(De Gabor Steingart, corresponsal de la revista alemana DER SPIEGEL en Washington)
Las primarias en Estados Unidos se acercan a la decisión. Tiempo de pedir cuentas – a los periodistas. Jugaron un rol importante pero también fatal en el poker de los candidatos.
El buen periodista, dijo Rudolf Augstein (el fundador del SPIEGEL), no está sometido a nadie, sólo a sus prejuicios y errores.
En esta campaña, muchos periodistas y medios hicieron uso del derecho a equivocarse, incluyendo el autor de esta columna. “Todos los que soñábamos del primer presidente negro, tuvimos un despertar amargo. Espero que lo habrá, en algún momento, pero no en estas elecciones”, escribí luego de las derrotas que sufrió Obama en las primarias de New Hampshire y Nevada. El título de mi columna: “El fin de la revolución de Obama”.
La probabilidad que el próximo presidente de Estados Unidos sea negro son más altas que nunca en la historia. La revolución sigue en marcha, el escepticismo queda.
Pero no hablemos de los errores. Hablemos de traición. Una buena parte de los medios norteamericanos, en esas primarias, trató con las patas los principios de nuestra profesión. (...)
Los dos puntos de referencia del periodista son la realidad y la importancia. Sin embargo, durante meses el énfasis principal de la cobertura de las primarias estaba en lo periférico e irrelevante. Manipular mediante exageración, así podríamos llamar este método de trabajo. Cada ardillita se convirtió en Godzilla. Más del 60% de toda la cobertura de la primarias en los medios de Estados Unidos hablaron de estrategias de campaña, de tácticas, de la construcción de personalidades – pero no de los contenidos políticos.
El mayor interés de los reporteros se dedicó a cuestiones como estas: si Obama llevaba o no un pin con la bandera de Estados Unidos; si John McCain tuvo –ocho años atrás- una amante; si a la ex primera dama Hillary Clinton le falló la memoria sobre su viaje a Bosnia. (...)
Incluso el excéntrico pastor de Obama no merece tanto alboroto. Dios condene a Estados Unidos, exclamó el pastor. ¿Y qué? El padre en mi parroquia católica era reaccionario, mi profesor era comunista. Tal vez los locos al la derecha y a la izquierda del camino de nuestras vidas son necesarios para mostrarnos el camino del medio.
No es que el público americano, en estas primarias, haya sido alimentado de mentiras, pero si de irrelevancias. El escritor, ensayista y periodista británico George Orwell inventó la palabra “minitrue”, abreviación para el ficticio “Ministerio de La Verdad”. Los mini-verdades se pueden sumar, pero nunca resultan en una imagen completa.
Lo irónico es que no hay ninguna escasez de temas relevantes. En las elecciones de Estados Unidos están en juego la guerra y la paz, además de la creciente injusticia social...
Están en la agenda preguntas que casi no podrían ser más dramáticas:
¿Qué pasará cuando los demócratas realmente retiran las tropas del Irak? ¿Cómo enfrentará Obama el peligro que en Basra y Bagdad se repitan los campos de muerte de Camboya? ¿Cómo piensan los republicanos terminar con el escandaloso hecho que 47 millones de ciudadanos de Estados Unidos no tienen seguro médico?
No son los periodistas los únicos responsables de la decadencia del periodismo. Su importancia fue disminuida como en ninguna campaña electoral anterior. Hoy tienen que compartir las páginas de los periódicos y los estudios de televisión con personas que se llaman estrategas o consultores o asesores. Trabajan o han trabajado a sueldo de los partidos.
Ambos, el periodista y el estratega a la par, comentan en CNN o Fox News las campañas y los temas políticos. Cámara para Karl Rove, el arquitecto de los dos triunfos electorales de George W. Bush, hoy bajo contrato en Fox, Newsweek y el Wall Street Journal. Entra en escena Dick Morris, entonces el más cercano asesor de Bill Clinton, hoy contratado de comentarista por todos los canales de televisión. Luces para Donna Brazile, que nunca falta cuando en CNN se comentan elecciones. Casi nadie se da cuanta que es integrante del exclusivo Comité Nacional del Partido Demócrata...
No puede haber perfiles profesionales más distantes que entre periodistas y estrategas de campaña. Uno es buscador de la verdad, el otro encargado a alterar la realidad. Lo que los estrategas ofrecen al público suena a comentario, pero es propaganda. En el empaque dice periodismo, pero el contenido es táctica partidaria. Morris polemiza contra Hillary Clinton; Donna Brazile hace publicidad para los demócratas; Rove pone decoración a las políticas de Bush.
Para estos estrategas, la verdad es sólo la materia prima para modelar candidatos. El amor a la verdad, para ellos, es nostalgia y la manipulación un arte.
No son pocos los periodistas que contribuyen a la decadencia de su profesión. El legendario White House Presse Corps ahora se define como parte de la industria de entretenimiento. Dentro de esta élite periodística hay reporteros que venden cada spot de campaña medianamente inteligente como una sensación política. Estilo va encima de sustancia, cosa que en última instancia deja su huella en los mismos reporteros. Cuando los corresponsales interpretan como factor decisivo para una elección si el candidato “es capaz de inspirar al pueblo americano”, no es extraño que la gente comienza a usar los mismos criterios para los periodistas.
Esto no es bonito, pero justo.
Las primarias en Estados Unidos se acercan a la decisión. Tiempo de pedir cuentas – a los periodistas. Jugaron un rol importante pero también fatal en el poker de los candidatos.
El buen periodista, dijo Rudolf Augstein (el fundador del SPIEGEL), no está sometido a nadie, sólo a sus prejuicios y errores.
En esta campaña, muchos periodistas y medios hicieron uso del derecho a equivocarse, incluyendo el autor de esta columna. “Todos los que soñábamos del primer presidente negro, tuvimos un despertar amargo. Espero que lo habrá, en algún momento, pero no en estas elecciones”, escribí luego de las derrotas que sufrió Obama en las primarias de New Hampshire y Nevada. El título de mi columna: “El fin de la revolución de Obama”.
La probabilidad que el próximo presidente de Estados Unidos sea negro son más altas que nunca en la historia. La revolución sigue en marcha, el escepticismo queda.
Pero no hablemos de los errores. Hablemos de traición. Una buena parte de los medios norteamericanos, en esas primarias, trató con las patas los principios de nuestra profesión. (...)
Los dos puntos de referencia del periodista son la realidad y la importancia. Sin embargo, durante meses el énfasis principal de la cobertura de las primarias estaba en lo periférico e irrelevante. Manipular mediante exageración, así podríamos llamar este método de trabajo. Cada ardillita se convirtió en Godzilla. Más del 60% de toda la cobertura de la primarias en los medios de Estados Unidos hablaron de estrategias de campaña, de tácticas, de la construcción de personalidades – pero no de los contenidos políticos.
El mayor interés de los reporteros se dedicó a cuestiones como estas: si Obama llevaba o no un pin con la bandera de Estados Unidos; si John McCain tuvo –ocho años atrás- una amante; si a la ex primera dama Hillary Clinton le falló la memoria sobre su viaje a Bosnia. (...)
Incluso el excéntrico pastor de Obama no merece tanto alboroto. Dios condene a Estados Unidos, exclamó el pastor. ¿Y qué? El padre en mi parroquia católica era reaccionario, mi profesor era comunista. Tal vez los locos al la derecha y a la izquierda del camino de nuestras vidas son necesarios para mostrarnos el camino del medio.
No es que el público americano, en estas primarias, haya sido alimentado de mentiras, pero si de irrelevancias. El escritor, ensayista y periodista británico George Orwell inventó la palabra “minitrue”, abreviación para el ficticio “Ministerio de La Verdad”. Los mini-verdades se pueden sumar, pero nunca resultan en una imagen completa.
Lo irónico es que no hay ninguna escasez de temas relevantes. En las elecciones de Estados Unidos están en juego la guerra y la paz, además de la creciente injusticia social...
Están en la agenda preguntas que casi no podrían ser más dramáticas:
¿Qué pasará cuando los demócratas realmente retiran las tropas del Irak? ¿Cómo enfrentará Obama el peligro que en Basra y Bagdad se repitan los campos de muerte de Camboya? ¿Cómo piensan los republicanos terminar con el escandaloso hecho que 47 millones de ciudadanos de Estados Unidos no tienen seguro médico?
No son los periodistas los únicos responsables de la decadencia del periodismo. Su importancia fue disminuida como en ninguna campaña electoral anterior. Hoy tienen que compartir las páginas de los periódicos y los estudios de televisión con personas que se llaman estrategas o consultores o asesores. Trabajan o han trabajado a sueldo de los partidos.
Ambos, el periodista y el estratega a la par, comentan en CNN o Fox News las campañas y los temas políticos. Cámara para Karl Rove, el arquitecto de los dos triunfos electorales de George W. Bush, hoy bajo contrato en Fox, Newsweek y el Wall Street Journal. Entra en escena Dick Morris, entonces el más cercano asesor de Bill Clinton, hoy contratado de comentarista por todos los canales de televisión. Luces para Donna Brazile, que nunca falta cuando en CNN se comentan elecciones. Casi nadie se da cuanta que es integrante del exclusivo Comité Nacional del Partido Demócrata...
No puede haber perfiles profesionales más distantes que entre periodistas y estrategas de campaña. Uno es buscador de la verdad, el otro encargado a alterar la realidad. Lo que los estrategas ofrecen al público suena a comentario, pero es propaganda. En el empaque dice periodismo, pero el contenido es táctica partidaria. Morris polemiza contra Hillary Clinton; Donna Brazile hace publicidad para los demócratas; Rove pone decoración a las políticas de Bush.
Para estos estrategas, la verdad es sólo la materia prima para modelar candidatos. El amor a la verdad, para ellos, es nostalgia y la manipulación un arte.
No son pocos los periodistas que contribuyen a la decadencia de su profesión. El legendario White House Presse Corps ahora se define como parte de la industria de entretenimiento. Dentro de esta élite periodística hay reporteros que venden cada spot de campaña medianamente inteligente como una sensación política. Estilo va encima de sustancia, cosa que en última instancia deja su huella en los mismos reporteros. Cuando los corresponsales interpretan como factor decisivo para una elección si el candidato “es capaz de inspirar al pueblo americano”, no es extraño que la gente comienza a usar los mismos criterios para los periodistas.
Esto no es bonito, pero justo.
(Publicado en Spiegel Online. Traducido del alemán de P. Luers)