banderas,
camisas, cachuchas, pancartas de un sólo color. Las concentraciones de la
oposición son multicolores, porque Capriles representa un abanico de 25
partidos, unos de trayectoria de izquierda, otros de trayectoria de derecha, la
gran mayoría de carácter reformista: socialdemócratas, socialcristianos,
verdes, humanistas... Pero la mayoría de los asistentes al gran meeting en
Caracas son civiles, vestidos de civil. La diferencia visual refleja la
diferencia política: uniformidad versus pluralidad. Revolución versus reforma.
Militancia contra ciudadanía...
Otra diferencia entre las dos campañas:
Bombardeo aéreo de Chávez y su gobierno versus un recorrido maratónico casa por
casa de ‘El Flaco’. Lo hizo en la campaña de las elecciones primarias y lo
repitió ahora: primero casa por casa, luego barrio por barrio, después ciudad
por ciudad, para culminar en concentraciones gigantescas en cada estado. Claro,
‘El Flaco’ en la vida real es maratonista, y Chávez, en la vida real, es
paciente de cáncer. El presidente se concentra en la televisión, disponiendo de
un imperio de medios y en la cadena nacional obligatoria: Ha utilizado más de
80 horas de cadena nacional. 80 horas en todos los canales y radios del país,
hablando solo. Se negó a debatir. Su opositor no tiene acceso a cadena
nacional, pero además sabe que no dispone de este don del carisma mediático.
Hizo lo correcto: convertir la desventaja en virtud, ir a la calle full time,
en todo el país. Y de repente él mismo y la gente descubrieron algo insólito:
Este hombre tiene un enorme carisma a corta distancia, en el contacto directo
con la población. Tuve la oportunidad de acompañarlo, en su trabajo de
gobernador, a pueblos remotos, y observé como la percepción de la gente cambió
radicalmente una vez que lo tenían de frente. Este hombre pintado de
‘ricachón’, de elitista, de ‘oligarca’, cuando la gente lo tiene cerca, resulta
humilde, abierto, simpático y divertido. Resulta que escucha.
Entonces, cada uno de los candidatos
escogió su campaña: Chávez, como su salud no le permite una campaña terrestre,
escoge la super-mediática, con discurso violento y confrontativo, tildando a su
adversario de cualquier cosa; Capriles, que no tiene ni los recursos ni el don
para campaña mediática, escoge el contacto directo: Vean, aquí estoy, así soy,
un flaco con cachucha y buenas ideas. Y casi no habla de su contrincante.
Y así va ‘El Flaco’, desmontando el
monstruo ‘ultra-derechista’ que el oficialismo ha pintado de él; desmontando
sistemáticamente la retórica revolucionaria, confrontándola con los hechos, con
los números de desempleo, homicidios, falta de vivienda, deficiencias de salud
y educación. Y con propuestas prácticas.
Nadie hubiera pensado que de esta manera
Capriles pudiera acumular y acumular hasta llegar, justo para el cierre, a la
culminación: movilizar a millones de gente en las ciudades principales; armar
espectáculos al estilo de concierto de rock; conectar con multitudes de jóvenes
y mujeres. Como buen corredor de maratón que es, supo medir y administrar sus
tiempos y sus fuerzas.
“Esta batalla no es entre partidos ni
entre ideologías, es entre dos estilos de vida”, dijo Capriles a los
caraqueños. Y acto seguido habló de que en la nueva Venezuela cabrán todos, sin
distinciones ideológicas, sin revanchas, sin exclusiones, sin perdedores. Un
contraste muy fuerte al discurso de Chávez que siempre pinta divisiones,
confrontaciones, diferencias entre las dos Venezuelas incompatibles que él ve:
la Venezuela revolucionaria, y la Venezuela de los ‘vendepatrias’.
Hay otras diferencias entre las dos
campañas, y también parecen trabajar a favor de Capriles. Chávez habla del
pasado, Capriles habla del futuro. Chávez habla de defender el status quo,
aunque tenga el apellido ‘Revolución’; Capriles habla de reformas, cambios,
soluciones, inversiones, sacrificios compartidos.
Pude observar hace como dos años el
inicio de un importante cambio en la percepción de la gente. Durante 10 años la
oposición no pudo ganar, porque la gente la asociaba con inestabilidad e
incertidumbre. Esto empezó a cambiar cuando líderes jóvenes como Leopoldo
López, Pablo Pérez (el gobernador de Zulia) y Henrique Capriles se pusieron a
la cabeza de la oposición. En un año de campaña, dirigida por estos líderes y
muchos otros de la misma generación, este cambio de percepción se hizo
irreversible. Hoy la violencia, el peligro de inestabilidad e incluso de
confrontaciones que rompan la paz son asociados con Chávez y con su intento de
retener el poder, no con la oposición que muestra pluralidad, tolerancia,
reformismo y voluntad de reconciliación.
(El Diario de Hoy)