"Las constituciones nacionales y el derecho internacional no otorgan a nadie el derecho al poder ilimitado, y para esta razón garantizan la libertad de prensa y expresión, como contrapeso necesario al poder."
En Estados Unidos está garantizada la libertad de expresión y de prensa por la primera enmienda constitucional. A pesar de esto, esta libertad está siendo sistemáticamente violada por Donald Trump. Demandó a CBS, a ABC, al New York Times, al Wall Street Journal por sumas astronómicas. Extorsionó a CBS, usando la supervisión federal de fusiones corporativas, para censurar su programa 60 Minutes y suspender al conductor de Late Night Show, Stephen Colbert. Extorsionó a ABC a suspender su programa “Jimmy Kimmel Live”. Trump no aguantó el humor ácido de Colbert y Kimmel...
En El Salvador, la libertad de expresión y de prensa está garantizada por el artículo 6 de la Constitución, pero está siendo sistemáticamente violada y restringida por Nayib Bukele. Mandó a encarcelar a críticos de su reelección y sus violaciones de la Constitución y del Estado de Derecho, como el constitucionalista y columnista de este diario, Enrique Anaya, y la investigadora de la corrupción gubernamental, Ruth López. Obligó a salir al exilio a los reporteros del Faro y muchos otros periodistas.
Igual que los dictadores de Rusia, Corea del Norte, Venezuela, Cuba y Nicaragua, Nayib Bukele y Donald Trump saben que la libertad de expresión y una prensa libre son una amenaza al poder concentrado en sus manos. Y tienen razón: La libertad de los ciudadanos a disentir -y expresarlo públicamente- y la libertad de los periodistas a criticar a los gobernantes y revelar sus abusos del poder y su corrupción son una amenaza al poder, tienen la función constitucional de desafiar y controlarlo. Las constituciones nacionales y el derecho internacional no otorgan a nadie el derecho al poder ilimitado, y para esta razón garantizan la libertad de prensa y expresión, como contrapeso necesario al poder.
Pero los Trump y los Bukele no aceptan contrapesos a su poder. No aceptan límites a su poder. No aceptan obstáculos a su poder. Por esto odian a la profesión periodística, que por definición es independiente, crítica y una molestia al poder. Si no, es propaganda.
Si los gobernantes, en su afán de preservar su poder, no aguantan el ácido y censuran o incluso persiguen a sus críticos, es el mejor reconocimiento a nuestra labor. Bukele ha convertido a los periodistas del Faro en estrellas reconocidas con incontables premios internacionales. Trump ha convertido a Stephen Colbert, Jimmy Kimmel y Bill Owens, el ex productor de 60 Minutes, en figuras más populares que él mismo.
Lo que Bukele y Trump, imitándose mutuamente, hacen con sus ataques a sus críticos es el mejor reconocimiento a su labor. A corto plazo, el periodismo está en aprietos, pero ganando en claridad, calidad y autoridad ética. A la larga, el periodismo va ganando a sus detractores y persecutores.
En Estados Unidos, la más eficiente crítica a Donald Trump, aparte de la labor investigativa de los grandes periódicos y 60 Minutes, es el humor. La sátira es el formato más efectivo. Trump no aguanta que se burlen de él y que hagan que la gente se ría de él. Lo saca de quicio. Lo hace cometer errores.
En El Salvador, aparte del caricaturista Alecus, todavía no ha salido alguien como Kimmel o Colbert que sea capaz de hacer que la gente detecte lo ridículo de Bukele y su pomposidad. En un país tan dado a la jodarria, es cuestión de tiempo que salga.
Saludos,