Es imposible no reconocer el aporte que
El Faro ha dado a la modernización, la democratización y la profesionalización
del periodismo salvadoreño. Cuando nadie creía en el periodismo on-line, Carlos
Dada y Jorge Simán se aventuraron a crear un periódico digital, aplicando bien
la lección del fracaso empresarial de Primera Plana, que años antes había hecho
el intento de irrumpir en el mercado de prensa con un semanario impreso para
luego convertirlo en diario.
Los fundadores de Primera Plana,
frustrados por la experiencia de un éxito editorial que no supimos convertir en
éxito empresarial, no creíamos en el proyecto de El Faro. Carlos Dada, Jorge
Simán y el puñado de reporteros talentosos y hambrientos que yo siempre
cariñosamente llamé ‘los farolitos’ nos dieron una lección: aprovechando
audazmente las nuevas tecnologías mostraron que sí era posible lo que nosotros
con Primera Plana no logramos: establecer un medio nuevo en un país, donde el
capital no sentía la urgencia de aportar a la renovación del periodismo escrito
con una ampliación de la oferta. Primera Plana cerró luego de un año de hacer
buen periodismo, por falta de inversionistas y anunciantes fuertes. El Faro
mostró que utilizando las nuevas tecnologías se podía crear un medio a pesar
del desinterés del capital nacional. Sólo por esto El Faro merece un premio.
También lo merece el joven equipo de
reporteros por la frescura y audacia, con la cual arrancó y supo mantenerse
durante varios años como medio innovador, investigativo, irreverente, creativo,
crítico. El Faro aprovechó bien el espacio privilegiado que le da su
independencia de anunciantes e inversionistas. Lo aprovechó para hacer
incursiones en periodismo investigativo, que los medios grandes y comerciales
desarrollaron muy poco y de manera tibia. Se convirtió en complemento
indispensable para una sociedad que a partir de los Acuerdos de Paz comienza a
democratizarse y a vivir la nueva pluralidad política.
Pero también un medio alternativo y
complementario necesita pagar sus operaciones, por más reducidas sean en
comparación con los periódicos impresos grandes. Para sostenerse
económicamente, si bien no depende del sector empresarial del país, El Faro sí
depende de financiamiento de la cooperación internacional, en especial de
proyectos financiados por el PNUD.
Mientras los demás periódicos, para
asegurar su independencia política frente a los gobiernos de turno, luchan por
convertirse en empresas sólidas, ampliando su circulación y aumentando su valor
para los anunciantes, El Faro construyó su sostenibilidad invirtiendo en sus
relaciones con fundaciones y organismos internacionales, proyectándose como
medio alternativo, como el David frente al Goliat, como complemento crítico e
innovador a los medios comerciales. Haber logrado esta proyección exitosamente
y hacer un periodismo congruente con esta proyección merece también
reconocimiento. Por esto no es mala leche cuando digo: Carlos Dada ganó este
premio más como promotor de su visión de periodismo que por su producción
periodística o su trabajo de editor.
El tipo de periodismo que desarrolló El
Faro (que yo llamo cariñosamente ‘el órgano no oficial del political
correctness’ definido por agencias de Naciones Unidas y por los movimientos
feministas, de derechos humanos, ecológicos…) es mucho más compatible con los
intereses de fundaciones progresistas y organismos internacionales que con los
intereses de un sector privado que apenas comienza a exigir a los medios más
independencia y más rigor investigativo y crítico. Y que además suele apostar a
medios masivos.
El Faro encontró su nicho y nunca ha
tratado de salir de esta comodidad. Esto le impuso a El Faro una limitación
seria: nunca le permitió convertirse en diario digital, o sea en fuente
primaria de noticias para los ciudadanos; nunca le permitió salir del nicho y
convertirse en serio competidor. Tampoco le permitió aplicar las
características de su marca -independencia, distancia crítica al poder estatal,
escrutinio a la gestión gubernamental- con el mismo rigor cuando la izquierda
sustituyó a ARENA en el poder. De repente El Faro se parece más a aquellos
medios comerciales que por oportunismo (o por costumbre) dan al gobierno el
‘beneficio de la duda’ y se abstienen de criticarlo, aduciendo preocupación por
la gobernabilidad. De repente la independencia se defiende y la crítica se
ejerce en otras trincheras, por parte de medios que han apostado a otro camino
para asegurar su independencia y blindarse tanto contra chantajes como contra
cantos de sirena por parte del poder.
Concluyo citando del dictamen del jurado
de la Columbia University: “El Faro mostró cómo un medio digital puede
sobreponerse a las limitaciones de costos y tradición y ofrecer un periodismo
honesto de alta calidad, en una región donde los estándares de la prensa son
bajos y muchos de los medios son altamente parciales o incluso corruptos.” Dudo
que este juicio sumario sea resultado de una investigación científica de la
Escuela de Periodismo de la Columbia University. Es lo que El Faro y Carlos
Dada predican en cuánto foro internacional de periodismo hay en el mundo. A
pesar de mi desacuerdo con este juicio, me alegro que hayan dado el premio a El
Faro. Tal vez provoque que vuelva a atreverse a hacer lo que mejor sabe hacer:
ser la voz crítica e irreverente frente al poder.
(El Diario de Hoy)